UNA EXQUISTA PIEZA DE EPOCA CON MATICES ARTISTICOS Y ACTUACIONES NOTABLES
ANDREA BONELLI ROMPE LAS BARRERAS DE SUS PROPIOS LIMITES PARA VIVIR UN ROL CONSAGRATORIO
Ser mujer, y enfrentar con ovarios una sociedad hipócrita y prejuiciosa, en donde los grandes valores pertenecen sólo al género masculino, en una Buenos Aires de la década del 20, es, desde el vamos, una postura dolorosa con un final trágico y previsible. Romper las barreras de la burguesía porteña sin someterse a los mandatos morales - en donde los permisos sexuales eran vedados y condenados- impone a “Gígolo” - en el teatro Regio- un guión donde la investigación de la época -precisa y correcta- llevaron a su autor, Enrique Garcia Velloso –uno de los grandes de la dramaturgia argentina (1880-1938), profesor de literatura, castellano y declamación– a escribir un texto donde se disfrutan el peso de las palabras y la intención de los hechos. Reivindicando el lenguaje y al frente de esta experiencia llena de tempestades, Andrea Bonelli parece haber encontrado el formato ideal para explotar cada uno de sus matices artísticos: construyendo una mujer potente, vulnerable, pero al mismo tiempo, vencida y derrotada por el desamor, el engaño, y lo que es peor, la vergüenza de su propia vida. Ver su intensidad en el escenario cautiva y conmueve. Sin lugar a dudas, es un rol que la consagra y la ubica en un plano de estelaridad y compromiso que el público, ovaciona y agradece. Michael Noher - en el rol de un joven vividor sexual y cocainómano- tiene veracidad y carisma. De la misma manera, Florencia Torrente, se atreve a componer a una adolescente aturdida por el abandono y los miedos, y -sin pretensionesatraviesa con presencia y actitud un personaje clave en ésta historia demoledora. Su belleza, gélida y diáfana, acompañan un excelente trabajo artístico. Mario Alarcón, Matias Poloni, Susana Varela, Lisandro Zárate Giménez, María Barreta, Victor Hugo Vieyra, Fabio Aste y César Bordón, transitan la dramaturgia con discreción y sin sobresaltos. La dirección de Susana Toscano permite sentir la temperatura de los personajes y les otorga colores a una paleta - que por la crudeza del autor- pareciera estar en blanco y negro. HECTOR MAUGERI.