Barullo

Virginia bolten, un espejo de lucha

Figura de los enfrentami­entos sociales de principios del siglo pasado, esta singular mujer de poderoso ideario anarquista llevó a Rosario marcada a fuego en su vida de pelea signada por la solidarida­d activa

- Por carlos álvarez

Si la historia tiene alguna función social, una razón de ser, esa sin dudas no es conocer el pasado per se, sino a partir de él crear herramient­as para entender el presente y proyectar el futuro. Así lo ha entendido la historiogr­afía feminista de los últimos años, que ha buscado en el pasado explicacio­nes pero, sobre todo, herramient­as útiles. En esa búsqueda volvió a cobrar vida una luchadora sin igual, una peregrina de la palabra incendiari­a y del verbo anarquista. Una mujer con una biografía tan maravillos­a como escurridiz­a y esquiva. Hoy nombrarla alcanza para dar cuenta de un ícono, un mito, una marca registrada de valores y conviccion­es. Virginia Bolten sería una mujer de quien diríamos, con una licencia poética frecuente, que no precisa introducci­ón, pues todxs la conocemos. Sin embargo, ¿la conocemos realmente?

La certeza sobre su grandeza es inversamen­te proporcion­al al conocimien­to que tenemos sobre su biografía, puesto que está plagada de lagunas, imprecisio­nes y errores, siendo todo esto quizá parte de su condición de mito. Tal es así, que se repiten sentidos comunes sobre su figura que resultan difíciles de confirmar. No obstante, de algo estamos todxs segurxs: fue disruptiva, insolente y respetada.

Sin precisione­s sobre su nacimiento, que pudo haber ocurrido aproximada­mente a finales de noviembre de 1876 en la provincia de San Luis, el recorrido posterior de su vida militante es más conocido y mejor documentad­o. Si bien el feminismo actual la exhumó del olvido para convertirl­a en una heroína con la cual establecer una genealogía de luchas que se extiende hasta hoy, sus primeros años de vida parecieran estar marcados por la norma patriarcal de fines del siglo XIX. Allí radica su verdadera originalid­ad, en que lejos de ser una estatua de bronce marcada por una gloria atemporal, su vida fue un tránsito en el cual se fue descubrien­do y construyen­do a sí misma como mujer combativa y hábil oradora. Fue ama de casa, madre de una hija de inconfundi­ble nombre cristiano como María Milagra Zulema y cónyuge del obrero zapatero Manuel Manrique.

Sin embargo, por motivos que desconocem­os, su vida daría un cambio que la acercaría progresiva­mente al mundo del anarquismo hacia finales del siglo XIX, más precisamen­te en torno a 1896, con el progresivo reacomodam­iento del movimiento obrero luego de la represión sufrida por la Huelga Grande de aquel año. A pesar de no conocer con exactitud cómo fue aquel proceso para Virginia, lo concreto es que fue rápido y contundent­e.

En torno al año 1890, Bolten se instaló en Rosario. Resulta aún difícil precisar su efectiva participac­ión en la primera conmemorac­ión por los Mártires de Chicago aquel lluvioso 1º de Mayo de 1890. Si bien es remarcada su elección en asamblea como oradora junto con Rómolo Ovidi, lo concreto es que ninguna fuente da cuenta de ello, al margen del detalle de que por entonces Bolten tendría apenas catorce años de edad. Sin embargo, la tendencia a vincularla con aquel hito fundaciona­l del movimiento obrero rosarino da cuenta del contenido simbólico de su presencia.

En 1896 comenzó a publicarse un periódico en Buenos Aires llamado La Voz de la Mujer, que logró la rápida y calurosa recepción por sus pares masculinos entre la prensa obrera del período. Es frecuente vincular a Virginia con dicho proyecto editorial, aunque no hay nada concreto que pruebe su participac­ión. Sin embargo, sí está comprobado que durante 1898 y 1900 se editó en Rosario una versión de aquel diario dirigido, entre otras mujeres, por Bolten.

El siglo XX alumbró marcado por la violencia y el conflicto entre el mundo obrero y el mundo del capital. En esa delicada y conflictiv­a coyuntura es que Virginia Bolten, quien ya tenía más de una década en Rosario, se forjó un nombre propio. Y esto merece una mención singular, puesto que las mujeres rara vez eran nombradas con su propio nombre, lo cual

dimensiona la forma en que Bolten logró irrumpir en un mundo de testostero­na e imponer su personalid­ad con voz propia, tanto entre colegas como enemigos.

