El tío que anotaba todo lo que leía
Jorge Alberto Vimo, mi tío, nació en San Genaro en 1927 y falleció en 2015 en Rosario a los 88 años. Completada la escuela primaria en el pueblo, partió a Rosario de adolescente -como lo habían hecho sus dos hermanos- a hacer el secundario, que cursó en el Colegio Superior de Comercio. Luego se dirigió a Buenos Aires, donde ingresó a trabajar en Aerolíneas Argentinas. Mientras trabajaba estudió en la Facultad de Ciencias Sociales, recibiéndose de sociólogo. En 1971 fue trasladado por Aerolíneas a Roma. Residió allí hasta 1975, teniendo relación con todo el ambiente cultural e intelectual que pululaba por la Ciudad Eterna.
Aunque a primera vista podía parecer una persona algo distante, acaso algo mordaz a veces, cultivó profundas amistades a lo largo de su vida: fue íntimo amigo de Ástor Piazzolla, del gran pintor Carlos Alonso, del cineasta Mario Sabato; de las actrices Cipe Lincovsky y Miriam Sucre; de Eduardo Bergara Leumann; del crítico de arte Jaime Potenze, de la vedette Nélida Roca, del boxeador Ringo Bonavena y hasta de Jorge Daniel Paladino, ex delegado personal de Perón entre 1968 y 1973, seguramente cuando se distanció con éste, pues toda la vida fue antiperonista.
Fue un lector empedernido desde chico, guardamos con mi hermana Carolina un cuaderno donde anotaba de joven todo lo que leía con sus fechas, notándose por las mismas que no demoraba más de tres días en devorar cada libro. Toda su vida hizo recortes de diarios y revistas que archivó por su tema, encontrándome yo, que me inmiscuí en los mismos, con material increíblemente rico e inédito. Escribió en revistas y diarios críticas de espectáculos, fundamentalmente de teatro, a los que no dejó de acudir toda su vida hasta que le dieron las fuerzas ya avanzados los 80 años. A más de esa edad, se transportaba en Buenos Aires en bicicleta. Antes recorrió, con un bolsito y austeramente también, casi el mundo entero; tal vez le faltó conocer Groenlandia o la Antártida.
En 1973, gracias a él, pudimos hacer un viaje a Roma con mi hermana y la tía Pela, en donde tuvimos relación con todas sus amistades. Entre ellas con Ástor y Amelita a cuyo departamentito en esa ciudad fuimos a cenar dos veces. Lo que más recuerdo yo de estas veladas es que me había enamorado locamente de la mujer de Piazzolla, la Baltar, entonces de 33 años y triunfando allí con la Balada para un loco. También me hice amigo de la segunda hija del pintor Carlos Alonso, Mercedes, más tarde actriz, quien me llevó a ver como diez veces la película hippy Jesucristo Superstar, película de la que salía mareado del humo a marihuana que emitía el cine. La hermana de Mercedes, Paloma, a quien no conocí, primera hija de Carlos Alonso, sería -cuatro años después, en Argentina, a sus 21 años- secuestrada y desaparecida por la dictadura militar genocida.
También nos hicimos muy amigos de Sabato, quien estaba posproduciendo en Roma su película Los golpes bajos, inspirada en la vida del boxeador José María Gatica, Recuerdo que Piazzolla estaba en ese momento grabando con Mina –Mina Mazzini–, la cantante italiana, para la RAI. Con Sabato, Miriam Sucre y mis tíos compartimos un viaje en auto desde Roma a Florencia. También, junto con ellos, tuvimos la oportunidad de cruzarnos en el Vaticano con Perón, que estaba volviendo a la Argentina, acompañado de su mujer Isabel Martínez y de su entonces nuevo secretario privado cuyo nombre prefiero no recordar.