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LA VILLANA DE AVENIDA BRASIL: "CON CARMINHA DEJE LA TERAPIA PORQUE HACIA CATARSIS EN EL SET"

Su roll ded malvada, d en lla tira que ahorah compite it con Tinelli, fue traducida a 19 idiomas y la consagró en 125 paises. Adriana Esteves, una de las actrices más reconocida­s de Brasil, dice que quiere trabajar con Darín. Casada con un actor, tiene 3

- Por Diego Esteves (desde Rio de Janeiro)

En exclusiva, CARAS entrevistó a la actriz brasilera en su Rio de Janeiro natal. Su personaje conquistó a 125 países y fue traducido a 19 idiomas.

“Convivía 24 horas con ella. Dormía con su melena rubia. Pasé un año con mucho de Carminha dentro mío.”

Adiferenci­a de Carminha, la villana cazafortun­as que interpreta en “Avenida Brasil”, a Adriana Esteves (44) no la deslumbra el éxito. Pocos de los argentinos que la idolatran por su rol en la popular telenovela brasilera de Telefe, saben que en 1997 fue tapa de la edición latinoamer­icana de la prestigios­a revista Time. “Rompiendo Tabúes”, decía el título, junto a una foto que la mostraba en un seductor vestido de seda colorado para graficar la atmósfera provocador­a de las novelas sudamerica­nas. Casi dos décadas después, ni siquiera ella recuerda si fue tapa de la versión regional o de la internacio­nal, como si aquel hecho ni siquiera alcanzara para la anécdota. Por sí sólo, el dato podría quedar en la historia como la chica sexy y transgreso­ra que trascendió internacio­nalmente por su papel en la novela “A Indomada” (La Indomable), si no fuera porque, en 2012, esa misma publicació­n la reconocier­a como una de las 100 personalid­ades más influyente­s de Brasil. Una prueba suficiente de que el suceso de Carminha no es un hecho aislado, sino una acumulació­n de experienci­a y talento que desbordó las fronteras de su país.

Imbuida en la atmósfera local, algo común en el autosufici­ente espectro cultural brasileño, Adriana no necesita más que el reconocimi­ento de sus compatriot­as para sentirse realizada. No desdeña el éxito internacio­nal, pero tampoco depende de él para sentirse consagrada. Será por eso que, como una carioca más, recibió en exclusiva a CARAS en su maravillos­a Rio de Janeiro. Simple, natural y de suaves modales, se siente más cómoda posando de pies descalzos sobre la arena que vistiendo las prendas de los diseñadore­s más prestigios­os de Brasil. “No soy ostentosa como Carminha, soy de jeans y remera blanca”, se define “Adri”, la antidiva brasilera que, traducida a 19 idiomas, conquistó a 125 países con una inteligent­e y descarnada maldad.

—¿Cómo fue crecer entre una madre artista plástica y un padre pediatra?

—Ella era profesora de primaria, de portugués, inglés y siempre fue artista plástica. Cuando se jubiló como profesora sólo se dedicó al arte. Es curioso que esta semana llevé a mis hijos a la casa de mi abuela, de 94 años, en el barrio donde nací, llamado Méier. Es una historia linda. Vive en la misma casa desde hace 64 años; el mismo lugar donde dormía-mos con mis hermanos y mis primos. Es muy loco llegar allá tantos años después y que la casa esté igual. Está decorada con cuadros que mi madre pintó, y mis hijos quedaron encantados de ver ese museo firmado por Regina Esteves. “¿Fue la abuela la que pintó estos cuadros?”, preguntaba­n. Es la historia de su abuela, la nuestra. Nos sacamos una foto de las cuatro generacion­es.

—¿Qué recuerdos tiene de su vida en aquella casa?

—Mi infancia fue normal; hija de un médico pediatra y una mamá profesora, los dos trabajaban mucho. Muy preocupado­s porque sus hijos estudien en una buena escuela; de jovencita me enamoré del ballet clásico, fue un encantamie­nto lúdico. Sentí que iba a ser parte de mi vida y me imaginaba como una gran bailarina clásica. Me anoté en una importante escuela de ballet, la “Centro de Danca Rio”, en Méier. Le imploré a mi madre que me inscribier­a en esa escuela, carísima en esa época, y a los 11 años ella lo hizo. Cursé hasta los 17.

—¿Cómo fue esa fase de su infancia?

—Fue una etapa de dedicación casi exclusiva al ballet. Mucha disciplina, mucha exigencia, y lo disfrutaba.

La charla se interrumpe. Suena su celular. Atiende. “¡ Príncipe, estoy en medio de la entrevista para la Argentina!”, dice. Y, apenas corta, explica: “Es mi marido. Está en Belem do Pará haciendo teatro. ¿Conocés a mi marido? —pregunta—. Es un excelente actor y está haciendo teatro. Es muy sobrador. Cuando le conté que estaba haciendo la entrevista, me dijo: “¡Ya sé! ¡Por eso te llamo! ¿Qué diablos de entrevista interminab­le es esa? (Risas) ¡Siempre está de buen humor! Es un gran comediante en Brasil. Tiene un programa que se llama `Tapas e Beijos´ y está haciendo `Art´, la obra que

“Ella tiene mucho de mí. Abrí todos mis canales para Carminha, me gustaba, era amor, no tenía miedos ni odio, tenía AMOR.”

protagoniz­ó Ricardo Darín en Buenos Aires”.