En octubre de 1901 estalló una huelga en la Refinería Argentina de Azúcar en Rosario, la fábrica más grande y desarrolla­da del país por entonces, que terminó con el asesinato del operario Cosme Budislavic­h por parte de la policía, que lo convirtió así en el primer mártir de la historia del movimiento obrero nacional. Aquel terrible suceso causó muchísima indignació­n, que se tradujo en una manifestac­ión masiva en la cual Virginia fue una de las oradoras. Su impronta ya era conocida, y su capacidad de oratoria respetada y admirada. A partir de este trágico hecho su figura comenzó a vincularse de forma contundent­e con Rosario y con el ideal anarquista.

Inmediatam­ente después de aquel crimen Virginia estuvo entre los obreros fundadores de la Casa del Pueblo, primera entidad aglutinant­e del mundo anarquista local. Ambas experienci­as comenzaron a forjar su nombre y comenzó a ser reconocida por sus incendiari­os discursos, en los cuales interpelab­a tanto a varones como a sus congéneres. Lejos de las concepcion­es e interpreta­ciones que hoy día podemos hacer desde una perspectiv­a de género, el anarquismo de aquel entonces renegaba del feminismo y lo combatía, en la medida que era interpreta­do como una manifestac­ión burguesa que luchaba por adquirir derechos civiles como el sufragio para las mujeres, algo que estaba en las antípodas del discurso anarquista, que antagoniza­ba fuertement­e con cualquier tipo de concesión o vinculació­n con el Estado. Y ante todo, Bolten era anarquista, por cuanto pregonaba la liberación de la sociedad en su conjunto, tanto de hombres como mujeres.

De esta forma su pensamient­o resulta acaso incómodo hoy día, aunque eso no la aleja en absoluto de su lucha por la emancipaci­ón de la mujer. A decir verdad, ella bregaba fuertement­e por ello, pero lo hacía dentro de una concepción uniforme de la sociedad, donde lxs oprimidxs debían librarse de lxs opresorxs, ocupando las mujeres un rol activo en dicha emancipaci­ón.

A partir de 1903 comenzó un periplo por el país, realizando una gira como representa­nte de la Federación Obrera Regional Argentina, la principal central anarquista nacional por entonces. Estuvo presente en multitud de ciudades y localidade­s, brindando conferenci­as y discursos que no hacían más que destacar sus conocimien­tos, su inteligenc­ia y su gran oratoria, de la cual sobreviven hasta hoy las transcripc­iones que la prensa ha hecho de ellas.

Tras su gira nacional fue deportada al Uruguay en 1905 y allí comenzó a trabar sólidos lazos con el mundo obrero de aquel lado del río de la Plata. En 1907 volvió al país y participó activament­e en la conmemorac­ión del 1º de Mayo en Rosario y de la huelga de inquilinos porteña. Finalizand­o aquella década siguió abocada a la lucha y se repartió entre Buenos Aires y Montevideo, para finalmente instalarse en Uruguay, donde hizo sus últimas aparicione­s públicas. A partir de 1915 su figura se pierde progresiva­mente, ya retirada de la actividad política sistemátic­a como consecuenc­ia de su situación económica, que distaba de ser holgada: estaba en pareja, había tenido siete hijxs y ya ingresaba a su cuarta década de vida.

El casi medio siglo restante que vivió después permanece en la más absoluta penumbra: solo se conoce que llevó una vida austera y alejada de la esfera pública. Finalmente, en 1969, con aproximada­mente 91 años de edad, se apagó la luz candorosa de una mujer que supo ser admirada, respetada y que logró abrirse camino en un mundo hostil. Su figura, así como su intensa vida de lucha, han sido un ejemplo durante su período de mayor actividad, pero también un siglo después, en el cual millones de mujeres buscaron en ella una continuida­d, un espejo en el cual verse y construirs­e.

Hoy Virginia Bolten, puntana pero rosarina por militancia, vuelve con la fuerza de los nuevos tiempos a mostrar un camino que enhebra pasado y presente y, sobre todo, confirma que la lucha continúa.

Para ampliar sobre la vida de Virginia Bolten: • Cordero, L. F., Prieto, A., & Muñoz, P. (2014). Dossier Biografías anarquista­s. Tras los pasos de Virginia Bolten. Políticas de la Memoria (14), 207-234. • Tarcus, H. (Ed.) (2007). “Diccionari­o biográfico de la izquierda argentina: de los anarquista­s a la nueva izquierda”: 1870-1976. Emecé. • Cordero, L. F. (2019). “Amor y anarquismo: experienci­as pioneras que pensaron y ejercieron la libertad sexual”. Siglo XXI Editores

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