Ikebana
El término ikebana proviene de una antigua tradición que tenían los budistas chinos, la cuál consistía en hacer ofrendas florales a Buda. Cuando los misioneros chinos-durante el siglo VI- visitaron Japón y dieron a conocer este arte. A partir de entonces, y hasta el s.XV, el ikebana mantuvo su condición de ofrenda divina.
Este arte floral japonés se basa en la armonía de una simple construcción lineal y la inclusión de elementos que nos puede ofrecer la propia naturaleza. Los materiales que se usan para la construcción pueden ser flores, hojas, cereales, hierbas, ramas, semillas, frutas, vegetales, etc. Los materiales pueden ser vivos, secos o artificiales. “En un principio se prefería el uso de materiales del lugar, aunque dicha condición se fue perdiendo en el tiempo (propiciada de alguna manera por la apertura al mundo que protagonizó Japón a fines del s.XIX)”, detalla el diseñador y paisajista Edgar Neville.
El diseño es otro aspecto imprescindible a la hora de realizar una buena obra de ikebana.
La forma y el color vienen dadas por la propia naturaleza del elemento seleccionado. La textura está determinada por la superficie de los materiales utilizados y la línea era expresada por las ramas que tenía dicha composición.
El arte floral japonés.