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“ES NUESTRO TRIBUTO A LOS TRANSFORMI­STAS”

RAUL Y LAURA LAVIE, “DRAGS”

- Por Diego Esteves

Los Lavié se atrevieron a un cambio de roles. El disparador fue Zaza,el personaje trans de “La Jaula de las Locas”.

Desde hace siete meses, Raúl Lavié afronta a diario la aventura de convertirs­e en mujer. Un equipo de seis personas, entre vestuarist­as, maquillado­res, peinadores y productore­s, se ocupan de que su Albin se convierta en Zaza, el hombre que asume su rol de mujer en la obra “La Jaula de las Locas”, en el Teatro Broadway. Luego de haber encarnado a “Zobra, el Griego”, “El Hombre de la Mancha” y un gay en “Victor Victoria”, el artista saldó una cuenta pendiente que puede leerse como una consagraci­ón. Además del reconocimi­ento de la crítica y el público en general, lo que más le llamó la atención fue el agradecimi­ento de transformi­stas, transexual­es y gais, que califican a su personaje como una reivindica­ción de sus historias personales. Además de artistas del mundo drag queen, hasta lo vieron figuras del mundo trans como Zulma Lobato. Cada una de ellas reconoció su talento y generosida­d.

Como una reivindica­ción del mensaje que el también cantante quiere dar, Raúl aceptó “transforma­rse” junto a su mujer Laura, en una producción que logró divertir y al mismo tiempo emocionar. “Yo

soy Polo Lavié”, dispara Laura, quien luego de un momento de nerviosism­o, se entregó al ejercicio lúdico de la actuación. “Estaba dura de los nervios y Raúl me aflojó cantando y haciéndome chistes. Fue mi debut actoral”, bromea ella. “Cuando bajamos al lobby se le acercaba la gente y él saludaba como Rita La Salvaje. Interactuó con todos con naturalida­d”, dice la mujer del cantante en referencia a la actriz rosarina de la década del 60 que inspiró la transforma­ción de su marido. —Usted es un emblema del macho porteño, habrá sido un desafío armar este personaje...

—Exacto, pero al ser actor y como tal, he luchado desde mis comienzos contra un ambiente que se resiste a aceptar que un cantante actúe, más allá de la subestimac­ión. Tuve que convencer, en aquel 1965 en el teatro San Martín, que yo actuaba por derecho propio. Me convertí en uno más. Pero a través del tiempo el público me tuvo como cantor de tango. Quería que me reconocier­an como actor que también canta cantos, baladas, boleros, folclore, soy un artista polifacéti­co, de los que había antes. Con los distintos personajes conquisté el respeto del medio y al público, pero siempre falta un poco más. —¿Es una consagraci­ón? —Es un personaje que yo tenía entre las cuentas pendientes de mi carrera. Tenía facetas maravillos­as para crearlo; humano, subestimad­o y denigrado. Quise sacarle la humanidad a Sasá y Albán, uno es el que se saca la peluca y el otro es parte del show. En eso trabajé y lo logré. —Más allá del público, ¿a quién le dedicó el personaje?

—Se lo dedico a los que hacen este trabajo de forma muy humilde que me provoca una ternura enorme. No venden su cuerpo, es un trabajo artístico. Se transforma­n e invierten tiempo en producirse y asumen trabajos en pequeños lugares, muchos a la gorra. Admiro a esos transformi­stas que le ponen el cuerpo al arte. El otro día vinieron transformi­stas de mucho renombre como Luis Podestá, Juan Pablo Geretto y otros talentos más, y los respeto mucho.

—¿Y cuál fue la devolución de los transformi­stas? —Uno me dijo una cosa muy linda y emocionant­e: “Lo adoramos y amamos por una cosa muy especial, usted dignifica nuestra profesión”. Al decirme eso, que yo soy heterosexu­al y ni siquiera trabajo de eso, fue el mejor elogio que recibí en mi carrera. Al asumir un personaje así, con el que fácilmente podés caer en el rídiculo, es un riesgo y un desafío.

—¿Cómo es el proceso de convertirs­e en Zaza?

—Es maravillos­o... la peluca, el maquillaje y el vestuario hecho a medida para mí. El señor que me maquilló para la producción, Mariano, y me transformó, es un artista. El modista, Alfredo Miranda, que me hizo la ropa para El Violinista en el Tejado, hizo una creación como la de cualquier modisto de fama mundial, de muy buen gusto. Todo eso fue puesto a mi servicio y es lo que realmente me hace sentir feliz y a gusto con el personaje. Es un trabajo en equipo que hace que sea creíble.

—¿Qué les pasó cuando se vieron en el espejo?

Laura Lavié:—A Raúl lo amé absolutame­nte, me encantó. A mí me hicieron sentir bien y me trataban como si fuera un hombre.

Raúl Lavié:—Rescaté un personaje que era una actriz de Rosario, ya grande, que se llamaba Rita La Salvaje que había uno de los trabajos más sorprenden­tes que jamás vi, sin libreto, muy under. Tenía admiradore­s de la talla de Alfredo Alcón, allá por los ‘60 y ‘70. Dominaba al público, en su mayoría

“A Raúl lo amé, me encantó. A mí me trataban como a un hombre (risas)”. (Laura Lavié)

hombres. Adoraban a Rita La Salvaje. Fue un homenaje a ella, que nunca fue reconocida popularmen­te.

—¿En qué se inspira para componer a una mujer?

—En todas las mujeres que me rodean. Conozco a la mujer, sé de su pensamient­o, de sus reacciones, sé lo que no le gusta, lo que ama, y de ahí tomo los pedazos que me ayudan a construir. Tengo tres hijas mujeres, amigas, sé cómo piensan. Yo no hago a un transformi­sta, hago a una mujer que siente y vive como tal y tiene su pareja que es un hombre. Eso me hace desarrolla­r a este personaje.

—¿Cuál es la reacción de la comunidad gay?

—Si vos supieras cómo me lo agradecen... la comunidad gay me respeta por mi trabajo. Es muy fácil entrar en la maqueta y la subestimac­ión. Estudio los gestos tanto de la mujer como lo afeminado del gay. Cuando hice el gay de Victor Victoria era un gay moderado que no se transforma­ba, no era el estereotip­o del gay. Lo respeté como tal, pero sin gestos exultantes, sino más bien cautos. Tenía amigos gays que iban a ver el espectácul­o y yo me sentaba detrás de ellos para ver sus reacciones para ver cómo aplauden y sus gestos.

—¿Se han enamorado de usted?

—Sí, me confiesan su amor, pero desde la admiración, algo platónico. Hasta ahora no pasó de eso... (risas)

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Paso a paso. Lavié aceptò la propuesta de CARAS de ponerse en la piel de "Rita, La Salvaje", como se bautizó en honor a una actriz de los `60 que cautivaba en el under rosarino. Su oufit y maquillaje llevó cuatro horas para quedar listo.
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Fotos: Alejandro Palacios. Asistente de fotografía: Christian A. Pissano. Producción y estilismo: Alejandro Luciani. Agradecimi­entos: Hotel Savoy Buenos Aires @hotelsavoy­bsas; Hair diseño: Fabian Sigona @fabiansigo­na; makeup: Lic. Mariano Dezanzo y Angel Laura adoptó el nombre de “Polo” Lavié, mientras que Raúl se hizo llamar “Rita, La Salvaje”, en honor a una actriz de los '60 que actuaba en el under de Rosario, Santa Fe. Su papel del teatro Broadway despierta mucha admiración.
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