ENTRE ÁRBOLES, ESPACIOS CONECTADOS PARA DISFRUTAR TODA LA VIDA
Cerca de La Plata, el estudio Olivares proyectó una vivienda que respeta la vegetación preexistente y preserva la intimidad de sus habitantes.
“La arquitectura es más que una escultura posible de ser recorrida. Gracias a ella se generan relaciones mientras se realiza el proyecto, durante la obra y después, durante el uso de ese espacio construido”. Eso explica el arquitecto Juan Manuel Olivares, titular de su propio estudio desde hace 12 años, fundado en La Plata, con más de 10.000 m2 construidos y otros tantos por finalizarse.
Olivares es el autor de la Casa Q, ubicada en el barrio “El Quimilar”, a minutos de la capital provincial. Las cualidades del sitio definieron buena parte del diseño: un terreno en esquina de 900 m2 de superficie total, de gran arboleda. Esto motivó que el comitente le pidiera “dejar la vegetación del lote y esquivar los árboles”.
La propuesta de Olivares fue una vivienda de 400 m2 en dos niveles, “buscando la armonía con su entorno y, al mismo tiempo, la singularidad que la destaca”. Su autor la describe como “imponente”, una imagen que surge de un frente cerrado de hormigón a la vista, mientras que hacia el fondo se abre por completo. La casa contiene tres amplios dormitorios, uno en suite, un playroom, y un lavadero. En planta baja, el estar, el comedor y la cocina se encuentran integrados y se expanden hacia una amplia galería semicubierta que se abre al norte, con parrilla y baño exterior. Además, cuenta con garaje cubierto para dos autos y un estudio que da al frente y puede funcionar de manera independiente.
Esta distribución se logró a partir de dos volúmenes simples que determinan las áreas sociales y la intimidad de los espacios privados. “Ambas situaciones se relacionan por medio de vacíos, que protagonizan el interior de la vivienda”, detalla el arquitecto. Una doble altura que expone el acceso y un patio interno que se abre al verde dejan entrar la naturaleza al corazón de la casa, uno de los aciertos de la obra. La incorporación del entorno, combinado con la materialidad, da por resultado un estar luminoso y acogedor. Como señala Olivares, “la vegetación, junto con la textura del hormigón, forma distintos juegos de luces según el momento del día y transforman la espacialidad de la casa”.
En este sentido, reconoce que los materiales en bruto “fueron seleccionados de manera estratégica, con la intención de transmitir la pesadez y durabilidad del hormigón y la calidez de la madera. Las columnas metálicas dan la sensación de que la planta alta está flotando y las transparencias conectan con el exterior”.
Para potenciar esta relación entre la vivienda y su alrededor, las circulaciones son perimetrales al patio y la escalera lo recorre verticalmente.
La esquina se enfatiza con un volumen de madera que señala el ingreso y toma una hilera de tres árboles que destacan la escala de la vegetación del terreno.
El ingreso principal queda definido por un tabique que comienza siguiendo la línea municipal, luego se despega del piso y se quiebra en diagonal. Por encima, una cinta de hormigón envuelve la vegetación, generando una doble altura exterior.
La planta baja fue pensada para las actividades diurnas, con un fuerte protagonismo de la sala de estar en doble altura general.
En tanto, el volumen superior envuelve como una cinta la planta alta, que contiene el sector privado, con dormitorios y servicios.
“Una obra es también todo lo que no se ve. Es el resultado de un montón de cosas y momentos anteriores a plantar las bases o la primera bolsa de cemento. Aunque la casa es lo que perdura a la vista, sus espacios van a ser habitados por seres vivos década tras década, mutando con la edad de cada uno y la etapa de vida que transita”, reflexiona Olivares. «