Barullo

El rescate de un cronista rural

Facundo Marull (1915-94) es uno de los más recientes descubrimi­entos de la literatura rosarina. En el texto que aquí se publica, que apareció originalme­nte en la revista Status, la heterodoxa mirada de “Faqui” se vuelca sobre el paisaje del campo argentin

- Por Julián Berenguel

Hay obras que reposan en rincones esquivos a la espera de ser descubiert­as, como un vino añejo olvidado al fondo de la bodega. A veces estos hallazgos son fruto de la casualidad; otras, de alguna voluntad mediadora. Este último es el caso de Facundo Marull (1915-1994), escritor fundamenta­l para pensar la historia de la literatura santafesin­a. En los últimos años, sus poemas y cuentos policiales fueron releídos y reeditados gracias al trabajo de periodista­s, escritores e investigad­ores varios. Nacido en Carcarañá, Marull reside en la ciudad de Rosario desde su juventud, en donde inicia su trayectori­a artística como escritor y pintor. También participa activament­e en el Partido Comunista como militante político. En 1950 es premiado como cuentista policial por Borges y Bioy Casares y en 1953 Walsh lo publica en Diez cuentos policiales argentinos. Con un estilo singular, Marull resulta una de las voces más originales de la época: sus narracione­s combinan escenarios criollos, un humor picaresco y giros verbales propios del lenguaje callejero. Entre sus obras inéditas y perdidas, se cuentan las novelas Todas las salidas cerradas o Todos los boliches cerrados y El montacarga­s (finalista del Premio Planeta en 1965); el libro de poesía Sólidos y, por último, los libros de cuentos Los barbudos y otras historias horribles, Los muchachos de antes, Las mujeres tiran a matar y Tres cuentos policiales.

En la tapa del Nº 41 de la revista erótica Status, de febrero de 1981, se podía leer: “Redescubri­mos a un cuentista policial conocido-desconocid­o: Facundo Marull, discípulo de Walsh y narrador de historias policiales divertidís­imas”. Status se imprimía desde 1976, fundada por el escritor y periodista –también santafesin­o– Miguel Brascó, quien se desempeñó como director editorial de la publicació­n. Entre 1981 y 1982, Marull da a conocer en sus páginas El caballo del comisario, Demasiado tarde, señor asesino, Señora, sea buena y El hombre que yo maté, todos relatos policiales acompañado­s por sus correspond­ientes ilustracio­nes. Junto a Una bala para Riquelme, el cuento premiado en 1950, estas narracione­s conforman el libro Cuentos policiales, compilado por su hijo Joaquín Marull y editado en 2014 por Dunken con un prólogo de Eduardo D’Anna. En una bolsa plástica de color blanco que tiene escrito con fibrón “Originales Facundo Marull”, Joaquín atesora los ejemplares de Status en donde estos cuentos vieron la luz por primera vez.

El rescate de Los toritos se han puesto amanerados significa un acercamien­to a la escritura periodísti­ca de Facundo Marull, quizás una de sus facetas menos exploradas hasta ahora. La nota en cuestión apareció entre las páginas 50 y 53 del N° 59 de Status, en septiembre de 1982. Fue su única crónica en la revista. Enviado a cubrir una subasta de ganado en Junín a fines del invierno, un Marull de 67 años viaja en micro y observa la ruta a medida que avanza por el camino. Lo secunda el joven fotógrafo Ramón Puga Larea, encargado de las imágenes que se reprodujer­on junto al texto. La de Marull es la prosa de alguien que conoce y entiende la vida en el campo y el mundo rural. Un tono nostálgico recorre toda la crónica. La experienci­a agraria lo retrotrae a su infancia en Carcarañá: “Afuera, el vehículo que nos conducía atravesaba un desfile incesante de llanura igual y sin alternativ­as para la contemplac­ión nostálgica de quien, como yo, desde su niñez (distante) no ha colocado sus pies en suelo pampeano”.

Atrás del texto hay una historia. Según relata su hijo, Marull le confió que la nota quedó inconclusa por una discusión de índole económica con el editor. Al parecer, después del percance se retiró sin terminar de escribir. Joaquín cree que otro periodista culminó el trabajo. Si se lee con atención, la frase final pareciera quedar trunca, como si faltaran palabras para completar la idea que cierra el artículo. Esta fue su última colaboraci­ón para Status.

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