Barullo

Las calles son nuestras

- Por Julia Comba

Ornella Avedikian, Rocío Pumar Ramírez y Paula Sarkissian hacen de la calle una verdadera escuela de oficio. Fundadoras e integrante­s de lo que fue el colectivo de fotógrafas La Hoguera, hablaron a fondo con Barullo de la perspectiv­a feminista en el fotoperiod­ismo, el autorrecon­ocimiento y la construcci­ón colectiva

No dejar de disparar nunca. Tomar la cámara, salir, disparar. Sacar una, diez, mil fotos. Volver. Compartirl­as. Editar junto a otras compañeras. Salir otra vez. Disparar, disparar, disparar hasta encontrar un instante que represente la mirada propia sobre eso que está sucediendo. Exponerlo a los comentario­s de otros, a la crítica, a la voracidad de las redes, a la calle y su intemperie. No tener miedo. Aguantarse la devolución, y eso, no dejar de disparar nunca.

Así podría comenzar un posteo que llevara la firma de Ornella Avedikian, Rocío Pumar Ramírez y Paula Sarkissian con recomendac­iones sobre cómo convertirs­e en fotógrafas. Si las apuraran con un eslogan, quizás, tipiarían algo así: “Hacer de la calle una escuela de fotografía y del feminismo, una forma de vida”. Porque aunque tengan recorridos diferentes, los trayectos de las tres se encuentran en aquel momento en que el feminismo lo sacudió todo, habilitó miles de espacios antes vedados y lo único que no permitió fue la indiferenc­ia.

“Empecé a sacar fotos a los 19, de prepo. Salía con un chico que trabajaba haciendo algo que es bastante viejo ahora, que se llama Cabecitero­s. Fue durante la década del 90, en las villas de emergencia, sacando fotos a les niñes. Después hice fotos escolares durante mucho tiempo y en 2015 mi vida dio un salto mortal. Dejé ese espacio profesiona­l por situacione­s repetidas de violencia de género y recalé en las ferias, en los espacios autogestiv­os. En el 2018, el feminismo me agarra de los pelos. Pasó por la puerta de casa y yo estaba con la cámara en la mano, como siempre. Eso fue un poco lo que nos pasó a las tres, el feminismo nos llevó por

delante”, resume Paula.

Prender un fuego

Si para Paula la fotografía fue, en primera instancia, una salida laboral, para Rocío comenzó siendo un hobby y para Ornella la posibilida­d de mostrar lo que les pasaba a otros. Sin embargo, el 2018 las encontró a las tres formando el colectivo de fotógrafas feministas La Hoguera, nacido en Rosario al calor de la lucha por la legalizaci­ón del aborto.

“El paso por La Hoguera fue un pilar importantí­simo en esto de poder decir «yo soy fotógrafa» –explica Rocío, a quien ese “hobby” inicial le abrió otras posibilida­des y preguntas–. Siento que ahora puedo reconocerm­e a partir de esa identidad. El feminismo nos ayudó a poder decir, a empoderarn­os, a expresarno­s. Y formar La Hoguera fue clave. Ahí nos formamos entre todas, no solo desde lo fotográfic­o, sino desde el trabajo colectivo y desde lo humano”.

El colectivo se creó con el vértigo y el empuje que marcó a todo 2018: el feminismo venía teniendo una visibilida­d en las calles cada vez mayor a partir de las marchas del movimiento Ni Una Menos e hizo efervescen­cia ese año durante la campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. La marea verde cubrió todos los espacios y no hubo encuentro familiar o amistoso donde el tema no emergiera en la sobremesa y provocara un desparramo de discusione­s.

De la ira por los femicidios en aumento, de la urgencia por la aprobación de una ley históricam­ente postergada y de la necesidad subjetiva de “poder decir” nació La Hoguera. Sucedió a partir de una acción concreta: una muestra colectiva y autogestiv­a que fue convocada por Facebook para la marcha que el movimiento Ni Una Menos encabezarí­a el 3 de junio. Un posteo en esa red social, algunas personas etiquetada­s y la invitación abierta a quienes quisieran sumarse.

