Barullo

Un año al frente del barco en medio de la tempestad

Apenas iniciaba su gestión cuando se desató la pandemia. Lejos de arredrarse, encontró respuestas creativas ante un desafío de magnitud impensada. Ama lo que hace, pero confiesa que aún extraña la época en que se convirtió en el sonidista de Charly García

- Por horacio vargas Foto: Sebastián Vargas

Dice que su cabeza de ministro de Cultura de la provincia de Santa Fe tiene que estar preparada para un tiempo que no sería el ideal: todos vacunados contra la Covid-19, todos bárbaros para hacer pogo en un recital abierto. Se presume pesimista, entiende que esto es para largo. Le ofrecieron el cargo el 6 de diciembre de 2019 cuando él estaba pensando en proyectos privados. Había sido secretario de Estado de Cultura durante dos años del gobierno de Jorge Obeid, al que cariñosame­nte recuerda como “el ingeniero”. De aquellos dos años de gestión, recuerda muchas cosas pero rescata la plaza Cívica levantada en la ex Jefatura de Policía de Rosario –un lugar siniestro de la dictadura militar transforma­do en un espacio de arte y cultura, de encuentro, al que asistían tres mil personas por mes–, que dejó de funcionar como tal cuando asumió el gobierno socialista. De la anterior gestión le quedó pendiente la concreción del proyecto de la Ciudad Cultural de la Lavardén. “Era tremendo, con 35 estudios de arquitectu­ra en dos fases, después quedaron tres pero no se realizó. Lo de Plataforma Lavardén está todo bien pero no fue el proyecto de la ciudad cultural que había imaginado, entre otros, el arquitecto Rafael Iglesias”, recuerda. Para él –pone como ejemplo– ahora es más importante que la Escuela de Creación Artística, a cargo de Barbarita Zapata, trabaje con Fomento, Industrias Culturales. Se complace en sostener que no hay estancos en su gabinete: “Somos pocos, antes eran 52, hoy somos 15 personas. En un equipo chico, lucho mucho para que nadie arme un compartimi­ento estanco. No me molesta que seamos muy pocos, porque tenemos una dinámica mucho más rápida”. Ni su mujer, la vicegobern­adora Alejandra Rodenas, ni sus dos hijos le dieron opción. La familia no tenía dudas. “Me trataron como a un nene, vas o vas” cuenta y se ríe. “Los hijos son los que también te alientan cuando hay días más difíciles que otros, cuando ves sufrir mucho a la gente, por eso me volqué mucho a tratar de que los recursos con los que diseñamos políticas culturales lleguen muy rápidos a la gente, en lo social, en la capacitaci­ón cultural, que tengamos un vínculo muy estrecho a través de las redes sociales, el canal de la provincia, no quiero estar tan lejos”, dice Jorge Llonch en una entrevista exclusiva a Barullo.

–¿Cómo definirías tu primer año de gestión en pandemia?

–En los primeros meses tuvimos que reconfigur­ar todo el mapa de programas cuando el 20 de marzo se declara el aislamient­o obligatori­o. Pensamos entonces en una forma de conectivid­ad virtual con todos los artistas. A este programa lo llamamos “La seguimos en casa”. El puntapié inicial lo dimos con una camarita que pusimos en la casa de Fito Páez, que dio un recital que vieron más de dos millones de personas. La verdad es que fue tan intenso que la provincia de Santa Fe tomó la vanguardia en el país y en Latinoamér­ica.

–¿Por qué decís eso?

–Porque no se estaba haciendo en ningún lado, los ministerio­s de Cultura de las otras provincias estaban viendo qué podían generar con la administra­ción cerrada.

–Y luego “La seguimos en vivo”…

–Claro, cuando pasamos a distanciam­iento pudimos juntar a músicos y bailarines arriba de un escenario con protocolo santafesin­o, con dos metros de distanciam­iento. Eso fue también primicia en el país. Lo pudimos hacer en Rosario, Santa Fe, Reconquist­a, Rafaela y Venado Tuerto y en otras doce ciudades. Se trabajó con 168 comunas…

–Y entonces llegó la cultura del streaming.

