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LA TRADICION DE LA EXCELENCIA ESCENICA

UN LEGENDARIO MUSICAL QUE REAFIRMA LA PRECISION DEL GENERO

- Por Héctor Maugeri

Las sutiles cuerdas del violín, acariciada­s desde el tejado de un legendario pueblo de Rusia del 1900, son el inicio de una historia de tradición judía, tan inestable como el frágil sonido del instrument­o. La comedia musical “Fiddler on The Roof ” se estrenó en Broadway en el año 1965 y fue reconocida con nueve premios Tony, incluyendo al Mejor Musical. El año pasado se reestrenó con el mismo éxito que entonces, consagrand­o a la obra, escrita por Joseph Stein, con música de Jerry Bock y letras de Sheldon Harnick, como uno de los clásicos del musical americano de todos los tiempos. Es que cuando se trata de comedias puras, en las que los valores de los orígenes y las culturas, se enfrentan con los cambios que proponen las nuevas generacion­es, el interés del público siempre está vigente. Cuarenta años de su estreno en Buenos Aires – en 1969 y 1980 la protagoniz­ó Raul Rossi con Paulina Singerman, en la primera versión, y Goldie Flemi, en la segunda; y en el 2002 estuvo a cargo de Pepe Soriano y Rita Cortese en los roles estelares –el telón del teatro Astral se levanta para recibir a uno de los más grandes cantantes– tanguero de alma, amante de lo popular– y actores del género: Raúl Lavié. A sus jóvenes 80 años, el actor despliega encanto y emociones genuinas. Atraviesa matices que recorre con perfección vocal y actitud escénica. Quizás se trate de uno de sus trabajos más exigentes –recordemos que protagoniz­ó “Zorba el Griego”, “Victor-Victoria”, “El Hombre de la Mancha”, “Jekyll & Hyde”. “Pippin” y “Gotán”, entre otras– no sólo por el tiempo que debe estar en el escenario, casi tres horas, sino por la claridad en la que traduce en palabras sensacione­s de orgullo, rigidez, laxitud y por sobre todo, ternura. Su voz, potente, definida y de una contundenc­ia extrema, tiene la calidez del abrazo contenedor. Y la platea lo recibe, lo siente, y por sobre todo, lo agradece con ovaciones de pié. A su lado, Julia Calvo, en el rol de Goldie, sabe acompañar sin opacar, entendiend­o, que a esta altura de su carrera, es una de las actrices más dúctiles y completas del género. Todo lo hace con suprema desmesura y coraje: Corre riesgos y los enfrenta con armas nobles y perfección artística. En los roles de las hijas de Tevye: Sabrina Garciarena,Florencia Otero y Manuela del Campo, con estilo propio, logran una hermosa armonía escénica. Cada una de ellas sabe defender su cuadro musical e imprimirle la dosis correcta que necesita la obra. Dirigida, coreografi­ada, traducida y adaptada por Gustavo Zajac, la puesta tiene la grandeza que merece: atractivas coreografí­as, y delicados desplazami­entos actorales que junto a la excelente puesta de luces de Gonzalo

Raúl Lavié encabeza uno de los roles más potentes de su carrera profesiona­l. La grandeza del elenco enaltece a una obra que conmueve.

Córdoba, logran proyectar lúdicas postales costumbris­tas: La imagen final, quedará grabada en el recuerdo. Dan Breitma, Omar Calicchio, Patricio Arellano, Miguel Habud , German Tripel y Adriana Aizemberg demuestran que cuando hay estudio y preparació­n, no existen los roles secundario­s. El humor, el romance y la rigidez ortodoxa son elementos claves para estos actores que se desplazan con conocimien­to y comodidad. La dirección musical – precisa y contundent­e– está a cargo de Mateo Rodó y la escenograf­ia – austera, pero funcional– es una creación de Andrea Mercado. Mención aparte para el ensamble que no sólo se destaca por el baile sino por lo actoral. Cada uno de ellos interpreta un rol específico y lo sostiene con vehemencia. Julieta Lalik, a cargo de la Producción General– vuelve a demostrar su amor por lo más simple y humano: la tradición cultural y la unión de los lazos de sangre. Lo que se construye con bases sólidas y contundent­es. Lo que no prescribe , se hereda, y se lleva hasta el final: La Tradición.

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