Frente a las dificultades, víctima o creadora?
¿Victima o Creadora? Nuestra capacidad para crecer como individuos, no depende de lo que nos haya sucedido en la vida, sino de nuestra actitud frente a las dificultades. ¿Resistimos o usamos la situación para crecer?
Hay sólo dos actitudes que podemos tomar en la vida: la de víctima o la de creador. La víctima no puede ver la belleza, la abundancia, ni la perfección inherente de cada momento, porque tiene una idea acerca de cómo deberían ser las cosas; una idea que inevitablemente ha sido violada, una idea que está en desacuerdo con lo que es. Este sentimiento de inconformidad produce rabia – rabia ante la vida, ante Dios–, pero se manifiesta en la víctima como pasividad, pesadez depresiva, inercia y aparente falta de interés, mostrándose más como tristeza que como rabia.
En última instancia, la inconformidad representa odio y violencia hacia uno mismo. Es el rechazo supremo a lo que es: violencia hacia la vida.
La única manera de romper con este patrón es tomando el rol de creador. Un creador alaba su creación, la víctima la critica. El creador aprecia, la víctima se queja, sin asumir la responsabilidad. El creador abraza todo lo que se le presenta, responde a todo con un SÍ, lo que le permite vivir una vida en abundancia. La víctima, por otro lado, se resiente y es negativa. No puede ver la perfección y la belleza inherente a la vida, porque tiene una idea rígida de cómo tendrían que ser las cosas. Envuelta en un manto de pasividad hirviente, se transforma en la ira suprema: el rechazo a la existencia, la negación de lo que es.
Cada vez que miro mi vida con un NO, o con una idea mejor sobre cómo deberían ser las cosas, estoy rechazando la vida. Como no puedo controlar el juego, no jugaré. No puedo entender, así que no aceptaré. Así de extrema
“Ser un creador significa asumir la responsabilidad por tu vida. Cuando lo hagas, encontrarás la libertad”.
llega a ser la obsesión de un intelecto miedoso; sus complicaciones drenan la alegría de la vida. La conciencia vive en la unidad del corazón. Cuando se vive desde el corazón, no quedan más preguntas. Cuando tú eres lo absoluto, la necesidad desesperada de entender desaparece, absorbida por la alegría plena del ser puro. El corazón no quiere nada más cuando ha encontrado el amor.
¿Cómo puedes pasar de ser una víctima a un creador?
■ Enfocándote en la conciencia, en la profundidad silenciosa que yace dentro de todos nosotros, hasta convertirte en una mente sin pensamientos. ¿Por qué? No hay un por qué. Simplemente es. Cuando notas que estás resistiendo lo que es, pensando que algo podría ser mejor en este momento o que algo es injusto, déjalo ir. Recuerda que cuando fluyes, cuando te entregas, eres Dios. Cuando estás luchando, estás siendo un niño resentido que no quiere tomar responsabilidad. Nada podría ser mejor en este momento, nada es injusto, porque Dios es todo. Tú eres Dios en todo, Dios es alegría y todo es tu creación.
“El mejor servicio que podemos brindar es sanar a nuestra propia víctima interna y, en consecuencia, nuestra percepción de victimización en los demás. Una actitud compasiva inspira al individuo para que realice su grandeza, más allá de su situación objetiva”.
Libérate del victimismo
■ Por favor, entiende que no estoy sugiriendo que intelectualmente te convenzas que no eres una víctima. Por el contrario: permítete sentirlo. No te liberarás rechazándola ni juzgándola. Siente las emociones que la victimización te provoca: la tristeza, la ira, el resentimiento. Grita en una almohada, llora, pégale al colchón, lo que te venga en forma natural. Ama a tu víctima interna y pronto aprenderás a ver más allá de ella. A medida que las emociones acumuladas se liberen, la actitud de víctima perderá su carga y pronto desaparecerá.
Libera la culpa
■ Ser un creador significa asumir la responsabilidad por tu propia vida. La víctima ve la responsabilidad como algo incómodo, como una tarea: “es fácil culpar a otros por mi descontento”. En realidad, no es tan fácil. Hasta que no tomes la responsabilidad de tu propia felicidad, seguirás siendo un esclavo de tu entorno. Cuando por fin lo hagas, encontrarás la verdadera libertad.
Solemos pensar que la libertad significa poder hacer lo que queramos e ir a donde deseemos. Sin embargo pasamos por alto el hecho de que la persona que más nos controla y juzga es uno mismo. La verdadera libertad no es algo que otro te pueda dar ni quitar: sólo tú tienes ese poder.
La libertad es auto aceptación, permitirte ser sin la necesidad desesperada de aprobación que nos hace adoptar normas sociales muy incómodas con tal de encajar. La aprobación externa nunca será suficiente mientras sigamos necesitándola, debido a una simple verdad: no nos aprobamos a nosotros mismos. Por eso, tratamos de que otros lo hagan por nosotros. Tratar de sustituir con la aprobación
externa la falta de amor a uno mismo es como aumentar el volumen de la televisión para ahogar el llanto de un bebé, una distracción que no hace nada para resolver la situación.
La verdadera libertad es liberarse del victimismo. Tratar de asumir la responsabilidad por quien eres, abrazándote y confiando en tu propia voz interior. Expande tu conciencia y de forma natural adoptarás las acciones de un creador.
