ARRIESGADA Y AUDAZ SOFISTICACION
MAXIMA CAMBIO SU CORONA POR UN ORIGINAL FASCINATOR
Tal como marca la tradición desde hace más de 300 años, es el evento más esperado por la realeza y la “high society” inglesa. El que viven a puro glamour y en el que las mujeres se baten en una competencia para ver quién se lleva los aplausos por la originalidad y lo llamativo de su look, especialmente en sus sombreros.
Las carreras de caballos de Ascot, en el condado de Berkshire, celebraron su 308º edición pero las miradas, como siempre, estuvieron sobre las cabezas de las mujeres. Según las reglas, los hombres deben lucir chaqués en negro o gris y sombrero de copa, mientras las mujeres, llevar tocados de al menos 10 centímetros de diámetro y, desde hace un año, pueden cambiar polleras por pantalones pero evitar los escotes. Como ya es parte de la rutina, las miradas se concentran en la Familia Real. La reina Isabel II (93), que debutó en Ascot a los 19, llegó en carruaje luciendo una de sus clásicas pamelas celeste con flores. Mientras Camilla (71) y el príncipe Carlos (70) cumplieron con las normas, las miradas se enfocaron en Kate Middleton (37) que acompañó a William (37), vistiendo una falda de tul (de 2 mil euros) con una blusa con detalles de macramé y transparencias (de 1300 euros), en celeste, de Elie Saab, que completó con sombrero con flores de Philip Tracey, clutch metalizado y aros de topacio de Kiki McDonough. Pero bastó la llegada de Máxima (48), junto a Guillermo (52), para que los críticos ojos se enfocaran sobre pareja holandesa. Con el título de “la reina más fashionista”, glamorosa, elegante, sofisticada y, sobre todo, arriesgada, Máxima hizo su ingreso con una apuesta más fuerte. Ella no siente temor ante “jugados” modelos que la llevan a destacarse. Para Ascot eligió un vestido de Natan, en beige, con detalles de degradé al marrón, mangas largas que completó con zapatos Gianvito Rossi, aros de diamantes (que quitó de la tiara Stuart) y brazalete también de diamantes. Pero lo más llamativo era su sombrero que estaba cubierto por hojas de tela formando un gran volumen floral en diferentes tonos de beige, que había sido diseñado por Berry Rutjes, definido como “el sombrerero loco”. Sin temor a las críticas, Máxima una vez más se lució con su arriesgada sofisticación.