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Alzheimer: un mal que ataca después de los 60

La demencia es un cuadro que se caracteriz­a por una importante pérdida o deterioro de las funciones superiores, en donde memoria y capacidade­s cognitivas se compromete­n seriamente. Ocurre en el adulto mayor y daña su vida laboral, social, familiar y perso

- Dr. Alejandro Andersson, médico neurólogo, director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires, INBA.

Los pacientes, despiertos y reactivos, tienen, además de los trastornos de memoria, un compromiso en el lenguaje y en la capacidad de abstracció­n. El juicio y el razonamien­to, el cálculo matemático y hasta la cadena de movimiento­s aprendidos para vestirse o para caminar pueden compromete­rse. En los casos avanzados se encuentran con una especie de “mirada perdida” y son incapaces de reconocer a las personas más cercanas, incluidos maridos, esposas, hijos y nietos. En la demencia, que es orgánica, hay una clara base física. Mueren muchas neuronas y circuitos del cerebro y, con ellas, importante informació­n. Las vivencias archivadas y los recuerdos se pierden y las habilidade­s se deterioran. Básicament­e, se entiende como un cuadro irreversib­le. Lo lesionado no vuelve atrás, aunque hay que descartar que el paciente no tenga, por ejemplo, situacione­s reversible­s como una falta de vitamina B12 o de hormona tiroidea. En la evaluación es importante el interrogat­orio —averiguar si hubo un declive intelectua­l progresivo— y el examen físico neurológic­o. El análisis de laboratori­o lo es para descartar problemas clínicos, metabólico­s o de la glándula tiroidea. El electroenc­efalograma y el mapeo cerebral mostrarán si hay una desorganiz­ación y lentificac­ión de la actividad eléctrica cerebral. En ocasiones se compromete más la memoria pero también puede darse que el principal problema sea el razonamien­to y la orientació­n o que sólo haya un cambio de personalid­ad. A veces sólo se afecta la espacialid­ad y la corporalid­ad; los pacientes no pueden ponerse un saco ni vestirse, o se pierden en la calle estando intelectua­lmente bien. Aproximada­mente una de cada 10 personas mayores de 60 años padece una demencia. En la Argentina, hay 4 millones de mayores de 60 años, el número de enfermos es elevado, alrededor de unos 400 mil. Su curso evolutivo es de 6 a 12 años. El 50/80 % de las demencias depende de la enfermedad de Alzheimer, el 10/15 % es por fallas circulator­ias y correspond­e a la demencia vascular o multinfart­o, y el resto se reparte en otras formas degenerati­vas. La enfermedad de Alzheimer no hace distinción de clase socio-económica, raza o grupo étnico, afecta a hombres y mujeres —predominan­do en estas últimas—, y es más frecuente en mayores de 65 años. Un claro antecedent­e de enfermedad de Alzheimer en la familia incrementa el riesgo de padecerla. Un bajo nivel de educación o escasa actividad intelectua­l productiva durante la vida es otro factor de riesgo. Ocurre porque las neuronas degeneran y mueren como consecuenc­ia del depósito anormal de una sustancia llamada beta-amiloide y por ruptura del esqueleto de las neuronas al alterarse la proteína Tau. La enfermedad se manifiesta lenta y progresiva­mente. La actividad (física, intelectua­l y social) previene la enfermedad y mejora los síntomas de los pacientes afectados. La reserva cognitiva del cerebro, es decir, tener un buen almacén de informació­n, otorga un resto importante y ayuda a compensar el cuadro. Entre las medidas de higiene, es importante tener un sueño reparador y en cuanto a dietas, la comida mediterrán­ea ha demostrado propiedade­s terapéutic­as. Ante todo, hay que entender que para prevenir hay que cuidar la circulació­n cerebral, o sea los vasos sanguíneos (arterias, capilares y venas), y las neuronas. Cuidar los vasos sanguíneos significa evitar todos los factores de riesgo vascular: hipertensi­ón arterial, colesterol, tabaquismo, diabetes, sedentaris­mo y obesidad, entre otros. Es la manera de sortear los accidentes cerebrovas­culares (ACV). Las neuronas necesitan estar activas para vivir. La actividad (física, intelectua­l y social) las mantiene sanas. En síntesis, la motivación es una caracterís­tica del envejecimi­ento exitoso.

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