DUELO DE TALENTOS AL RESCATE DEL LEGITIMO UNIVERSO AFECTIVO
JULIO CHAVEZ Y ADRIAN SUAR: ACTORES QUE HONRAN EL ARTE DEL TEATRO
La sangre duele. Los lazos de hermandad, aún en las situaciones más extremas y dolorosas, conviven con los legados heredados. Quizás por eso, cuando se trata de dividir o separar lo que la vida se encargó de construir, como si se tratara de bienes materiales que pujan por un beneficio heredado, los viejos rencores amenazan los vínculos y la sangre, esa que duele, palpita en las venas de sus protagonistas. La legitimidad, el temor a lo dicho, o a lo que uno está a punto de decir, y por sobre todo, el rescate de lo afectivo “de dos hermanos que se unen para hacer justicia en relación a la historia que creen que tienen en común y por separado” según detalla su autor, es la arteria principal de esta comedia dramática escrita por Julio Chavez y Camila Mansilla. Un texto sin complejidades ni artilugios que palpita al compás de su propio ritmo. La presencia escénica de Chavez garantiza calidad y crudeza actoral. El actor, un maestro que honra el arte de la interpretación, se impone con la fuerza de un animal hambriento y voraz. Sus matices siempre sorprenden y aquí se permite el humor, la ironía y muestra un paisaje emocional que deja a la platea en estado de shock. El disfrute se percibe en su actitud frente a la audiencia y la vulnerabilidad se acrecienta exponiendo su madurez como escritor y hombre de teatro. Junto a él, y sin dejarse atormentar por la topadora del protagonista, Adrián Suar se atreve a un nuevo desafío; tocar una tecla para él no tan abordada como la desolación y el drama. De todas estas instancias sale airoso, casi solemne. Con su humor irreverente, histriónico y tan luminoso como “argento”- aporta frescura y propone, sin querer o queriendo, vaya uno a saber, una complicidad sincera e histórica con el espectador. La gente lo quiere y lo ovaciona. Nada en el es pretencioso. Y esto se agradece. Porque enaltece su frescura y eleva su registro y capacidad actoral. La escenografía de Jorge Ferrari es de una calidad que supera la intimidad de la historia y la dirección, del galardonado director televisivo Daniel Barone, se concentra en proyectar emociones y destacar las pulidas diferencias entre Suar y Chavez. Otro trabajo para resaltar es el de Manuela Pal, quien garantiza que en el teatro no hay papeles pequeños cuando un actor tiene formación, capacidad y talento. Marcelo D'Andrea y Francisco Lumerman siguen la línea propuesta por el autor sin distracciones. Con producción general de Suar/Nacho Laviaguerre y producción ejecutiva de Edgardo Ariel Alba, un hombre que creció de la mano de Alejandro Romay y hoy traduce su capacidad en un lenguaje de ejecutividad y precisión, “Un Rato con El”, definitivamente, es un duelo de talentos que convoca a la reflexión sobre un laberinto de dudas e inquietantes certezas. HECTOR MAUGERI