Por Hector Maugeri Vicedirector de Revista Caras
Conocí a Miguel Angel Solá, cuando él apenas atravesaba los 30 años, y yo, hacía mi primer reportaje con él. Durante más de dos semanas lo entrevisté en su casa, en los camarines del teatro y en el set de grabación. Por aquel entonces, la “rebeldía” de Miguel – como lo definían mis colegas— hacia que enfrentarse a él fuera una tarea nada sencilla. Pero para mí lo fue. Me recibió con afecto, fue generoso y me enseñó mucho más de lo imaginado, con sólo escucharlo hablar de la vida y la profesión. Siempre se lo agradecí, aun hoy sigo haciéndolo. En la vida hay que tener memoria y reconocer quienes han sido los pilares de tus sueños en la carrera. Este encuentro nos enfrentó a un nuevo desafío: yo preguntaría como lo hice alguna vez – con rigor, profesionalismo y curiosidad— y él, volvería a mostrarme un sendero de palabras que recordaré por siempre. Lo admiro, es cierto. Lo quiero, también es cierto. Pero esto no impidió que dejara atrás mi lugar como entrevistador . Tengo que reconocer que cuando nos encontraos en el bar, y volví a encender el grabador, el corazón me golpeó en el pecho como la primera vez.