Caras

“A MACRI LE ACONSEJO SACAR DE OLIVOS TODO LO QUE DEJO CRISTINA”

ANGELES EZCURRA, LA SANADORA DE CONFIANZA DEL PRESIDENTE

- Por Diego Esteves

Se curó el cáncer y erradicó de su cuerpo una cirrosis hepática comiendo por seis meses zapallo, zanahoria, arroz yamaní, perejil picado fresco y sésamo. “Si alcalinizá­s la sangre para que el virus no viva, es como sacarle el agua a un pez”, explica la coach espiritual Angeles Ezcurra (60), quien se hizo famosa en 1997 como la “bruja” de Mauricio Macri (57), luego de que a pedido del entonces presidente de Boca Juniors “limpiara” el estadio “La Bombonera” y diera paso a la etapa más ganadora de la historia del club. “Soy un testimonio vivo de que el cáncer y la cirrosis tienen cura. Lo que no quiere decir que la gente no vaya al médico”, advierte esta argentina nacionaliz­ada mexicana, quien reside en el D.F. desde hace 20 años.

Armonizado­ra, sanadora, facilitado­ra espiritual, se especializ­ó en el estudio de terapias vibraciona­les como la metafísica, las flores de Bach, la gemoterapi­a, la naturopatí­a, el johrei, el reiki y la radiesteci­a. En su infancia, convivió con el padre italiano Mario Pantaleo y el sanador griego Angel Acoglanis.

Vino a la Argentina para presentar su libro “¿Y si te animás a cambiar? Guía para la paz interior”. En su entrevista con CARAS, se presenta como una opción a la medicina tradiciona­l, habla de las energías negativas que se acumulan en los ángulos de 90 grados, le presenta batalla al asado argentino y hasta le da un sugerente consejo espiritual al Presidente. —¿Cómo limpió la Bombonera? —Fue en 1997. Había energías muy pesadas acumuladas en los ángulos de 90 grados. Limpié no sólo el césped sino las plateas, las populares, los túneles, el estacionam­iento, la cancha de básquet —ese año salieron campeones—. Le consultaro­n a Mauricio Macri y me citó en su oficina de Puerto Madero. Me preguntó qué había que hacer y cómo se hacía. Le dije que trabajaba con oración y necesitaba agua, aceite de cocina —una botella— y sal gruesa —250 kilos—, como los sacerdotes, para consagrar cada una de las esquinas del lugar. Fui un viernes por la noche, porque querían que fuera algo secreto. Dios me dio la respuesta de por qué tenía que hacerlo, porque debía generar conciencia en mucha gente. Si ahora me miran con cara rara, imaginate en ese entonces. En México, donde vivía, publicaron una nota que titularon “Un ángel limpió Boca”. Enseguida llegaron los re-

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