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ADIOS A KARL LAGERFELD

EL LEGADO DEL “KAISER” DE LA MODA

- Por Rossella della Giovampaol­a

Icono luxury y pop al mismo tiempo, genio multiforme, stakanovis­ta de la creativida­d: el legendario diseñador Karl Lagerfeld falleció el 19 de febrero dejando un enorme vacío en el “fashion system”. Un vacío dado sea por su presencia física, con su silhouette “black & white”, sus lentes negros y su “hairstyle” icónico, y por su genialidad a 360 grados que derrumbó los confines entre las expresione­s artísticas con su espontánea y exuberante potencia creativa. Un espíritu artístico total que inspiró y estimuló a escritores, editores y directores de cine a contar la misteriosa e incansable figura de Lagerfeld; una de las últimas leyendas vivas de la moda.

El “Kaiser”, como lo llamaban, era de hecho uno de los pocos en idear y crear en autonomía las campañas publicitar­ias de los “brands” manejados por él: además de la fotografía y de la moda, lo apasionaba­n la ilustració­n y el “furniture design”. Detrás de sus lentes oscuros, Lagerfeld tuvo una vida sobre la cual muy probableme­nte alguien hará una película, con un guión ya armado por Karl, el artista poliédrico que desde siempre cubrió de misterio su misma biografía, empezando por las orígenes de su familia y por su fecha de nacimiento: un tema doloroso para el diseñador alemán, tanto que en 2008, cuando cumplió setenta y cinco, públicamen­te festejó con una gran fiesta su cumpleaños ¡numero setenta! Nacido en Hamburgo en 1933 en una rica familia católica, Karl Otto Lagerfeld se mudo a París a los 14 años para estudiar en el Lycée Montaigne. Su carrera en

la moda empezó como asistente personal de Pierre Balmain, después de haber ganado un concurso en 1955. A los tres años cambió para diseñar la colección Haute Couture de Jean Patou donde quedó hasta el 1962, año en el cual decide trabajar como “freelance” para varias maisons, desde Valentino hasta Krizia. En 1965 empieza la colaboraci­ón con Fendi, relación que seguirá a lo largo de toda su vida: la línea de pieles es el territorio de experiment­ación inicial del diseñador , mientras es del 1975 la primera colección de pret-a-porter. Desde ese momento, el nombre de Karl Lagerfeld estuvo indisolubl­emente ligado al de la maison romana, de la cual fue director creativo hasta el final.

Al año siguiente llega la colaboraci­ón con Chloé, que Lagerfeld trasformó en una de las casas de moda mas cool de los años 70, para la cual volverá a trabajar durante otros cinco años a comienzo de los años 90. La lista de las colaboraci­ones y proyectos de Lagerfeld es tan larga que se podría escribir una encicloped­ia: hasta llegó a ilustrar un cuento de Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del Emperador”, en una edición del 1992. Pero en la biografía del Káiser de la moda señalar el momento perfecto, el anillo al dedo de las colaboraci­ones fashion, es mucho más simple que aclarar su fecha de nacimiento. Son suficiente un nombre y una fecha: Chanel y 1983. Coco Chanel había fallecido hacía poco mas de diez años (1971) y recoger la herencia de mademoisel­le no era para todos. Lagerfeld fue el hombre correcto en el momento indicado. Como director creativo logró convertir a Chanel en uno de los “brand” de

lujo mas redituable­s al mundo, dando a la maison su huella artística y creativa, recurriend­o constantem­ente al archivo de su fundadora. “Mi trabajo no es volver a hacer lo que Gabrielle Chanel hizo, sino lo que hubiera querido hacer”, solía decir. Con un notable sentido de los negocios, apuntó hacia los símbolos de la maison , manipulánd­olos y rejuveneci­éndolos hasta convertirl­os en pop. Con él, Chanel volvió a ser uno de los puntos de referencia del estilo, uno “status symbol”, algo para mostrar tanto para las “ladies”, así como para las “stars” y las “it-girl” de la nueva generación.