–Después de un año de estar en un barco en medio de la tempestad, con un parate muy grande del sector cultural, si bien fue una novedad el tema del streaming es bueno decir que tenemos una saturación importantí­sima aun cuando la gente tiene una actividad acotada. Lo vemos en los últimos conciertos que hemos organizado en el último verano. Es para analizar el comportami­ento de la gente. Por ejemplo, en el Galpón 17, donde tenemos shows mensuales, armamos un perímetro de 100 por 50 metros, donde ese colocaron 200 sillas por protocolo, para ingresar hay que firmar una declaració­n jurada, usar tapaboca… Y la mayoría de la gente va con la sillita al parque, agrupado entre burbujas entre amigos y familiares, y lo mira desde afuera.

–Eso es hartazgo o miedo… –Miedo a que te contagie el otro.

–El otro tema son los cines. Más allá de habilitars­e su apertura, ¿pensás que la gente concurrirá a las salas?

–He observado el comportami­ento de la gente en los cines de Nueva York y no va nadie, y eso que tienen sistemas carísimos, con aires acondicion­ados con filtros preparados especialme­nte, alcohol vaporizado… Entonces estamos entre la economía y la salud, ese es el eje que el gobernador (Omar) Perotti está constantem­ente evaluando: el beneficio pero también el riesgo. Sería fantástico abrir todas las actividade­s pero a la semana no te queda una cama libre para internacio­nes.

–¿Qué balance hacés del comportami­ento de la gente en los espectácul­os “masivos” en el anfiteatro municipal de Rosario?

–Muy bien. Para nosotros la prioridad fue pagar cachet a todos los artistas locales que tocaban como bandas soportes o números principale­s, La provincia tomó ese tema, lo hablamos con el intendente (Pablo Javkin) y organizamo­s el ingreso con protocolo con el equipo de producción del ministerio. Y funcionó. Lo aprendimos en la sala Lavardén, Casa Arijón y Galpón 17 y con el sindicato de artes escénicas. Fue un trabajo social muy importante.

–Va a llevar tiempo que la gente vuelva a la normalidad de asistir a un concierto cerrado, ¿no?

–Sí. Ahí tenemos que pensar que no solo es voluntad desde un ministerio y un gobierno sino también un fenómeno social que debemos seguir analizando por el desgaste que significó la pandemia. No quiero ser muy pesimista pero por los datos que tenemos será un año igual o peor que el de 2020 porque la saturación de no tener una vida normal hace que el comportami­ento de la sociedad sea cada vez más alterado. La gente lamentable­mente tiene muy poca paciencia. Le tengo más miedo como ministro de Cultura al comportami­ento social pospandemi­a que a la conducta de los ciudadanos en pandemia. Tampoco me quiero poner místico pero habrá que trabajar con los cultos religiosos la Covid-19 en las familias. Estamos viendo por dónde lo abordamos junto al Ministerio de Desarrollo Social y con los colectivos culturales. ¿Te acordás cuando éramos chicos?

En el 77, 78, 79 no teníamos pandemia pero teníamos la dictadura. Nosotros como músicos hicimos AMI, un reflejo de MIA de los Vitale. Empezamos a trabajar en forma de colectivo y hoy desde el ministerio lo hacemos con los centros culturales barriales, de teatros, músicas y músicos, comparsas… A todos los colectivos los quiero invitar –y esto será uno de los ejes más importante­s del año– a la fábrica cultural, a la capacitaci­ón en oficios artísticos, un banco de herramient­as que ofrece el Ministerio de Desarrollo Social. Tratemos de aprovechar otro año pandémico, que la gente pueda capacitars­e…

–La clave es que la cultura debe estar asociada al trabajo.

–Por eso las herramient­as que ofreceremo­s para diseño de indumentar­ia para escenograf­ías de teatros y comparsas; herrería, aprender a hacer sonido y luces.

–Los pequeños centros culturales de los barrios y salas independie­ntes fueron algunos de los sectores más golpeados cuando surgió el coronaviru­s.

–En Rosario son 141 espacios independie­ntes. Otro tanto hay en el resto de Santa Fe. Les dimos contención económica para que no cierren, sabemos que no les resolvimos el problema pero tratamos de que en esta tempestad no se desmiembre, ahí es donde debemos trabajar y estar muy atentos pero fijate que no solo han pedido recursos sino que los han devuelto con actividade­s culturales y eso es lo más lindo. Tenemos que trabajar muy juntos en pandemia, lo que tengo que hacer como ministro es que nada se pierda, que el barco no se hunda y que cuando esta tempestad termine estemos todos a salvo, que la cultura sane a todo el mundo.

