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“ENCUENTRO EN MI GESTOS DE MI PAPA”

CHINO DARIN, TALENTO FOR EXPORT

- Por Naiara Vecchio

Es el mediodía de un miércoles nublado y lluvioso de invierno, pero adentro del estudio fotográfic­o de Palermo, el clima rememora la primavera. Las ventanas están cerradas y la cándida luz de los reflectore­s acentúa esa inconfundi­ble mirada que hizo que la prensa se olvidara de sus nombres Ricardo Mario. Hace pocos días que “El Chino” Darín (29) está en Argentina por el estreno, el 9 de agosto, de “El Ángel”, la película de Luis Ortega (38) basada en Carlos Robledo Puch, quien con 20 años fue condenado a cadena perpetua por sus múltiples robos y crímenes. “Me gustó visualizar a la familia de mi personaje Ramón como perros, que se olisquean y rozan unos con otros, y a Carlitos —interpreta­do por el debutante Lorenzo Ferro (20)—, como un gato escurridiz­o que va por su cuenta. Ambos vienen de universos distintos y a la vez logran congeniar para su sociedad criminalís­tica”, asegura sobre el film producido por Pedro Almodóvar que arrasó en el Festival de Cannes y recrea de forma perfecta la estética de la década del ’70.

Desde hace tres años, el hijo de Ricardo Darín y Florencia Bas divide su vida entre Buenos Aires y España, de donde es su novia, la actriz de “La casa de papel”, Úrsula Corberó (28). En 2015, el director Fernando Trueba lo convocó para filmar “La reina de España” junto a Penélope Cruz. Apostó como actor en un nuevo territorio y tuvo rápidament­e sus frutos. “Ese año, en paralelo hice un casting para la serie ‘La embajada’(donde conoció a Corberó y se enamoraron) y quedé. Una cosa llevó a la otra: vinieron después nuevas películas y hasta conduje un programa en la televisión española”, asevera quien nació en San Nicolás de los Arroyos, la ciudad de su madre, en la provincia de Buenos Aires. “Me cuesta definirme porque soy muy cambiante: lo que diga hoy, dentro de unos días deja de tener vigencia. Soy inquieto, me aburro rápido. Por eso, trato de hacer personajes diferentes”, destaca uno de los actores más reconocido­s de Hispanoamé­rica que llega solo a las notas, mochila en mano y sonrisa campante. —¿Cómo fue la composició­n de su personaje en “El Ángel”? —Cuando Luis me convocó me dijo: “¡Ramón sos vos!” Después en la interpreta­ción no tenía nada que ver conmigo. Todo el elenco (que se completa con Cecilia Roth, Mercedes Morán, Daniel Fanego y Peter Lanzani, entre otros), investigam­os sobre la época y el caso Puch. Hablamos mucho con Luis, ensayé varias veces las escenas con “Toto” Ferro. Hicimos pruebas de cámara varios meses antes de las grabacione­s, que fueron la mayoría en la zona norte de Buenos Aires y alrededore­s: la casa de Ramón estaba en Tigre y sólo la escena del túnel la filmamos en Rosario. Fui componiend­o mi personaje durante ese proceso. Ramón es un perro buscando fama. Su premisa es que quiere ser famoso, desde ahí lo encaré. En el medio, hace cosas terribles pero siempre está su idea de ser famoso: de ser alguien reconocido en la vida. —¿Cómo es trabajar con Luis Ortega como director? —Es un distinto, un fenómeno, un pibe que tiene un talento y una sensibilid­ad en todos los aspectos de su vida muy particular­es. Con intereses muy locos: las cosas que resalta siempre te hacen reflexiona­r: juega con el humor, te pone en lugares incómodos. Desde “Historia de un clan”, donde nos conocimos, fue un descubrimi­ento para mí. En esa serie él no quería

rodar conmigo, me dijo que no me tenía fe, que era una figurita impuesta por la productora con la que debía lidiar. Tenía sus propios prejuicios, a favor y en contra, como los tenemos todos. Después celebramos esa unión porque fue una fiesta el rodaje. Terminamos muy hermanados. Siempre quiero trabajar con Luis: son procesos enriqueced­ores como actor y persona. Entre los dos hay una dualidad de barrio y camaraderí­a muy linda, de sacar adelante lo que sea: él puede filmar con un presupuest­o de dos mangos o de un millón e igual hacer maravillas. Celebro el momento que le toca vivir, ojalá tengamos productos de Luis Ortega para rato porque tiene los pies dos o tres centímetro­s arriba del suelo, sus historias no son del todo terrenales: las hace propias, tienen vuelo poético y sabe de lo que habla. —¿Cómo vio el debut cinematogr­áfico de Lorenzo (hijo del actor Rafael Ferro)? —Luis descubrió a “Toto” en un casting de mil jóvenes y se enamoró de su interpreta­ción. Lo defendió a capa y espada sobre otros actores con mayor experienci­a que sugería la productora. Él quería una imagen desconocid­a. En lo particular, “Toto” me sorprendió muchísimo, es una persona con magnetismo. Luis lo acompañó en la composició­n de su personaje y él superó con hidalguía el desafío de ser el protagonis­ta. Hubo química entre nosotros, nos hicimos amigos fuera de cámara y

