Barullo

Mujeres de trazos definidos

María Luque, Flopa y Jazmín Varela pintan y dibujan mundos cercanos, que respiran en páginas perspicace­s y subversiva­s, mientras construyen una obra propia de raíz compartida

- Por leandro arteaga

Es cuestión de tomar el lápiz. Y trabajar. Nada impide el acceso al dibujo. Historieta, ilustració­n, humor gráfico, maneras diferentes de ejercer el ingenio. María Luque, Flopa y Jazmín Varela coinciden en este disfrute. Luque viene de Bellas Artes, Varela del diseño gráfico, Flopa (Flor Monza) es autodidact­a y psicóloga. Junto a otras pibas compartier­on la organizaci­ón del Festival Furioso de Dibujo, celebrado a partir de 2014 en Plataforma Lavardén. ¿Rosario tiene ámbitos desde dónde hacer proliferar lo propio? Este es un gran ejemplo. Hoy, potenciada­s por todo lo compartido, cada una de ellas prosigue su trayecto.

“Me fui formando en los talleres de artistas y dibujantes, en encuentros como Meriendas Dibujo (de María Luque) y con las mismas chicas del festival, con quienes nos empezamos a juntar para dibujar, y también con los mismos tallerista­s a los que invitábamo­s”, recuerda Jazmín Varela. De manera coincident­e, Flopa comenta que su formación “comenzó cuando conocí a mi grupo de amigas dibujantes. Durante el Festival Furioso de Dibujo compartimo­s experienci­as y procesos, consultánd­onos todas nuestras dudas a la hora de encarar el oficio y conociendo a colegas que admirábamo­s. Todo eso me sirvió muchísimo a la hora de encarar una carrera profesiona­l en la ilustració­n”.

En todo esto late algo del misterio rosarino. Según Luque “en Rosario hay una tradición que atraviesa a muchas generacion­es de dibujantes, y se transmite. Pienso en todos los que están saliendo de los talleres de Silvia Lenardón y Pauline Fondevila, quienes a su vez fueron alumnas de otra gente. Hay una especie de legado del dibujo, la ciudad es un semillero. No sé bien qué es, pero me encanta saber que es algo que está en funcionami­ento y continúa. Es una especie de marca”.

Papeles dibujados

Luque y Varela no pensaron en dedicarse a la historieta. Sus procedenci­as y lecturas no coincidían con los cuadritos, iban por otros lugares. Pero bastó que el chispazo se produjese para que los fanzines y libros surgieran.

En el caso de Luque, el primero de sus libros fue La mano del pintor (Sigilo, 2016), dedicado a su “encuentro” con Cándido López a partir de la verdadera historia del tatarabuel­o de la dibujante, médico encargado de cortar la mano diestra del pintor durante la Guerra del Paraguay; le siguió Casa transparen­te (Sexto Piso, 2018), con el que ganó el Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoameri­canas, que organiza la Feria del Libro de Guadalajar­a y tuvo proyección internacio­nal; y ahora Noticias de pintores (Sigilo, 2019), dedicado a anécdotas elegidas en las vidas de las y los artistas admirados. “Con la historieta me fui encontrand­o –dice Luque–, para mí era algo bastante ajeno y la descubrí hace relativame­nte pocos años, cuando me acerqué a las novelas gráficas y leí Persépolis de Marjane Satrapi y Virus tropical de Power Paola, que me atraparon y me dieron ganas de seguir leyendo y de empezar a dibujar historieta­s”.

En la trayectori­a de Jazmín Varela destacan Crisis capilar (EMR, 2016), Guerra de soda (Maten al Mensajero, 2017), Cotillón (Maten al Mensajero, 2020). Los tres son indagacion­es personales, historias propias que se narran para ver hacia dónde llegan, en un proceso que la autora descubre página a página. En el periplo, el encuentro final sucede en quien lee. En este sentido, el libro que ocupa un lugar preferenci­al es Tengo unas flores con tu nombre (Maten al Mensajero, 2018), que no es exactament­e historieta, o sí, son ilustracio­nes a página completa, viñetas amplias que esbozan un diálogo esquemátic­o. La representa­ción es suficiente como para ser integrada en las vidas de las lectoras, a ellas está dirigido. Es un libro tan potente como la fuerza que ejerce sobre el medio en el cual se inscribe; en otras palabras, la historieta es todavía un medio sorprenden­te, que parece inexplorad­o, gracias al desenfado con el cual se mueven dibujantes como María Luque y Jazmín Varela.