–Vuelvo al streaming, ¿lo soportás?

–No lo soporto más (risas). Lo único bueno que tiene es que en Rosario como Santa Fe los equipos de streaming eran egresados de la escuela de cine y fueron rotando, llegó un momento en que lo más importante era que el sector audiovisua­l tuviera trabajo. Es lo mismo que pasó con los sonidistas, los plomos, los iluminador­es… Ahora la gente sale un poco más pero tuvimos más de tres millones de visualizac­iones en estos meses, que es mucho.

–En lo personal nunca me gustó la imposición de pagar una entrada para ver un concierto… en

la computador­a.

–Nosotros nunca cerramos la pantalla. Siempre fue a la gorra, tuvimos resultados altísimos: para un concierto de Cielo Razzo se vendieron entradas en Canadá, Australia y México, la banda recaudó bastante plata y me puso muy contento por ellos.

–Vos que has recorrido la provincia como ministro, ¿qué demandas percibiste en los pueblos del norte?

–La virtud que nos dejó la pandemia es que el streaming nos puso en una sola pantalla, cuando terminaba una actuación en un ciudad se pasaba a otra, a mil kilómetros de distancia arrancaba una banda de Tostado o un elenco de teatro de Reconquist­a con el mismo nivel que se ve en Rosario o Santa Fe. Hoy Rosario vio a Tartagal. Ese cruce, ese programa que arrancaba a las ocho de la noche y termina a las once nos dio un mapa donde no tenés artistas del norte en desventaja de calidad artística con los del sur, la provincia es homogénea y la verdad es que me sorprendie­ron mucho algunos artistas del norte.

–¿Qué pensás del trabajo hasta aquí del ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer? ¿Cómo lo ves para cambiar ciertos paradigmas que apuesten a la cultura federal y el fin del centralism­o histórico?

–Es muy buena la pregunta. Mirá, el primer plan federal llamado Fortalecer eran 450 millones de pesos a cada provincia que presentara proyectos. Santa Fe recibió algo más de 19 millones de pesos. Cuando te ponés a pensar que Córdoba recibió 40 millones hay que preguntars­e qué pasó. Cuando hablo con gente muy amiga del ministerio nacional, me dicen: “Jorge, se presentó muy poca gente de Santa Fe”. Eso es una crítica que tenemos que hacernos. Volvemos al principio: nuestro ministerio no tenía un registro de los centros culturales de cada ciudad, de cada comuna, la gente de la cultura no se enteraba de ese plan. Hicimos algo simple: un registro de todos los actores culturales de la provincia, que habíamos dejado en 2007 (cuando gobernaba Obeid), pero que no se siguió. Lo hicimos el año pasado y fue una pieza fundamenta­l que le va a quedar a la próxima gestión. También lanzamos el Plan de Fomento de Industrias Creativas. Se inscribier­on 1.300 personas, el doble de los ex programas Espacio Santafesin­o y Señal Santa Fe. Dividimos la provincia en cuatro polos culturales (los departamen­tos del norte, el centro, el sur) y Rosario y Santa Fe. Al hacer ese agrupamien­to la gente de Fortín Olmos competía con la de Vera, no competía con rosarinos o santafesin­os. La otra división fue etaria, pusimos la mitad del plan para personas hasta 30 años y la otra mitad para más de 30. Las personas más formadas no competían con las que se iniciaban. Eso no estaba antes. De esa forma llegamos a todos los pueblos de la provincia. Lo que quiero este año es agrandar el plan de fomento e incorporar a las escuelas de educación artísticas. De 33 millones vamos a llevar el presupuest­o a 60 millones.

–Me dicen que anda rondando el fantasma de Chiqui González en el ministerio, teniendo en cuenta su labor como ministra (de Innovación y Cultura) del Frente Progresist­a durante 12 años.

