Alzheimer: un mal que ataca después de los 60
La demencia es un cuadro que se caracteriza por una importante pérdida o deterioro de las funciones superiores, en donde memoria y capacidades cognitivas se comprometen seriamente. Ocurre en el adulto mayor y daña su vida laboral, social, familiar y perso
Los pacientes, despiertos y reactivos, tienen, además de los trastornos de memoria, un compromiso en el lenguaje y en la capacidad de abstracción. El juicio y el razonamiento, el cálculo matemático y hasta la cadena de movimientos aprendidos para vestirse o para caminar pueden comprometerse. En los casos avanzados se encuentran con una especie de “mirada perdida” y son incapaces de reconocer a las personas más cercanas, incluidos maridos, esposas, hijos y nietos. En la demencia, que es orgánica, hay una clara base física. Mueren muchas neuronas y circuitos del cerebro y, con ellas, importante información. Las vivencias archivadas y los recuerdos se pierden y las habilidades se deterioran. Básicamente, se entiende como un cuadro irreversible. Lo lesionado no vuelve atrás, aunque hay que descartar que el paciente no tenga, por ejemplo, situaciones reversibles como una falta de vitamina B12 o de hormona tiroidea. En la evaluación es importante el interrogatorio —averiguar si hubo un declive intelectual progresivo— y el examen físico neurológico. El análisis de laboratorio lo es para descartar problemas clínicos, metabólicos o de la glándula tiroidea. El electroencefalograma y el mapeo cerebral mostrarán si hay una desorganización y lentificación de la actividad eléctrica cerebral. En ocasiones se compromete más la memoria pero también puede darse que el principal problema sea el razonamiento y la orientación o que sólo haya un cambio de personalidad. A veces sólo se afecta la espacialidad y la corporalidad; los pacientes no pueden ponerse un saco ni vestirse, o se pierden en la calle estando intelectualmente bien. Aproximadamente una de cada 10 personas mayores de 60 años padece una demencia. En la Argentina, hay 4 millones de mayores de 60 años, el número de enfermos es elevado, alrededor de unos 400 mil. Su curso evolutivo es de 6 a 12 años. El 50/80 % de las demencias depende de la enfermedad de Alzheimer, el 10/15 % es por fallas circulatorias y corresponde a la demencia vascular o multinfarto, y el resto se reparte en otras formas degenerativas. La enfermedad de Alzheimer no hace distinción de clase socio-económica, raza o grupo étnico, afecta a hombres y mujeres —predominando en estas últimas—, y es más frecuente en mayores de 65 años. Un claro antecedente de enfermedad de Alzheimer en la familia incrementa el riesgo de padecerla. Un bajo nivel de educación o escasa actividad intelectual productiva durante la vida es otro factor de riesgo. Ocurre porque las neuronas degeneran y mueren como consecuencia del depósito anormal de una sustancia llamada beta-amiloide y por ruptura del esqueleto de las neuronas al alterarse la proteína Tau. La enfermedad se manifiesta lenta y progresivamente. La actividad (física, intelectual y social) previene la enfermedad y mejora los síntomas de los pacientes afectados. La reserva cognitiva del cerebro, es decir, tener un buen almacén de información, otorga un resto importante y ayuda a compensar el cuadro. Entre las medidas de higiene, es importante tener un sueño reparador y en cuanto a dietas, la comida mediterránea ha demostrado propiedades terapéuticas. Ante todo, hay que entender que para prevenir hay que cuidar la circulación cerebral, o sea los vasos sanguíneos (arterias, capilares y venas), y las neuronas. Cuidar los vasos sanguíneos significa evitar todos los factores de riesgo vascular: hipertensión arterial, colesterol, tabaquismo, diabetes, sedentarismo y obesidad, entre otros. Es la manera de sortear los accidentes cerebrovasculares (ACV). Las neuronas necesitan estar activas para vivir. La actividad (física, intelectual y social) las mantiene sanas. En síntesis, la motivación es una característica del envejecimiento exitoso.