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“DE CRISTINA APRENDI SU CORAJE”

FACUNDO MANES, EL NEUROLOGO DE LA PRESIDENTA, CERCA DE LA POLITICA

- Por Diego Esteves

Hijo del “médico del pueblo”, Facundo Manes (44) se acostumbró de chico a una casa sin horarios y con urgencias. Es que en su Arroyo Dulce natal, una localidad de menos de 2000 habitantes ubicada entre Salto y Pergamino, no había quien no confiara en los conocimien­tos de don Manes. Será en parte por eso que el sábado 5 de octubre de 2013, mientras se preparaba para disertar en el Congreso CREA de Trenque Lauquen, al neurólogo no le tembló el pulso cuando lo convocaron para atender a una importante paciente, Cristina Kirchner (61). Egresado en Medicina en la Universida­d de Buenos Aires, Master in Sciences de la Universida­d de Cambridge, fundador del Instituto de Neurología Cognitiva INECO, flamante rector de la Universida­d Favaloro, marido de Josefina y padre de Manuela (9) y de Pedro (5). Todos esos títulos ostenta Manes, a pesar de que mediáticam­ente haya trascendid­o por ser el neurólogo que trató el hematoma subdural que alejó a Cristina del ejercicio del poder durante 47 días. Un reconocimi­ento que había sido buscado con cautela a través de su misión en INECO, y que fue encontrado el día que el destino puso en sus manos la salud presidenci­al.

Detrás de sus pergaminos médicos, el autor de “Usar el cerebro: conocer nuestra mente para vivir mejor”, es un hábil relacionis­ta público amante de los desafíos. Por eso, quienes lo conocen no se sorprendie­ron al escuchar el rumor que lo ponía como precandida­to a gobernador bonaerense por el radicalism­o de su amigo senador, Ernesto Sanz. Entre la medicina y la política, Facundo evita las certezas, aunque su vocación trascienda las fronteras de la neurocienc­ia.

—¿Qué puede aportarle la neurocienc­ia a los argentinos?

—El rol de la investigac­ión científica es mejorar la vida de las personas. En el caso de las neurocienc­ias, como todo lo hacemos con el cerebro, puede influir fundamenta­lmente en dos sentidos. Por un lado, en la prevención, diagnóstic­o y tratamient­o de enfermedad­es neurológic­as y psiquiátri­cas de gran impacto en la sociedad; y por el otro, estoy convenci-

“Para cuidar mi cerebro hago ejercicio físico, emprendo desafíos intelectua­les, duermo y lucho contra el estrés.”

do de que cuando uno más conoce y comprende sobre el cerebro, segurament­e más va a valorarlo, cuidarlo y potenciar su funcionami­ento.

—¿Cuánto lo inspiró la figura de René Favaloro? —Aprendí a respetar al Dr. Favaloro gracias a mi padre, que también fue médico rural en Arroyo Dulce (provincia de Buenos Aires). Mi padre admiraba y tenía un afecto entrañable por este médico/científico que supo pensar en el país y en su gente antes que en él mismo. Por eso me siento muy honrado por formar parte de dos de sus grandes proyectos: la Fundación Favaloro (y su sueño de investigar y tratar el corazón y el cerebro) y la Universida­d Favaloro. —¿Cómo ejercita su cerebro? —Intento hacer todo lo que recomiendo, aunque no es fácil cumplir todo por el ritmo de vida que tenemos. Básicament­e, realizo ejercicio físico, emprendo desafíos intelectua­les, tengo una vida social activa, duermo bien, lucho contra el estrés y me realizo chequeos anuales.

—¿Cómo es un día de su rutina? ¿Qué hace en su tiempo libre?

—Divido mis tiempos entre mi tarea en la Fundación INECO, que tengo el honor de presidir, el rectorado en la Universida­d Favaloro, los pacientes, y colaborar con los investigad­ores de nuestro grupo. Por otra parte, me dedico, por email, Skype o viajando, a mis responsabi­lidades internacio­nales. Mis pasatiempo­s son el cine, comer con amigos, disfrutar de mi familia, viajar y hacer ejercicio físico. Además, me gusta mucho leer sobre política e historia.

—¿Qué tienen en común la ciencia y la política?

—La ciencia no es más que una manera de preguntar y responder a partir de algunos pasos necesarios. Por ejemplo, revisar lo que ya otros investigar­on sobre eso; proponer una respuesta original y creativa; probar esa respuesta; llegar a una conclusión; y dar a conocer los resultados para que otros lo puedan utilizar. Y también la práctica científica tiene otra cualidad fundamenta­l: el trabajo en equipo. En este sentido la ciencia puede transforma­rse en una metáfora para otras esferas de la sociedad. Y un terreno fértil es la política.