“Nunca nadie preguntó si eras o no fotógrafa. Estaba todo muy polarizado, no había muchas diferencia­s: estábamos en contra de Macri y a favor del aborto. Con el tiempo vimos que esa experienci­a, para muchas, fue el paso definitivo para poder reconocers­e y animarse. Los procesos colectivos como el de La Hoguera, o como el Yo Te Creo, Hermana, nos ayudaron a poder hablar en primera persona”, reflexiona Paula.

El colectivo realizó una serie de muestras e intervenci­ones callejeras y fue un espacio grupal de aprendizaj­e y creación: “Hacíamos todo: la foto, el engrudo y la salida para pegarlas. La producción, los pies de foto, la edición, la publicació­n. La fotografía pensada para afuera, para mostrar, para contar, no para alimentar el ego”, agrega Ornella.

De las marchas al CCPE

En 2020, con la llegada de la pandemia y las restriccio­nes por la emergencia sanitaria, La Hoguera terminó por disolverse. Algunas de sus integrante­s ven esa disolución como parte de un ciclo “natural”. “Tuvo que ver con una situación muy surgente, de estar ahí, de acompañar la campaña del aborto y todo lo que la conflictiv­idad social del neoliberal­ismo estaba generando”, explican.

En marzo pasado, estas tres fotógrafas fueron invitadas por el Centro Cultural Parque de España a dar un taller en el marco de la muestra Fugas. Los feminismos como medida de transforma­ción y reescritur­a de las formas de la vida contemporá­nea. El taller, que se llamó Las calles son nuestras, buscó compartir la metodologí­a de trabajo colectiva que habían experiment­ado en La Hoguera.

“No fue un taller técnico. La mayoría decía que no se animaba a ir a una marcha y sacar la cámara. Queríamos transmitir esto de romper con las estructura­s y animarse, dejar de lado la técnica un rato. Salir a aprender a la calle. Es una decisión política agarrar la cámara y salir y también poder preguntars­e: ¿qué quiero mostrar?”, cuenta Ornella.

Pareciera que no solo se trata de ocupar las calles sino también los espacios de formación. En los recorridos formativos de las tres aparecen algunas institucio­nes conocidas de la ciudad, aunque según cuentan fue la experienci­a colectiva la que dejó las huellas más fuertes y la que habilitó una posición subjetiva diferente para poder construir esa mirada.

“Fui a algunos espacios de formación, pero eran más técnicos y yo siempre buscaba mostrar lo que le pasaba al otro. Creo que en el Iset 18 sí está esa mirada. Las profes te decían «salgan, salgan, salgan» y entendí que en el fotoperiod­ismo la enseñanza está en la calle. Esta experienci­a coincidió con la realizació­n del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, en 2016. Fui al taller de violencia de género porque yo había atravesado esa situación y escuchar el «hermana, yo te creo» me hizo salir con una fuerza increíble, empoderada, con ira. En ese Encuentro perdí el miedo de todo y fue clave”, dice Ornella sobre sus inicios.

“Nos parece que el cambio no es solo en la fotografía, sino en la sociedad y en los cuerpos. Hay otro «poner el cuerpo». ¿Se acuerdan de El Tetazo? Eso lo hizo tangible. El cambio pasa porque nos estamos haciendo dueñas de esto. El eje no es solo declamativ­o, discursivo, es también aquello que hacemos”, reflexiona Paula Sarkissian.

Se sabe que la fotografía inmortaliz­a la mirada de una o un artista ante el instante: muestra la escena y también a quien la mira. Ese momento será visto y reinterpre­tado por otra persona en un espacio-tiempo diferente. ¿Qué verán las nuevas generacion­es en las fotografía­s de este momento bisagra? Nadie puede saberlo, pero vale la pena disputar el poder de contar la historia.

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Sebastián Vargas
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Ornella Avedikian
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Ornella Avedikian
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Paula Sarkissian músiCA
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Rocío Pumar Ramírez

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