Cómo reconciliarse con el pasado
La columnista nos invita a reflexionar con la siguiente frase: “el que hace se equivoca, quien no se equivoca es porque nunca intenta nada”. Habría que preguntarse “¿por qué a mí no?”, ningún ser humano está exento, la vida es cambio constante, nada está estático y el Universo confabula constantemente para que tomemos consciencia del estadío evolutivo en el que nos estamos desarrollando.
La evolución en nuestra vida la alcanzamos por cúmulo de experiencias, aunque sean negativas. Sin embargo, pocas personas pueden considerar a este bagaje como el conjunto de historias que construyen su vida y lo cargan como una pesada mochila de la que quieren desprenderse. Pero caen en utopías, ya que esa mochila se lleva tan asentada en el ser como las huellas digitales en la piel.
Uno de los principales factores que nos induce a empeñarnos en pretender que el pasado negativo no existe es el sentimiento de culpa por errores cometidos o quejas por situaciones padecidas. Sin embargo, como dice el dicho hecho: “el que hace se equivoca, quien no se equivoca es porque nunca intenta nada”.
El miedo constante al castigo por el error cometido nos induce a generar un halo de energía negativa alrrededor en que una y otra vez es uno mismo quien se sumerge en el mar eventos desafortunados. En realidad, el castigo está de por sí originado en la conmoción por la falta cometida o el hecho acontecido.
La vida es un cambio constante
Cada crisis o dificultades que se presentan en nuestra vida tienen una razón de ser. Quejarse por la situación, incurrir en constantes lamentaciones, nunca es el timonel que conduce a buen puerto. Cuando logramos capitalizar cada circunstancia entendiendo el “para qué” podemos avistar la ruta a recorrer. En cambio, si nos detenemos en el “por qué” y nos victimizamos por la situación considerando una “cuestión de mala suerte” quedamos anclados en medio de una niebla que impide encontrar el rumbo.
El efecto del error esta signado por el remordimiento y el lamento, no tiene relación alguna con el hecho en sí mismo o con su causa, sino con la percepción que tenemos acerca de ese evento, de nosotros mismos y de nuestras oportunidades ante la existencia. En definitiva, al deprimirnos en exceso, al preguntarnos: “¿por qué a mí?” lo que logramos es el autocastigo y nos derrumbamos en autoflagelación. Entonces, la pregunta correcta sería: “¿por qué a mí no?”, ningún ser humano está exento, la vida es cambio constante, nada es estático y el Universo confabula constantemente para que tomemos consciencia del estadío evolutivo en el que nos estamos desarrollando. La experiencia es nuestra gran Maestra, nadie aprende a desenvolverse en la vida por teoría o por lo que otros cuentan, de la misma manera que un niño aprende a no tocar la estufa luego que lo hizo y se quemó con ella, a pesar de todas las advertencias previas de sus mayores.
Reconciliarnos con el pasado
La aceptación de decisiones mal tomadas teniendo la convicción de que no volveremos a incidir en la misma falta, mitiga la sensación de impotencia y es el paso decisivo para liberar el karma.
El libre albedrío está activo en cada ser, pero siempre hay motivos que inducen nuestras elecciones. Comprender cuáles fueron los eventos que nos sujetaron a vivir la experiencia a optar por tal o cual cosa, es de gran ayuda para poder continuar mirando hacia adelante. Pero una vez asimilada la situación ya no es cualquier andar hacia adelante: es un andar cargado de experiencias que nos conduce hacia nuestro próximo nivel evolutivo y poder tener conciencia de ello es el más grande desafío del ser pensante.