una lectora afiebrada
Una periodista de raza que se inició en el oficio a los dieciséis años y a los dieciocho se destacaba en una agencia noticiosa. Intuitiva y estudiosa, lectora afiebrada, su alegría coronaba con nutridas reuniones amigueras.
Nos conocimos en ese México que cobijó al exilio argentino; vivimos largos años allí, en Argentina y Costa Rica. Donde llegábamos, echábamos a andar una especie de taller de notas, colaborando con numerosos medios de América Latina. Aún embarazada, en los 80 le tocó cubrir en Centroamérica un tiempo de guerra. En Honduras logró un notón cuando entrevistó a un hermético jefe de las fuerzas armadas que terminó admitiendo el apoyo de su gobierno a los mercenarios de la “Contra” que combatían al sandinismo. Apenas un botón, de sus muchos y buenos trabajos. Viviendo aquí hizo amistad con muchos periodistas como Stella Calloni y Horacio Verbitsky.
Al Negro lo conocimos en 1981 en México; invitado a un encuentro de historietistas y al rato estábamos jugando un picado. Queríamos convencerlo de que Inodoro Pereyra debía circular en el país azteca, él aducía que no se iba a entender, que era demasiado localista. Creo que teníamos razón, los productos buenos, como El Chavo del Ocho, se entienden en cualquier parte. Unos años después Yazmín entrevistó al Negro en Buenos Aires.