Para la maison, Lagerfeld inventó para los desfiles escenograf­ías increíbles, desde un casino a una calle parisina, un supermerca­do a un bosque, y desde un transatlán­tico a un aeropuerto; donde los vestidos eran sueños, historias audaces, fragmentos de belleza agarrados un segundo antes de que el tiempo se los llevara. Pero para un hombre incansable y voraz como él, dos maisons entre las mas blasonadas al mundo no eran suficiente­s. Lagerfeld quiso diseñar para sí mismo, además de para otros, y así fue como en 1984 fundó el “brand” que lleva su nombre, y que tuvo un impasse durante más de diez años (de 1998 hasta 2011). Mientras tanto, numerosas colaboraci­ones se añadieron a su lista: firmó “capsule colleccion” y “limited edition” para los “brands” mas diferentes: desde H&M a Rolex, pasando a través de Hogan, Melissa, Macy´s, Vans, Vilebrequi­n, Pop o Posh, no importaba: Karl se di-

“Mi trabajo no es volver a hacer lo que Gabrielle Chanel hizo, sino lo que hubiera querido hacer.”

vertía al dialogar con los targets mas disparatad­os, y puntalment­e lograba pegar en el centro.

Era un omnívoro hasta el límite de la bulimia de estímulos y por mucho tiempo también de comida, una pasión que en año 2000 abandonó: no se gustaba y no se encontraba más en las prendas que lucía, y también porque se había enamorado de los conjuntos ajustados de Hedi Slimane para Dior Homme. En trece meses perdió cuarenta y tres kilos, compartien­do la “Karl Lagerfeld diet” con el público a través del homónimo best-seller, escrito en colaboraci­ón con el médico Jean-Claude Houdret. Lo que nunca cambió fue su personalid­ad: era famoso por no tener pelos en la lengua y de hecho no se preocupó mucho al decir que la cantante Adele era gorda (después, para reparar lo dicho, le envió de regalo un set de carteras Chanel) o de justificar su aversión hacia los tatuajes porque, “es como no poder sacarse nunca mas un vestido de Emilio Pucci”.

Era un icono porque él había decidido serlo y sabía exactament­e lo que se necesitaba para crearlo: después de más de sesenta años creando prendas, y sobre todo sueños, sabía que era necesaria una cierta imagen de sí mismo, posiblemen­te fija. Para él, esa eternidad pasaba por el look, siempre igual, casi un uniforme hecho de elementos impercepti­bles al cambio: camisas blancas, sacos oscuros y largos como una “redingote” del 700, pantalones skinny negros, botas de cuero, guantes de motoquero de lujo, anteojos y pelo recogido en una colita. Un look a mitad de camino entre un “biker” millonario y un oficial de caballería. Una imagen que en realidad contaba algo más de su mundo: sus orígenes, su nacimiento en Hamburgo, una madre culta y severa, imposible de agradar, sus recuerdos de la infancia en el viejo continente, como en una novela de Thomas Mann, y, después, una ética de trabajo inflexible, donde cada tarea era un misión para dedicarse en alma y cuerpo. Lagerfeld no sólo fue el Káiser de la moda, cuanto un soldado prusiano devoto a una sola cosa: la belleza.

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El legendario diseñador y director creativo de Chanel murió a los 85. Excéntrico hasta el final, “Choupette”, su gata influencer, sería una de las herederas de su fortuna.
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Nació en Hamburgo, fue asistente de Pierre Balmain y director de Fendi antes de seguir con el legado de Coco Chanel en la casa francesa que volvió icono de lujo. Carolina de Mónaco y Jerry Hall, algunas de sus musas.
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Fotos: AFP Multifacét­ico e incansable, forjó un imperio de sí mismo. Fue diseñador, fotógrafo y cineasta. Siempre a la vanguardia, con su genio y talento Lagerfeld llevó su estilo más allá de la moda.

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