—¿Qué punto en común tienen

la neurocienc­ia y la política? —Muchas cosas. Una de ellas es un concepto que me parece fundamenta­l para pensar un país: el de “miopía de futuro”. El lóbulo frontal es lo que nos diferencia de otras especies ya que es el área del cerebro clave para pensar el futuro. Es importante para la toma de decisiones, para la planificac­ión y para mirar el largo plazo. Existe una enfermedad muy extendida en el campo de la neurología que se da en pacientes con daño en el lóbulo frontal. Se dice que estos pacientes tienen una “miopía del futuro” en su toma de decisiones, ya que privilegia­n la recompensa inmediata aunque esto tenga repercusio­nes negativas. Muchas veces nuestro país parecete nerestamis mamio píadelfutu­ro. Y, como sociedad, elegimos lo que nos brinda una satisfacci­ón inmediata hipotecand­o nuestro destino y el de las próximas generacion­es.

—¿Cuánto hay de razón y cuánto de emoción a la hora de elegir a alguien que nos represente? —Hoy existe evidencia científica de que la toma de decisiones humanas no es un proceso lógico y racional sino que en muchísimas ocasiones está facilitado por la emoción.

—¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Arroyo Dulce?

—Los recuerdos prepondera­ntes son los de una infancia feliz en una ciudad próxima, amable, donde mi hermano Gastón y yo éramos muy compinches y nos hacíamos conocer (y querer, ojalá) por todo el mundo.

—¿Cómo era la vida diaria en la casa de los Manes?

—Era, por lo general, tranquila y plena, con mi mamá que nos atendía para que tuviéramos lo apropiado para crecer sanos y felices, y mi papá con una calidez que siempre se permitía una broma, una enseñanza o un abrazo. Toda esta cotidianei­dad familiar estaba también cruzada por el hecho de que mi padre era médico y por eso había mucha gente que lo buscaba en casa a toda hora. También recuerdo con orgullo que él siempre estaba dispuesto. —¿Se hablaba de política? —Una dosis parecida a lo que se hablaría en la mayor parte de las casas argentinas. Recuerdo como una época de muchísima intensidad la de la recuperaci­ón democrátic­a, los discursos de Alfonsín, el juicio a las juntas... Esos años fueron de mucha conversaci­ón política en nuestras ca- sas, pero también entre amigos .

—¿Se define abiertamen­te radical como ellos?

—Ellos votaban al radicalism­o (mi madre creo que los sigue votando, debería preguntarl­e) y es cierto que se definían así. Pero creo que estos tiempos son otros, y hoy la comunidad se mueve más por conviccion­es e intereses que van más allá de las tradicione­s partidaria­s.

—¿Siente que la política perdió el poder de enamorar?

—No, para nada. Como dije en otras ocasiones, la política es una fabulosa herramient­a de transforma­ción social y muchas veces las sociedades y sus líderes experiment­an mayor efusividad en sus vínculos. No creo que ésta sea una época de apatía. Le digo más, creo que es un momento en el que la sociedad está mirando a la política con ojos que van más allá de lo inmediato, con (como dijo alguna vez Borges) el derecho y el deber de la esperanza. —¿Qué le seduce de la política? —Lo que le dije antes fundamenta­lmente, la posibilida­d que genera de que las sociedades se transforme­n, de que actúen a favor del bien común, que, como en una familia, cuide a quienes requieren especial cuidado y potencien y exijan a aquellos que pueden dar lo mejor de sí en favor de la comunidad.

—¿Qué opina de Cristina como dirigente político? —Opino que tanto ella como Néstor Kirchner son, evidenteme­nte, grandes protagonis­tas de la historia reciente de nuestro país. Y sobre ésto quiero decir algo más que me parece importante: Cristina dentro de un año y medio será una ex-mandataria que habrá ejercido la presidenci­a durante ocho años. Tendrá mucho para aportar desde su experienci­a. También los anteriores presidente­s, gobernador­es y dirigentes en general. Debemos tener una mejor relación con nuestro pasado reciente, y aprender de ellos.

—¿Cómo fue atender a la presidenta?

—Para mí y para todo el equipo fue un gran honor atender la salud de una primera mandataria.

—¿Cristina habrá aprendido mucho de usted pero, aprendió algo a usted de ella? —Sobre lo primero, debería preguntárs­elo a ella. Sobre lo segundo, el coraje que tuvo para enfrentar momentos difíciles de la vida.

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 ??  ?? Magíster en Ciencias por la Universida­d de Cambridge, Manes fundó el Instituto de Neurocienc­ia INECO, en 2005. Hijo de un médico rural, su vocación de servicio trasciende las fronteras de la medicina.
Magíster en Ciencias por la Universida­d de Cambridge, Manes fundó el Instituto de Neurocienc­ia INECO, en 2005. Hijo de un médico rural, su vocación de servicio trasciende las fronteras de la medicina.
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