LA PASIÓN DE GANARLE AL PASO DEL TIEMPO
Aunque parezca mentira, el valor de la arquitectura de los siglos XIX y XX recién fue reconocido hace pocas décadas, por lo menos en la Argentina. Hasta los 90, el concepto de “edificio patrimonial” refería a obras históricas o construcciones que habían sido escenario de acontecimientos históricos y morada de próceres locales.
No es que los especialistas no estuvieran al tanto del valor de una construcción de estilo Beaux Arts o Art Nouveau, lo que pasaba es que el público en general no se preocupaba por esos edificios a los que calificaba como “viejos”.
En los últimos 30 años, la revalorización de lo antiguo cobró tanta fuerza que su conservación se convirtió en una suerte de derecho colectivo. Varios factores confluyen en este punto. Uno muy fuerte es la sensación generalizada de que no se construirá nada mejor que lo que se va a reemplazar. Esta certeza inconsciente es una gran deuda de la modernidad. Pero, a la vez, es la confirmación de que el pasado tiene valores atados a la memoria y a la identidad que contribuyen más al bienestar que un edificio súper moderno.
El Premio SCA CICOP Iberoamericano 2020 nos ofrece un catálogo de aproximaciones virtuosas al tema de la conservación del patrimonio. Recuperaciones, restauraciones y puestas en valor enuncian las variantes que tiene el rescate del pasado arquitectónico.
Las grandes preguntas que se hacen los especialistas giran en torno a cuánto de lo viejo se debe conservar y no se convierta en una pieza de museo, una momia sin vida.
Tal vez la ampliación de la Penn Station de Manhattan, a manos del estudio SOM, pinta mejor que nada el ida y vuelta patrimonial.
La estación original de 1910 fue demolida en 1965 para construir una pieza semicircular eficiente y funcional con trenes y subtes en los subsuelos. En poco tiempo, lo que fue pensado para alojar 200 mil personas diarias, quedó desbordado por el triple de pasajeros.
Calle de por medio con la estación, permanecía semi vacío un viejo edificio del correo, justo encima de los andenes subterráneos. Durante veinte años, SOM trabajó en la incorporación de la construcción a la terminal ferroviaria como un nuevo hall. El proyecto que se acaba de inaugurar incluyó la preservación del edificio de 1914 y su adaptación al nuevo uso.
Al analizar el palacio de correos, los arquitectos descubrieron tres enormes vigas metálicas reticuladas que permanecieron ocultas por el cielorraso durante un siglo. La pregunta fue sí el viejo debía permanecer cómo había sido creado o la intervención debía aportar algo innovador.
Hoy, entre las vigas que quedaron a la vista, los diseñadores agregaron cuatro bóvedas compuesta por más de 500 paneles de vidrio cada una. Estructuras singulares que se alzan hasta los 28 metros del piso y llenan de luz natural el interior del hall. El edificio ya no es el mismo que hace un siglo, pero el patrimonio está más vivo que nunca.«