Huellas de la vida cotidiana del creador de Brasilia
El fotógrafo británico Jason Oddy explica los criterios de selección empleados para exponer imágenes de la vivienda que el arquitecto carioca utilizó mientras proyectaba Brasilia.
Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, más conocido como Oscar Niemeyer, fue uno de los personajes más influyentes de la arquitectura mundial. Entre su obra, marcada por una pronunciada aversión a las líneas rectas y por la exploración de las posibilidades artísticas del hormigón armado, se destacan el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York (en el que trabajó junto a su “maestro” Le Corbusier), el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói (realizado cuando ya tenía 100 años), el Casino de Funchal, el Novo Museo de Curitiba o el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer de Avilés.
Pero si hay un proyecto que define su larga vida ese es el que le llevó a diseñar por completo (junto al urbanista Lúcio Costa) la ciudad de Brasilia, en la década de 1960. Levantar de la nada la nueva capital federal de Brasil fue un plan ambicioso que se logró en apenas 41 meses de intenso trabajo entre 1956 y 1960, durante el mandato del presidente Juscelino Kubitschek.
Construida en cuatro años
En pocos meses, el arquitecto diseñó decenas de edificios públicos, residenciales y comerciales. Maravillas como el Palacio de la Alvorada (residencia del Presidente de la República), el Congreso y el Senado Nacional, el palacio Itamaraty, el palacio del Planalto o la espectacular Catedral de Brasilia. “A diferencia de casi todas las más de 600 obras que Oscar Niemeyer diseñó durante su prodigiosamente larga carrera, la casa que el arquitecto delineó para sí mismo en Brasilia mira hacia el pasado en lugar del futuro”, explica a La Vanguardia el fotógrafo Jason Oddy, creador de la serie Imagem Secundária / Ghost House y uno de los artistas de la Elliot Halls Gallery de Ámsterdam y la Galerie Belem de París.
Entre 1962 y 1964, durante la última etapa de construcción de la capital brasileña, Niemeyer utilizó una vivienda de estilo colonial en una zona residencial de lujo a 20 minutos en co
che del centro de la ciudad. “Es una estructura larga, baja y rectangular, rodeada de villas medio escondidas. Con su techo de tejas de arcilla y su porche, no se parece mucho a una típica casa de campo brasileña”, explica Oddy.
Este artista londinense fue invitado a viajar a Brasilia en 2017 para organizar una exposición sobre su trabajo acerca del “poco conocido periodo argelino” de Oscar Niemeyer. A finales de los 60 y principios de los 70, el arquitecto de Río de Janeiro estuvo trabajando en el Norte de África para definir las líneas de la Universidad de Constantina y la mezquita de Argel.
“El espacio donde se presentaba la muestra era su antigua casa y esa presentación marcó su inauguración como centro cultural tras haber estado cerrada durante veinte años. Llegué dos días antes del evento y me encontré la sala de estar en obras y los operarios ocupados en el exterior limpiando el terreno. El resto del local parecía más o menos intacto y pensé que esta podría ser la última oportunidad de capturar el lugar antes de que se borraran las huellas de su pasado”, cuenta Jason Oddy.
Buscando detalles que develaran antiguos secretos del paso de Niemeyer por la vivienda, la atención del fotógrafo se centró especialmente en los armarios empotrados que bordeaban pasillos y dormitorios, la colección de sillas Thonet, la piscina asimétrica “que serpentea por el jardín como un fragmento roto de su ciudad futurista cercana” o el baño rosa salmón.
Exposición
Las imágenes que tomó eran más convencionales de lo que ha acabado siendo su obra final. El “culpable” de esa transformación fue Michel Temer, el que por aquel entonces era presidente de Brasil.
“Al regresar a Londres, me encontré con un artículo que explicaba que unos meses antes de mi exposición, Temer se había mudado del Palacio de la Alvorada, la residencia oficial del jefe de estado. Aparentemente ya no quería vivir allí porque creía que el sitio estaba embrujado”, revela Oddy.
El artista británico comenzó entonces a “pensar en fantasmas y, en particular en los fantasmas, aunque improbables, del Modernismo”. “Me preguntaba -recuerda ahora- si ellos también podrían haber estado al acecho en algún lugar de la Casa Niemeyer. Y si las fotografías que había tomado allí podrían proporcionar algún tipo de pista sobre su existencia”.
Fue así como, en vez de presentar sus fotografías como un “documento sencillo”, consideró la posibilidad de mostrarlas como “reliquias arqueológicas”, que “vistas desde cierta perspectiva, podrían revelar sus secretos ocultos”. “Transformar el hormigón desgastado por el tiempo en algo más diáfano para poder ver a través de los fantasmas de la historia reciente. No para huir de ellos como hizo Temer, sino para comprender aquello que podrían estar tratando de enseñarnos”, concluye Oddy.«