en alas de la música
Tatiana Fesenko nació en Rusia pero hace casi tres décadas está radicada en Rosario, donde dirige la escuela de ballet del Teatro El Círculo. Bailarina emérita, coreógrafa y pedagoga, es también la regente de la carrera de Danza del Teatro Colón. Aquí, un recorrido por su extensa trayectoria que desembocó a orillas del Paraná
Tatiana Fesenko habla de Rusia y en el relato despojado de nostalgias se cuelan, sin embargo, la nieve y las cúpulas bizantinas. Nacida en Rostov, la ciudad más antigua del sudoeste ruso, empezó a bailar a los diez años. Terminó sus estudios superiores en el prestigioso Conservatorio de Leningrado, fue maestra del Ballet Juvenil del mítico Teatro Kírov, pedagoga en el Conservatorio de San Petersburgo y profesora en la Academia Vagánova. Hoy forma bailarines como directora del ballet del Teatro El Círculo y es regente del Teatro Colón. Fesenko busca en el movimiento la armonía de las formas, con el equilibrio exacto entre el refinamiento ruso y el carácter soviético. Como primera bailarina compartió escenario con Vladímir Vasíliev y se formó en la Academia Vagánova con Mijaíl Baryshnikov. Ambos bailarines, junto a Rudolf Nuréyev, formaron la tríada de estrellas del ballet soviético masculino entre 1960 y 1980. Des
pués de años vertiginosos de giras internacionales, Fesenko aterrizó a mediados de los años noventa en Rosario. Fue recomendada por el Ministerio de Cultura de Rusia para fundar una escuela de danza clásica basada en la metodología Vagánova y la tradición del ballet ruso. Junto a su esposo, el también bailarín emérito Vasily Ostrovsky, ya fallecido, Tatiana se instaló en la ciudad por un año, en 1994, hasta que decidieron establecerse de forma definitiva. “El Círculo ha sido muy importante mí, le tengo mucho cariño, por eso decidimos con Vasily venirnos a vivir en su momento. Nuestra vida, además, ha pasado más adentro del teatro que afuera. Aquí encontré muy buenas alumnas con grandes condiciones para bailar. Ha sido una gran felicidad para nosotros porque ahora son familia. En estos años, nuestros alumnos han llegado al Ballet Juvenil y a la compañía del Teatro Colón, al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires, al ballet del Teatro Libertador San Martín de Córdoba, a compañías en España, Estados Unidos y Tokio” –cuenta Tatiana–. “El éxito de nuestros alumnos significa para nosotros el éxito de nuestra escuela y eso nos llena de alegría. Es ver el resultado de lo que hacemos”. Sus alumnos y alumnas han sido premiados en distintos concursos internacionales y cuentan con más de un centenar de distinciones, entre las que se destaca el Primer Premio Medalla de Oro en el concurso del ballet de París. La Confederación Internacional de la Danza, además, otorgó a Tatiana en Buenos Aires el premio como la mejor maestra extranjera en el 2002.
La escuela rusa
Cuando Tchaikovsky compuso la música para el famoso ballet El cascanueces atravesaba el duelo por la muerte de su hermana, y son muchos los estudiosos que señalan que la pieza forma parte de la tríada de sus composiciones más trágicas, junto a La reina de picas y la Sexta Sinfonía, conocida como Patética. El relato navideño tiene melodías festivas que conviven con pasajes sombríos y fúnebres. Esa musicalidad, según sostiene una corriente de musicología de los últimos años, permite construir un ballet sobre la inmortalidad y todo lo que sucede con Clara, su heroína, tiene lugar en un mundo sobrenatural. La anécdota sirve para ilustrar uno de los conceptos fundamentales de la escuela rusa: para ella no hay técnica vaciada de emotividad. La composición musical guía un movimiento que se perfecciona a través de la técnica para que el bailarín pueda realizar una interpretación cargada de profundidad. Esta escuela se caracteriza por una educación del sentimiento y por la expresión de la individualidad de los intérpretes para el pleno desarrollo de su identidad artística. Además, entiende que la cultura y la formación general determinan el modo de bailar del intérprete. Es por esto que el artista debe comprender la historia y la complejidad emotiva detrás del relato.