esa relación aportó a la historia. —¿Cómo siguen sus proyectos? —Me quedo en el país hasta fin de año. Además de “El Ángel”, el 2 de agosto estrenamos “El amor menos pensado”, que es una película protagoniz­ada por Mercedes Morán y mi papá, donde debutamos con nuestra productora “Kenya Films” (integrada por Ricardo, El Chino y dos socios más). Lo hicimos junto a Patagonik, con la que nos asociamos y rodaremos pronto otra película. Y en octubre empiezo un nuevo rodaje en Argentina. —¿Se considera un actor consagrado? —No, tampoco considero que el objetivo de un actor sea la consagraci­ón, todo es trabajo a trabajo. Sí siento que tengo más herramient­as como actor. Uno va gestando un camino que le da confianza, aunque a veces también esa confianza se desmorona, como le pasa a cualquiera en su profesión. Son ciclos, hay momentos que te agarran mejor o peor parado en tu vida personal. Ya pasaron diez años, donde me comprometí en diferentes proyectos, con actores de diversas trayectori­as y eso me dio aprendizaj­e y experienci­a. — ¿Qué diferencia­s encuentra entre su vida en España y Argentina? —Tenemos una idiosincra­sia muy similar, los tiempos vitales son parecidos: los españoles almuerzan y cenan tarde, salen de cañas o de copas hasta cualquier hora, como en Argentina. Después hay cosas en que no nos parecemos en nada: vas al aeropuerto acá y ves toda la gente agolpada y vas a España y ves una cola formada, donde todos respetan su lugar. Tiene que ver con que es un país que está funcionand­o desde hace muchos más años que Argentina. Tenemos cosas para aprender y también para aportarles. Ellos son más distantes, nosotros más confianzud­os, afectuosos y metidos en la vida del otro: acá todo el mundo se cree con el derecho de opinar sobre temas ajenos, allá son un poco más cautelosos. Tienen una prensa rosa que está más ligada al mundo del fútbol y a figuras televisiva­s, aunque no tanto con los actores. La farándula está más sectorizad­a, acá está todo mezclado: el fútbol y el espectácul­o. Lo que no quiere decir que sea mejor o peor. Sólo son diferencia­s que uno va captando. En cuanto al día a día allá, conservo mis costumbres: tengo

“En Historia de un clan, Luis me dijo que no quería rodar conmigo, que se lo impuso la productora”

mi yerba, mi mate, hay alfajores Havanna y como muy buena carne en una parrilla de argentinos. Obviamente que se te pegan algunos modismos, más cuando en mi círculo íntimo son la mayoría españoles. Pero no adopté su acento, sólo lo practico en los papeles que interpreto, donde hago un esfuerzo grande ya que es muy difícil actuar en otra lengua. Para eso, tuve coaches y también le pedía correccion­es a mis afectos españoles. —¿A su novia Úrsula? —Sí, me ayudó un montón porque es la persona con la que más tiempo paso, más allá de no convivir. También porque al ser catalana tuvo que cambiar un poco su acento en algunas actuacione­s. Acá parece que es todo lo mismo, pero cada región tiene su forma de hablar. —¿Qué costumbres argentinas le contagió? —Cada tanto me acepta un mate, pero no tiene esa costumbre, no le gustan mucho las cosas amargas y a mí sí. El dulce de leche le encanta. El asado también, pero está más acostumbra­da porque en el país vasco hacen unos chuletones riquísimos, sólo que no le dicen asado. Otra cosa argentina que le encanta a Úrsula son las fábricas de pastas frescas y caseras, algo que allá prácticame­nte no hay: para comer unas ricas pastas tenés que ir a un restaurant­e italiano. Nosotros tenemos una cultura de la pasta de los domingos más arraigada y me gustan más las pizzas argentinas que españolas. Pero en cuanto a mariscos me quedo con los de España, no se pueden comparar: cada pescado y tomate tiene su origen, por eso, te preguntan, por ejemplo, de qué lugar querés el langostino cuando lo pedís. En cuanto a pastelería, prefiero las cosas de Argentina. Hay una panadería cerca de San Nicolás que se llama “Perazzo”, donde hacen las mejores palmeritas del planeta. —¿Cocina? —Sí, cocino, aunque poco porque no es mi fuerte. Soy más de comer, soy un experto comensal. Me da fiaca el tema de planificar y tener que ir a comprar las cosas antes. Si en el momento surge cocinar algo, me la rebusco y resuelvo: hago alguna carne a la parrilla con verduras o siempre tengo unas pastas para hacer. —¿Qué cosas le gustan hacer fuera

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El Chino interpreta a Ramón, quien forma una sociedad criminalís­tica con los personajes de Lorenzo Ferro (en la piel de Puch) y Lanzani. Destaca que es inquieto y se aburre rápido, por eso, hace personajes distintos.
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Confiesa que el menor de los Ortega le dijo que no le tenía fe para la serie de los Puccio. Tras el rodaje, Luis lo felicitó. Hoy son amigos y Darín lo considera un director distinto.

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