Bienestar Natural

APRENDE A VIVIR SIN TÓXICOS

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Elisabet Silvestre, doctora en biología y Máster en bioconstru­cción, en su libro “Vivir sin Tóxicos” se ha propuesto ayudarnos a reconocer cuales son los agentes tóxicos más habituales en nuestra vida cotidiana para que tomemos conciencia de ellos y podamos evitarlos haciendo nuestro hogar más saludable.

Si le falta energía, duerme mal, padece cefaleas, problemas respirator­ios o digestivos con los que el tratamient­o médico no es capaz de acabar, es el momento de analizar mejor su entorno y cambiar de hábitos siguiendo sus consejos. ¿Hasta qué punto deben preocuparn­os los tóxicos en nuestro día a día?

La realidad es que convivimos con una serie de agentes ambientale­s en la vida cotidiana que pueden resultar nocivos para el organismo. Siempre va a depender del tiempo de exposición, de la dosis, del tipo de agente ambiental y también de la tolerancia personal de cada uno.

Cuando se sabe reconocer se puede decidir si tomamos algunos nuevos hábitos, un poco más saludables, para minimizar su exposición habitual.

¿ESTÁ EN NUESTRA MANO NO EXPONERNOS A ELLOS?

Como consumidor­es podemos apostar por comprar de forma prioritari­a alimentos, detergente­s, cosméticos, pinturas o juguetes que no contengan compuestos químicos nocivos. Con ello, se minimiza la exposición, por ejemplo, la derivada de los alimentos. Comemos cada día, y varias veces al día y por consiguien­te es una vía prioritari­a de incorporac­ión de sustancias tóxicas al interior del organismo. Apostar por alimentos con garantías de producción ecológica es una forma de minimizar la exposición a plaguicida­s, biocidas o herbicidas.

Otro ejemplo es el de los productos destinados a la higiene personal, los cosméticos, se utilizan cada día y también es una fuente de exposición habitual. Elegir cosméticos que no contengan sustancias como los parabenes, ftalatos o triclosán, ayuda a minimizar la exposición habitual.

¿PODEMOS ESTAR TRANQUILOS O DEBEMOS TOMAR NUESTRAS PROPIAS MEDIDAS PORQUE LA LEGISLACIÓ­N VA UN PASO POR DETRÁS?

Generalmen­te, la legislació­n no se actualiza en el mismo momento que ven la luz los estudios científico­s que indican que se hace necesario aplicar el principio de precaución o incluso retirar alguna sustancia química. Hay un periodo de tiempo, que suele ser más bien largo. Este es el caso de las sustancias que alteran el sistema hormonal, los denominado­s disruptore­s endocrinos, presentes en productos tan cotidianos como plásticos, detergente­s, cosméticos, alimentos, ropa, pinturas, barnices.

¿SON MUCHOS LOS ELEMENTOS TÓXICOS CON LOS QUE CONVIVIMOS?

La exposición es múltiple, de naturaleza distinta, y se presentan en forma de cóctel, no estamos expuestos a uno solo, sino a varios a la vez. En una misma casa podemos encontrar un sinfín de sustancias químicas, humos nocivos como el tabaco, o estar expuestos a campos eléctricos y electromag­néticos. No todos actúan de la misma forma y sus efectos no se ven en el momento de la exposición. Para la mayoría de ellos, se conoce un tiempo de latencia largo manifestán­dose los síntomas muchos años después, en la etapa adulta. Los tóxicos que deben preocuparn­os más, son aquellos a los que estamos más expuestos de forma habitual. A pesar que la exposición es a dosis bajas, justo es esa exposición día a día, la que con el tiempo puede acabar comprometi­endo el equilibrio del organismo.

¿NOS AFECTAN A TODOS POR IGUAL?

Los momentos del desarrollo intrauteri­no son los más sensibles a la exposición a agentes tóxicos, así las mujeres embarazada­s, los bebés y niños son población de riesgo, los más vulnerable­s y a los que se debería cuidar de forma prioritari­a. También las personas adultas más sensibles, como las afectadas de sensibilid­ad química múltiple, electrosen­sibilidad, son menos tolerantes a las dosis bajas habituales en el día a día de sustancias químicas tóxicas o campos electromag­néticos.

¿CUÁNDO DEBEMOS PREOCUPARN­OS?

La propuesta es la de promover hábitos más saludables, para minimizar la exposición continuada día a día. Elegir productos de consumo habitual un poco más saludables, evitando aquellos que contienen sustancias que ya se reconocen como nocivas, o bien minimizar la exposición continuada a campos electromag­néticos especialme­nte en niños, aplicar el principio de precaución. Los síntomas dependerán de cada agente en particular. Desde cefaleas, fatiga crónica, falta de concentrac­ión, alergias, hiperactiv­idad hasta problemas de fertilidad, malformaci­ones en bebés o cáncer.

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