“Si bien el lenguaje del ballet es internacional (los pasos con nombres en francés son los mismos), cambia la manera de ejecutar el movimiento. Para la escuela rusa es muy importante el sentimiento con el que fue creado el movimiento porque el cuerpo es la herramienta para poder transmitirlo” –explica su alumno y ex bailarín del Instituto del Teatro Colón Mariano López Pujato–. “Otras escuelas de ballet no apuntan necesariamente a la belleza de las formas para transmitir. Por ejemplo, la escuela italiana se destaca por una técnica virtuosa de giros y saltos; en la inglesa predomina la pantomima. En cambio, la escuela rusa apunta a belleza de la forma y a la hiperextensión. Por eso, cuando se tiene que representar lo sobrenatural en el escenario ellos realmente logran retratar otro mundo. Ese es el legado ruso que Tatiana trajo a la Argentina”. Dentro de la escuela rusa, Fesenko forma bailarines con la metodología Vagánova, una técnica clásica usada alrededor del mundo. El método realza la importancia de cada estudiante en particular y desarrolla sus características personales de acuerdo con sus condiciones físicas. “Los rusos nos distinguimos por tener una gran técnica en la postura de brazos, algo muy difícil de alcanzar; con el movimiento de manos se busca una mayor expresividad y se transmite la sensibilidad. Son movimientos muy orgánicos, con los que se logra autenticidad en el escenario. En nuestro caso, tenemos la tradición de que una bailarina le muestre a otra, de primera mano, la coreografía, esa es una tradición en el mundo del ballet, se le pasa la expresión, los sentimientos. Las coreografías son adaptadas según el nivel de los alumnos. También enseñamos el lenguaje de cada ballet, el porqué de cada movimiento, la historia que hay detrás”, indica la bailarina y coreógrafa.
Fue en la Academia Vagánova don
de compartió escuela con Mijaíl Baryshnikov. Ambos entraron por concurso y terminaron juntos como unos de los mejores alumnos. “Nos vimos en Buenos Aires cuando vino a bailar a la Argentina en dos ocasiones. Tengo muy buen recuerdo de él, era excelente bailarín y muy buena persona”, comenta. En la misma escuela conoció al también artista emérito Vasily Ostrovsky: “Bailamos muchas funciones juntos y nos enamoramos. Tuvimos a nuestro hijo Denis y en el teatro encontramos también nuestra familia”, cuenta.
En 1978 protagonizó la película Sílfides, la primera producción de ballet realizada por la Unión Soviética. Después de trabajar como coreógrafa en Francia, España, Japón, Inglaterra, Alemania e Italia, se asentó en Rosario en los años 90; se fue corriendo la voz y bailarines de distintos puntos del país se acercaron a tomar sus clases. Cuando la información llegó al Teatro Colón, fue nombrada regente de la carrera de Danza del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (Isatc). “Hace siete años que soy regente, pude transformar y mejorar el sistema de enseñanza del Instituto. Cuando comencé, convoqué a varias primeras figuras con quienes había trabajado: Karina Olmedo, Marisel De Mitri, Alejandro Parente, Edgardo Trabalón, Gabriela Alberti, Igor Gopkalo; todos ayudaron como maestros de la escuela. Antes de formar parte del Isatc trabajé durante muchos años con el ballet del Teatro Colón, como maestra, ensayista y coreógrafa. Tengo mucho respeto por el teatro, es una joya, uno de los mejores del mundo. De la misma forma queremos mucho a El Círculo, que es un gran teatro y un excelente escenario, al que han venido importantes figuras de la danza y desde donde convocamos a bailarines del Colón y del mundo. Extraño mi país, pero Argentina es nuestra casa”. Cuando se estrenó en Rusia el ballet romántico La Sylphide, Elsa Marianne Von Rosen, una famosa coréografa escandinava, eligió para protagonizarlo a Tatiana, que en ese momento tenía veinticinco años. Ya en nuestro país, muchos años después, llegó al teatro Colón Irina Kolpakova, primera bailarina soviética, y se comunicó con Fesenko para interpretar la misma obra. Nuestra entrevistada recuerda: “Pidió que yo la ayudara, que le enseñara cómo la había bailado. Después de asistirla en los ensayos, en frente de toda la compañía, Irina me presentó diciendo: «Tatiana Fesenko, la primera sylphide de la Unión Soviética»”.