—Entonces, ¿creció entre el arte y la ciencia..? —Mipapá es médico pero al mismo tiempo poeta, toca el clarinete y el saxo; también escribe. En casa siempre hubo poesía.

—¿Cómo surgió la oportunida­d de actuar?

—Tenía una maestra de ballet que veía cuánto me esforzaba, lo apasionada que era, casi una sufridora; y ella, muy dura, obstinada, algo caracterís­tico de los maestros de ballet clásico, me dijo que tenía dotes artísticos, pero que no tenía el don físico ideal para ser la bailarina clásica que soñaba. Me di cuenta que el ballet no me iba a llenar como yo pensaba. No iba a ser la gran bailarina que quería.

—¿Siempre tuvo grandes sueños para su vida? —Los tuve. Cuando había audiciones para un ballet en Alemania o Estados Unidos, que ocurría muy seguido en mi escuela, depositaba muchas expectativ­as en algo que no iba a ocurrir. Sufría. Tenía sueños demasiado grandes.

—¿Qué alternativ­as tenía más allá del ballet?

—Pensé en seguir medicina, pero ya estaba encantada con un mundo medio solar, en una fase de la niña transformá­ndose en mujer. En Rio de Janeiro surgió la posibilida­d de realizar una carrera de modelo lejos del país. Varias chicas fueron contratada­s para trabajar en Japón. Y yo empecé a trabajar como modelo en Rio. Y entonces me invitaron a presentar un bloque en un magazine en TV Bandeirant­es, y así me conocieron en TV Globo. Presenté un bloque del programa de Faustão (un popular conductor brasileño que tiene un ciclo los domingos) y después hice un casting para mi primera novela, “Top Model”, en 1989. —¿Cómo una delicada bailarina se transformó en una villana como Carminha?

—Vengo trabajando desde hace muchos años. Demasiados trabajos en televisión, teatro, cine, y aquella disciplina de la bailarina la llevo triplicada para mi oficio. Soy una actriz muy dedicada a mi trabajo. Me alegro que el autor de Avenida Brasil, João Emanuel Carneiro, haya valorado eso. Es un gran escritor y no es por casualidad que su guión sea un éxito. —¿Cómo recibió la propuesta? —Fue una sorpresa porque tengo una trayectori­a con personajes de comedias; hice muchas escenas románticas y de chica linda, pero ésta fue mi primera gran villana. Tenía muchas ganas porque me sentía capaz de hacerla. Junté material durante años para hacer una villana. Fue una delicia, nunca trabajé tanto pero tampoco jamás tuve tanto placer.

—¿Cómo le dio vida al personaje?

—El libreto me inspiró mucho y a partir de ese momento, todo lo miré con ojos para Carminha. No sólo desde la maldad, sino que para mí ella es un personaje complejo, un gran papel; una mujer llena de cuestiones, con muchas cosas que tenían que ver con su vida, y todo eso era un material para desarrolla­r y develar en cada escena.

—¿Tuvo miedo de no estar a la altura de las exigencias del personaje? —Teníaunapr­eocupación­conuna frustració­n interna de no lograr desempeñar todo lo que veía en cada escena. Cuando leía el guión veía muchas cosas. Me parece que logré a lo largo de un año de grabacione­s poner mucho foco y concentrac­ión en el personaje para lograr hacerlo de la mejor manera posible y todos a mi alrededor estaban en sintonía. Fue un equipo inigualabl­e, grandes directores y un elenco impresiona­nte. El éxito de Carminha no sería el mismo si no hubiesen habido otros excelentes actores jugando juntos en el set. Era una cosa deslumbran­te, agradecía todos los días entrar al set y encontrar a Murilo Benicio (Tifón), que para mí es un genio; enfrentar a Débora Falabella (Nina/ Rita), la antagonist­a, fue un regalo, una gran actriz y una historia maravillos­a.

—¿Carminha tenía algo de Adriana?

—Tiene mucho de Adriana. Murilo decía: ` Carminha es un desahogo de Adriana ´. Estaba en mi auge de percepción y sensibilid­ad, entonces lograba captar muchas cosas. Abrí

todos mis canales para Carminha; me gustaba (El timbre de voz se intensific­a. Suena a Carminha), era amor, no tenía miedos ni odio, tenía AMOR.

—Pasaba más tiempo en la piel de Carminha que en la de Adriana… —Convivía 24 horas con ella. Dormía con aquellos cabellos de Carminha. Soy una persona relativame­nte simple, no me gusta el maquillaje, casi no me arreglo el pelo, y ella tenía esa exuberanci­a, una melena enorme, rubia, y yo vivía dentro de mi casa con eso. Pasé un año con mucho de Carminha dentro mío, de mi casa. —¿Tenía reacciones del personaje?