Asumir toda la responsabilidad por las propias decisiones
■ Ser responsable significa tomar compromiso por uno mismo y por lo que elegimos en cada momento. En realidad no tenemos idea de lo poderosos que somos. Tendemos a vernos como personas diminutas en un mundo enorme, haciendo todo lo posible para traspasar las mareas que se interponen entre nosotros y nuestros deseos. Sin embargo, hay una verdad que puede cambiar esta percepción, destruir el sentimiento de victimismo y traer la libertad verdadera:
En lo que te enfocas, crece.
■ Nuestro enfoque es lo que crea nuestra realidad. Si nos centramos en lo que está mal en nuestras vidas y nuestro mundo, ¿qué vamos a ver? Lo que está mal. Pero si nos enfocamos en las cosas que amamos, que nos inspiran y nos llenan de alegría, comenzamos a ver la belleza que no veíamos antes.
Tú puedes transformar tu experiencia de vida en un instante, sólo dirigiendo tu atención hacia el interior. Con el simple hecho de llevar tu atención profundamente dentro de ti, en lugar de quedar atrapado en los dramas y las preocupaciones del mundo, puedes romper los patrones de descontento y preocupación de toda una vida.
Y si es tan simple, ¿por qué no lo hacemos? Yo sé por qué: porque no queremos. No queremos ser felices, preferimos pelear por lo que creemos que debe ser arreglado. No queremos rendirnos, queremos ganar. No queremos abrazar nuestra realidad, queremos ratificar nuestras ideas sobre cómo deberían ser las cosas, en lugar de aceptarlas como son. ¿Por qué? Porque estamos convencidos de que sabemos más que la vida misma sobre cómo las cosas deberían ser. Los niños no hacen esto. Abrazan lo que tienen sin cuestionar.
No niego la importancia de trabajar por un mundo mejor. Admiro cualquier actividad que ayude a unir a la humanidad y mejorar la calidad de vida en este planeta. Sin embargo, si nos centramos en lo que está mal –aunque sea con la intención de mejorarlo–, estamos perpetuando el descontento y la inconformidad.
Vamos a centrarnos en lo que hemos logrado, en el mundo maravilloso e increíble en el que vivimos y los individuos apasionados e inspirados que están dando lo mejor a la humanidad todos los días. Vamos a centrarnos en lo que podemos dar; en las maneras en que podemos orientar nuestras vidas de forma más dichosa y plena. Vamos a centrarnos en estar presentes por completo, conociéndonos, aceptándonos y abrazándonos. Entonces, de manera natural, vamos a compartir ese amor con todos los que nos rodean.
¿En qué estás enfocándote en este momento? ¿En las frustraciones del pasado? ¿En las preocupaciones del futuro? ¿Por qué no pruebas, sólo por hoy, enfocarte en disfrutar de cada momento? ¿En dar lo mejor que puedas de ti en cada situación
que se presenta?
Descubre el poder del enfoque y, al hacerlo, asume la responsabilidad por tu propia felicidad. Enfócate en disfrutar en cada momento. Cuando te encuentres preocupado o lamentando un momento pasado, mira al cielo, ríete de ti y piensa: “¡Ah, me enganché de nuevo!” Y tráete de vuelta al presente.
El pasto es siempre más verde del otro lado
■ Una forma clásica de victimismo es sufrir por lo que no podemos tener. Nos hemos convertido en expertos encontrando lo que falta y enfocando nuestra energía en ello: un método infalible para drenar de la vida toda felicidad.
Una mujer que no puede tener hijos se puede olvidar de todos los aspectos positivos de su vida debido a su frustración: puede que tenga la pareja perfecta, las condiciones para adoptar (si así lo desea), total satisfacción en su trabajo, la libertad de viajar, de hacer lo que siempre ha querido. Pero su idea rígida sobre cómo deben ser las cosas, su decepción con lo que no puede tener, puede convertirse en su obsesión, opacando así la magia y las oportunidades que se presentan en cada momento. Lo mismo puede suceder con cualquier parte nuestra que sentimos que nos falta completar: la ausencia de nuestra alma gemela puede eclipsar la pasión que tenemos por nuestra profesión, o el desempleo puede llevarnos a ignorar el apoyo que nos brinda amorosamente nuestra familia. Culpamos a nuestra insatisfacción por una cosa que no podemos cambiar. Al hacerlo, renunciamos a nuestra capacidad de encontrar la alegría en todas las cosas maravillosas que la vida trae.
Convertirse en un creador: ¿tienes lo que se necesita para ello?
■ La sociedad produce víctimas. Los medios abogan por las víctimas y la lucha por los desvalidos, alimentan la idea de que somos víctimas que necesitamos ser rescatadas de nuestros opresores.
Esta mentalidad está tan arraigada en nosotros que nos es difícil entender que no somos víctimas. La idea podría incluso ofendernos, parecer hasta cruel o insensible. Sin embargo, ver a las personas como víctimas es la actitud más debilitante que podemos adoptar, pues mantiene a la gente en su impotencia, negando su capacidad para cambiar.
El mejor servicio que podemos brindar es sanar a nuestra propia víctima interna y, en consecuencia, nuestra percepción de victimización en los demás. Una actitud compasiva inspira al individuo para que realice su grandeza, más allá de su situación objetiva. Se necesita valor para ser un creador. Debes pararte en tu propia grandeza y asumir la responsabilidad plena por todo lo que sucede en tu mundo; sin embargo, las recompensas son infinitas: el resultado es la satisfacción suprema, contigo mismo y con la vida.
“Solemos pensar que la libertad significa poder hacer lo que queramos e ir a donde deseemos. Sin embargo pasamos por alto el hecho de que la persona que más nos controla y juzga es uno mismo. La verdadera libertad no es algo que otro te pueda dar ni quitar: sólo tú tienes ese poder”.