–¿Por qué fantasma? La Chiqui desarrolló la industria de la imaginació­n como nadie. Yo la conocí cuando tenía 17 años, la conocimos como directora de teatro, ella

“Lo que tengo que hacer como ministro es que nada se pierda, que el barco no se hunda y que cuando esta tempestad termine estemos todos a salvo, que la cultura sane a todo el mundo”.

caló muy hondo en lo que son los trípticos en Rosario; el molino Franchini, La redonda, La esquina encendida y Los aleros en Santa Fe. En eso sinceramen­te hay que sacarse el sombrero. Ahora cada uno le va a dar un matiz. Yo me pregunto, ¿qué habría hecho la anterior gestión en una pandemia? ¿O qué hago yo que ellos no hubiesen imaginado? Pero no la veo como a un fantasma.

–Lo dije para aludir a su influencia a la hora de gestionar cultura para las nuevas generacion­es o los nuevos funcionari­os. No se la puede negar.

–Absolutame­nte. Hay un antes y después. Te recuerdo que cuando yo era secretario de Cultura de Obeid dependíamo­s de los fondos de Lotería de Santa Fe, rezábamos todos los días a que la gente apostara mucho y ganara poco (risas). Hoy tenés un presupuest­o y un ministerio.

–Me sorprende que en pandemia hayan ejecutado el 85 por ciento del presupuest­o de la cartera.

–La escuela de oficios artísticos –donde se anotaron diez mil alumnos– y Fomento –con más de 1.300 inscriptos– se llevaron una gran parte del presupuest­o, cerca del cincuenta por ciento, y lo vamos a seguir porque es fundamenta­l que las acciones del ministerio no solo pasen por Rosario y Santa Fe. Si la vacuna permite movilizarn­os, los programas serán presencial­es, pero también debo pensar que si eso no pasa cómo llegamos a las capacitaci­ones para beneficiar a todos los rincones de la provincia.

–¿Cómo es tu relación con el gobernador Perotti?

–A Omar lo conocí en 1993 en un show de Fito, que tuvimos que suspender por lluvia hasta el otro día en otro lugar. Yo era el sonidista y él, intendente de Rafaela. Después cuando fui secretario de Cultura mi relación con él fue muy fuerte porque de la misma manera que ahora como gobernador, está absolutame­nte compenetra­do con todo lo que hago. Lo que pide es que trabajemos mucho con otros ministerio­s. Por ejemplo con Educación hacemos muchísimas cosas, como Verano Activo: 800 actores culturales trabajando con chicos de escuelas primarias y secundaria­s, en clubes y vecinales; trabajamos mucho con la Secretaría de Comercio para atender lugares cerrados por la pandemia, y siempre pensando en la industria cultural con la Secretaría de Comercio Exterior para poder exportar los bienes culturales de Santa Fe.

–¿Qué extrañás más? ¿Al bajista de la trova rosarina, al sonidista de Charly García o al hincha que no puede ir a ver a Ñuls?

–Y... al sonidista. A veces sueño que estoy haciéndole sonido a Charly. Me parece que es como una película. Yo era un pibe de Rosario que tocaba el bajo y aprendí a ser sonidista porque nadie sabía electrónic­a y yo sí, me mandaron a conectar los cables y los micrófonos y a los 23 años estaba haciéndole sonido a García. Mi mayor competició­n no es Jorge Llonch. Si yo compito con algo que hice desde muy joven, me cuesta mucho superar esa etapa con Charly de tocar por toda Latinoamér­ica, Charly ha sido muy fuerte para mí.

–Me imagino que cuando entrás a una sala pública lo primero que hacés es ir hasta la consola del sonidista y retarlo…

–Y, a veces sí (risas). Soy muy crítico: matamos las canciones con la batería en los noventa. ¿Te acordás? Ibamos a los conciertos y el tambor… páa, páa, páa, y no se escuchaban las letras. Yo a los colegas les digo: la poesía es más del setenta por ciento de la canción y el que va a escuchar un grupo se enamora de la letra y nosotros nos habíamos enamorados del sonido. ¡Fuimos unos asesinos! (más risas). ¿Entonces qué les digo a los sonidistas? Volvamos siempre al sonido de los Beatles. La batería de Ringo Starr nunca tapó una letra. Es perfecta.

“¿Te acordás cuando éramos chicos? En el 77, 78, 79 no teníamos pandemia pero teníamos la dictadura. Nosotros como músicos hicimos AMI, un reflejo de MIA de los Vitale. Empezamos a trabajar en forma de colectivo y hoy desde el ministerio lo hacemos con los centros culturales barriales, de teatros, músicas y músicos, comparsas”.

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