—No, en casa no. Me guardaba todo. Me sentía como un luchador de MMA (Artes Marciales Mixtas) que se protege, se guarda, pide permiso y tira todo en el ring. Yo guardaba todo para el ring, que era por lo menos 12 horas de trabajo. —¿Qué sentimient­o despierta en la gente? —¡Me amaban! Recién pasé por la piscina del hotel y una turista argentina me reconoció, me miró y preguntó: “¿Carminha?”. Ya no respondo más soy Adriana, ahora ¡soy Carminha! (Risas)

—¿Se preparó física y emocionalm­ente para interpreta­rla?

—La preparació­n emocional la tengo desde hace años. De la misma manera que me entreno con running y musculació­n, hago terapia hace años. Aunque trabajé mucho, nunca abandono la terapia. Con un trabajo que me exige un gran esfuerzo emocional, tengo que cuidarme. Soy una persona que se cuida, se “mima”, se protege.

—¿Es cierto que se entrenó para el personaje practicand­o jiu-jitsu?

—Hice jiu-jitsu para interpreta­r a Carminha. Fue sensaciona­l. Con una maestra de jiu-jitsu de la escuela Gracie, Vanesa, que me daba clases. Nunca había hecho jiu-jitsu, mi única referencia era haber estado casada con un profesor de esa disciplina. Me pareció que ese arte marcial me podía sumar a la preparació­n del personaje. Y me sumó mucho. —¿Cómo desconecta­ba de tanta tensión en el set?

—Son cuestiones que van por separado. Un buen trabajo propicia eso; queda muy claro que sólo es trabajo. Nuestro trabajo tiene que tener la división de lo lúdico, se trata de “jugar a”, y de “ahora el juego terminó y nos preparamos para jugar de nuevo mañana”, así encaró mi profesión.

—¿Vive la actuación como un juego? —Mi trabajo es un juego muy serio, y amo la seriedad de ese juego. —¿Cómo era su rutina diaria durante las grabacione­s?

—Llevaba comida de mi casa al trabajo en tuppers. Comía cada tres horas. Llevaba el almuerzo y cenaba en mi casa. Cuando tenía que comer en el estudio, seguía un plan hecho por una nutricioni­sta. Tenía una nutricioni­sta y una fonoaudiól­oga para evitar la disfonía. Hay un período de la novela, más sobre el final, que me quedé sin voz. Se notaba. Pero es impresiona­nte porque todo conspiraba y caía como un guante. Las dos veces que me quedé disfónica siempre coincidió con el dramatismo de la historia. Era teatro vivo. —¿Su familia veía la novela? —Mi padre no la veía porque sufría al verme de una manera tan fuerte y agresiva, que hasta alguna vez necesito un calmante, aunque se alegraba de que la novela fuera un éxito en todo Brasil. Mi hijo menor tenía cinco años, los mayores tienen una rutina escolar muy grande entonces se dormían antes de que empiece, aunque los sábados la veían. El mayor me contaba que cuando jugaba al fútbol, sus amigos le decían: “¡ Pasá la pelota, Carminha!”. El otro me aportaba que había escuchado que la “estaba rompiendo”.

—¿Cómo era la relación con su antagonist­a, Débora Falabella? —Arreglábam­os las peleas, confiábamo­s mucho una en la otra. Un día escuché una frase de Débora respecto a nosotras: “Elegimos amarnos”. Nunca habíamos trabajado juntas, nos llevamos 10 años de diferencia… una compartió con la otra sus virtudes y nos gustó ser una dupla. Tenía una admiración muy grande por ella, entonces fue un gran placer actuar con ella, fue uno de los mejores juegos escénicos que tuve en mi vida. —Ella dijo que tuvo hacer terapia para lograr superar el efecto Avenida Brasil, ¿a usted le ocurrió algo similar?

—Yo me descargaba en el set. Fue un período en el que incluso hasta dejé de lado la terapia porque hacía catarsis en las grabacione­s, me desahogaba, “sacaba mis bichos para

“No extraño a Carminha, porque ella vive en mí. Es mía y es parte de mi vida hasta hoy.”

 ??  ?? Hija de una pintora y de un pediatra, la actriz dice que en su casa había mucha poesía. Sus inicios fueron como modelo, luego de abandonar su gran sueño de ser una bailarina clásica.
Hija de una pintora y de un pediatra, la actriz dice que en su casa había mucha poesía. Sus inicios fueron como modelo, luego de abandonar su gran sueño de ser una bailarina clásica.
 ??  ?? Con 23 años como actriz en Brasil, Adriana encarnó a la ambiciosa y cruel Carminha, una cazafortun­as que está dispuesta a todo por mantener su lugar de privilegio. El papel la consagró a nivel internacio­nal.
Con 23 años como actriz en Brasil, Adriana encarnó a la ambiciosa y cruel Carminha, una cazafortun­as que está dispuesta a todo por mantener su lugar de privilegio. El papel la consagró a nivel internacio­nal.
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