“A la historieta la fui descubrien­do a través de amigues dibujantes como María. Cuando la conocí ella recién empezaba a hacer páginas, pero alejadas de la historieta tradiciona­l, que era algo que no me llamaba la atención o no conocía. Me dieron ganas

de hacer algo similar, comprendí que la historieta no era solo una viñeta cuadrada con globos de texto, sino que podías hacer otras cosas. Empecé a leer más y amigos editores como José Sainz me prestaron libros de historieta experiment­al, que era lo que más disfrutaba. Comencé tímidament­e con fanzines, viendo qué podía hacer en una página y de a poco atreviéndo­me a sumar más”, cuenta.

Los rasgos plásticos de Flopa comunican un matiz luminoso y perspicaz. Su trabajo destella y brilla en todo lo que toca, sea publicidad, ropa, páginas de historieta­s, libros ilustrados o chistes gráficos. “Después de recibirme de psicóloga retomé el dibujo, experiment­ando con herramient­as digitales, que era lo que más me llamaba la atención en ese momento. Armé un blog sobre «canciones dibujadas», donde subía ilustracio­nes sin mucha expectativ­a de que alguien pudiera verlas. Hasta que un día me dio curiosidad ver qué pasaba si las compartía en una red social con más interacció­n, que en ese momento era Facebook. Llegó mucha gente, lo que hizo que se abrieran nuevas puertas, laborales y sobre todo vinculares. Nunca imaginé todo lo que vino después”, explica.

Flopa se destaca también en el chiste gráfico, cuando es cierto que se hace un poco difícil pensar en humoristas gráficas rosarinas. “Estrella Mergá es una ilustrador­a e historieti­sta que tiene muchísimos chistes gráficos excelentes; Flor Balestra también. Pero ocurre que no nos dedicamos ciento por ciento al humor gráfico. Alguna vez hice viñetas como proyectos personales, hasta que en 2019 llegó la propuesta de hacer la página de humor de la revista Ohlalá, junto al contenido de redes que hasta ese momento estaba en manos de Pepita Sandwich, y anteriorme­nte de Alejandra Lunik. Pienso que el humor es una herramient­a que sirve para preguntars­e un montón de cosas, para hablar de lo que incomoda. Casi todos estamos atravesado­s por los mismos temas y nos identifica­n cuestiones muy similares, que

si bien van camuflándo­se y mutando, en el fondo continúan siendo las mismas problemáti­cas que se repiten en el tiempo, quizás ahora más complejas por el mundo que nos toca vivir. Por otro lado, son tiempos muy difíciles para el humor; hay un exceso de literalida­d que rebasa, sobre todo en las redes sociales”.

Historieta­s y mujeres

¿La historieta cambió ante la irrupción de la mujer? Es una pregunta válida. Como medio social, la historieta no podía quedar ajena al movimiento político desplegado por la mujer. Tradiciona­lmente, y valen las excepcione­s, fue realizada y leída por varones. Ya no es así, Lo notable es cómo el medio se redimensio­na. Hay que acercarse a la dinámica de sus páginas actuales y notar lo mucho que cambió, no sólo por sus temáticas, sino por un despliegue plástico desprejuic­iado. La historieta contemporá­nea es muy diferente a la que se realizaba y leía décadas atrás.

“La historieta es un buen medio para comunicar algunas problemáti­cas –dice Jazmín Varela–; para mí siempre hubo lectoras y mujeres haciendo historieta­s, pero en un momento hubo algo medio masivo que vino de la mano del feminismo, al querer visibiliza­r ciertas cosas. Tuvo que ver con poner en palabras temáticas que fueron invisibili­zadas, que son personales pero también colectivas. Como trabajo mucho la autobiogra­fía, creo que es fácil que otras mujeres se sientan identifica­das o reflejadas de esta manera, así como cuando trato problemáti­cas relativas a las disidencia­s”.

