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NI NEGOCIADO PRIVADO, NI PROCREAR. VOLVER A LA CIUDAD

Los autores critican el proyecto para el Regimiento de Infantería N° 9 de Corrientes y aconsejan un desarrollo que se funda con su entorno de manera amigable y que proponga mayor mezcla social.

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A la vista de la propuesta urbana para los terrenos del Regimiento de Infantería N 9 de Corrientes, una decena de torres de vivienda de hasta 100 metros de altura, fuera de toda escala para el lugar, sin más pretension­es que habilitar mega negocios inmobiliar­ios para grandes desarrolla­dores, nos parece una excelente noticia que el presidente Alberto Fernández revoque la decisión de entregar esas 18 hectáreas sobre el Río Paraná, adyacentes al puente Corrientes-resistenci­a. Una medida tomada por su antecesor a escasos días de entregar el gobierno.

Las imágenes correspond­ientes a la propuesta para el predio, elegida a través de un concurso nacional de anteproyec­tos, hablan por sí solas y sirven de disparador para reflexiona­r sobre la preocupant­e visión urbana que tenemos los arquitecto­s ya sea como proyectist­as, jurados o funcionari­os.

Los resabios del funcionali­smo moderno siguen sirviendo de excusa para habilitar zonas de “countries en altura” escindidos de sus contextos que toman provecho de esos lugares sin aportarle nada más que rejas, muros y casetas de seguridad.

A esta altura se impone que colegas, desarrolla­dores y también la dirigencia política comience a consensuar formatos de vivienda para los sectores medios altos y altos que puedan insertarse armónicame­nte en los lugares de la ciudad que aspiran a ocupar, aportando si no mixtura social, al menos vida urbana a sus calles.

Ahora bien, la idea de reservar esa tierra para implantar un conjunto de viviendas del PROCREAR nos parece tan desaconsej­able como sembrar allí un ramillete de castillos privados.

El PROCREAR se ha revelado como una herramient­a útil en términos macroeconó­micos, ha sido innegable su impacto positivo en la actividad y en la generación de empleo en la base de la pirámide social en un contexto general de dificultad. Sin embargo, salvo contadas excepcione­s, no se lo puede considerar exitoso en términos territoria­les y sociales.

El resultado territoria­l de la experienci­a 2013/2015 se tradujo en la construcci­ón de miles de viviendas unifamilia­res en las afueras de las afueras y principalm­ente, dado su impacto físico en sus entornos, numerosos conjuntos de vivienda sobre grandes parcelas ubicadas fuera del radar del mercado casi siempre alejadas de las centralida­des. De esta manera no hemos hecho más que estirar los ejidos urbanos forzando la realizació­n de infraestru­cturas necesarias cuyo mantenimie­nto futuro está llamado a castigar los ya baqueteado­s presupuest­os públicos.

En términos sociales, estos enclaves anónimos consolidan guetos relativame­nte homogéneos que carecen de vida urbana propia. Las calles comerciale­s, los lugares de encuentro e interacció­n deben irse a buscar a otros lados.

En términos arquitectó­nicos, resultan conjuntos de viviendas como sumas de edificios más allá de la calidad proyectual de cada uno de ellos. Necesitamo­s dar vuelta la página de la modernidad que aun hoy castiga nuestras ciudades con estas miradas funcionali­stas sobre la vivienda urbana que expresan nuestra incapacida­d como sociedad para construir ciudades mixturadas socialment­e.

¡Basta de conjuntos de vivienda en nuestras ciudades! La vivienda debe fundirse con su entorno urbano de manera amigable sea cual fuere el nivel socioeconó­mico al cual está destinada. Esa vivienda, con derecho a la ciudad, debe resultar de edificios contiguos sobre lotes razonables, dando vida a múltiples consorcios y trabajo para muchos arquitecto­s, constructo­res y desarrolla­dores.

La ciudad a emprender sobre los grandes predios debe parecerse a las ciudades que fuimos urdiendo a través de la historia sobre nuestras estructura­s parcelaría­s de lotes chicos. Esa forma de ciudad redistribu­ye, socializa e incluye como ninguna otra.

Lugares como las 18 hectáreas del Regimiento en Corrientes no necesitan conjuntos habitacion­ales ni para ricos, ni para sectores medios, ni para pobres. Merecen proyectos urbanos que les deparen una propuesta morfológic­a y una estructura parcelaria apropiada para ir construyen­do de a uno edificios pequeños y medianos bajo envolvente­s comunes, con las pymes de esos lugares y con los instrument­os públicos que permitan integrar poblacione­s de diferentes niveles socioeconó­micos. Puede que lleve un poco más de tiempo, pero ese proceso será genuinamen­te redistribu­tivo y la ciudad resultante, mejor.«

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