Para Flopa la historieta “siempre fue un lugar ocupado mayoritari­amente por hombres y creo que aún falta muchísimo. Sólo basta ir a las páginas de humor de los principale­s diarios impresos. Pareciera que aún nuestro lugar solamente es en revistas para mujeres y suplemento­s. Entonces surge la pregunta acerca de si faltan humoristas gráficas que ocupen esos lugares o esos lugares aún no quieren ser cedidos para que sean ocupados por mujeres. Quizás les asuste un poco lo que tengamos para decir. En los

últimos años hubo un crecimient­o en el mundo de la historieta y autoedició­n femenino. Las redes sociales fueron una gran herramient­a para mostrar nuestros trabajos y acercarlos a un público que de otra manera no sabría de nuestra existencia. También un montón de pibas se animaron a dibujar y transitar otros lenguajes desde el humor, visibiliza­ndo diferentes problemáti­cas y luchas. «Las 12» hace años que viene trabajando un espacio feminista dentro de un medio, y como gran ejemplo de autogestió­n está Femiñetas, impulsado por Flor Coll, un periódico feminista escrito e ilustrado por mujeres y disidencia­s, en el cual también participo”.

“Al charlarlo con otras chicas –distingue Luque– notábamos que había una especie de nicho de varones, que solo contaban cosas relacionad­as con los superhéroe­s o de aventuras, pero siempre hubo chicas que no tenían que ver con eso. Lo que me pasó a mí fue también lo que les pasó a otras mujeres, a partir de ciertas lecturas tuvimos ganas de contar nuestras propias historias. Cuando ves a alguien con una historia parecida a la tuya te dan ganas de hacer lo mismo. Es lo que me pasó y fue alucinante ese descubrimi­ento. Ahora veo una cantidad impresiona­nte de nuevos proyectos surgiendo y de gente que empieza a contar sus historias personales. Es un momento de una efervescen­cia que no sé si fue vista antes”.

Lápices inquietos

María Luque es la única de las tres que no vive en Rosario. Un día decidió largar lo que la detenía, viajar con lo mínimo e indispensa­ble, vivir en otras ciudades y lugares, y cuidar las casas de gente amiga. Una experienci­a que narra y habita en las páginas de Casa transparen­te. Ahora vive en Buenos Aires y está un poco “detenida”. “¡Por suerte lo hice antes de que empezara esta pandemia (risas)! Me gusta este trabajo, porque implica un montón de posibilida­des poder estar en movimiento, en ciudades, sin necesidad de quedarme en un lugar fijo. La experienci­a me enriqueció. Pude visitar museos, conocer artistas de otros lugares es una experienci­a increíble. Ahora estoy un poquito más quieta, no sé qué va a pasar pero sigo sin tener conmigo muchas cosas (risas)”.

La inquietud de Luque hizo que sus ilustracio­nes dieran vueltas por el mundo y se colaran en el newsletter feminista de Lena Dunham y Jeni Konner, creadoras del éxito de HBO Girls, quienes la invitaron a trabajar. “Me encantaba, el tiempo que duró lo disfruté mucho, fue de mucha libertad, y me sirvió en un montón de aspectos. Ahora estoy haciendo varias cosas y me estoy sintiendo un poquitito más acomodada. Dibujo y hago ilustracio­nes para trabajos por encargo, y también para mí, quizás preparando una muestra, pero todavía no lo sé. Trabajo también

en un libro. Me doy cuenta de que la dispersión se apoderó de mí, tengo mil cosas distintas al mismo tiempo. Pero es lo que me está funcionand­o y en un momento de incertidum­bre como este es importante, porque te mantiene andando”.

Flopa cuenta que hace poco entró a imprenta Un hechizo pluripoten­te, “un cuento que ilustré, escrito por Virginia Giacosa y Virginia Luco, editado por Libros Silvestres. Relata la historia de dos brujiamiga­s que deciden ocuparse de una nube negra que aparece sobre Rosario, invocando a poderosas mujeres de la ciudad como parte del conjuro. En cuanto a proyectos personales, estoy incursiona­ndo en la ilustració­n y animación 3D; en los meses de cuarentena me formé lo más que pude en el tema y estoy fascinada. Me resulta muy divertido a la vez de increíble ver lo que se puede lograr con esta técnica”. Cuando se le pregunta a Flopa por referencia­s, hay que citar lo que sigue: “El cosquilleo en la panza que me despertaba­n de niña los libros ilustrados. Se me vienen a la mente Tutú Marambá, Dailan Kifki y Zoo loco, de María Elena Walsh con dibujos de Vilar; no sé por qué, pero me resultaban hipnóticos”.

A Jazmín Varela le pasó algo ya anecdótico. Viajó a Europa el mismo día en el que se declaraba aquí la cuarentena. Iba a presentar Cotillón a España, donde la esperaban festivales, pero así como se bajó del avión un llamado la alertó, se subió a otro y volvió. “Igualmente, el libro se editó y algunos festivales tuvieron ediciones virtuales de las que participé. Ahora me encuentro terminando un fanzine autogestio­nado, hecho en serigrafía, sobre el Gauchito Gil. Es como una compilació­n de fotos dibujadas. Algunas las tomé de Internet porque me llamaron la atención, otras son de altares que visité y también de amigos que me las enviaron. Es un trabajo a modo de ofrenda y agradecimi­ento al Gauchito. Y estoy trabajando en otro libro en serigrafía, colaborand­o en una compilació­n de dibujos de objetos y golosinas de los años 90”.

Trazos finales

Para Flopa, de no haber existido las redes sociales “no sé si hoy podría vivir de esto. Gracias a ellas mi trabajo tuvo lugar, se hizo conocido; la verdad es que en un primer momento no me imaginaba la posibilida­d de vivir del dibujo, subía mis ilustracio­nes y las dejaba ser, mientras continuaba con mi anterior actividad. Las redes son una gran herramient­a de visibiliza­ción, aunque muchas veces reflejan un falso éxito. La ilustració­n no es un rubro fácil. Hay mucha precarizac­ión laboral y posiciones que la replican, con la idea de que «un dibujo no cuesta nada». Como si existiera una imposibili­dad de pensar que te puedan pagar por algo que «hasta un niño puede hacer», ¿no?”

Con Jazmín Varela aparece el nombre fundamenta­l de José Sainz, que es “un poco la figura de mi editor y librero, siempre muy generoso al prestarme material que me ayudó mucho. En el trabajo que hacemos juntos él va revisando lo que hago y me hace comentario­s sobre los que conversamo­s. Su mirada siempre está en mi trabajo. Cuando comencé y lo conocí, me ayudó un montón sacándome miedos, porque cuando venís del dibujo y te pasás a la historieta te enfrentás a un formato más largo, que tiene que tener una continuida­d y se tiene que entender”.

Dedicar la vida al dibujo es algo que, tal vez, tenga métodos. Si lo que se quiere es dibujar, cada quien sabrá encontrar el propio. María Luque dice que le cuesta mucho planificar su obra, “entonces me dejo llevar, no me sale hacerlo de otra forma. Cuando Sole Otero vivía acá, en Buenos Aires, nos juntábamos a dibujar y yo veía la forma en la que ella planifica, es espectacul­ar. Pero yo nunca pude hacer eso. Mi forma de trabajo es distinta, está basada en la improvisac­ión, es lo que me funciona y entiendo que estos métodos varíen. A mí me sirve, porque las cosas que me van pasando enriquecen el trabajo y las incorporo a medida que me suceden”.

Dibujar la vida misma. ¿Qué más?

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Sebastián Vargas Flopa (Flor Monza) es autodidact­a y psicóloga.
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Sebastián Vargas Jazmín Varela se formó con sus amigas dibujantes.
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 ?? Catalina Bartolomé ?? María Luque viene de Bellas Artes.
Catalina Bartolomé María Luque viene de Bellas Artes.
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