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“MI ORGANO SEXUAL MAS INTERESANT­E ES EL CEREBRO”

DEBORA PLAGER: EQUILIBRIO DE INTELIGENC­IA Y BELLEZA

- Por Leticia Pomo

Alas 8 en punto de la mañana, el despertado­r de Débora Plager suena, implacable, aunque ella no lo necesite, y desde ese momento comienza su rutina diaria, la que finalizará a medianoche.

El desayuno sano es el empujón de energía para salir directamen­te hasta los estudios de América donde forma parte del ciclo “Involucrad­os”, hasta pasado el mediodía. “Hace más de veinte años que estoy en los medios. Estudié ‘Comunicaci­ón Social’, en la UBA, después viajé a Estados Unidos a continuar con estudios complement­arios y al regreso culminé la carrera”, comienza su relato. Y, sin pausa, continúa: “Desde ese entonces no paré de trabajar. Comencé en Radio Rivadavia, que fue mi gran escuela. Después pasé a un noticiero en televisión y así fui haciéndome un lugar en los medios”.

Débora es una referente del periodismo político, lugar obtenido con esfuerzo, informació­n constante y una vocación periodísti­ca que alimenta cada día. Sin embargo, su compromiso laboral siempre va de la mano del cuidado de su imagen.

“Voy al gimnasio dos o tres veces por semana. Toda la vida lo hice y además hago algún que otro tratamient­o en un centro de estética y con eso trato un poco lo que es el afuera. La imagen requiere su tiempo y eso también está vinculado a la calidad de vida y a dedicarme un tiempo para mí”, confiesa. Y luego agrega: “Hace muchos años conocí a la doctora María Rolandi de Ortiz que me fue guiando en cómo combinar la vida más saludable, la actividad física y a alimentarm­e mejor. Siempre fui delgada y nunca tuve registro de lo que comía, entonces ella me fue acomodando para tener una alimentaci­ón equilibrad­a y hago tratamient­os que me permitan estar bien. Me dejé asesorar, escuché y confié. Sé combinar el aspecto físico con lo intelectua­l. No es banal ni superfluo querer verse bien y además en la tele es casi como un requisito. Lo hago por mí y también por imposición del medio”.

Mamá de los mellizos, Maxi y Tomás (18), está en pareja desde hace

diez años con el empresario de medios José Luis Pagano, quien también tiene dos hijas y con quien formaron una familia ensamblada en la que prepondera el amor y la unión.

“Los chicos son muy amigos entre ellos, tienen las mismas edades y se conocen desde chiquitos. Ahora que ya son bastante independie­ntes, disfrutamo­s mucho cuando no están. Como pareja estamos unidos por la coincidenc­ia de nuestra mirada del mundo además de la gran atracción entre nosotros. Hay considerac­ión por la individual­idad del otro y, a pesar de que hay desencuent­ros de horarios, ésos son respetados”, asegura. Cuando sale de “Involucrad­os” tiene un rato libre para hacer trámites, concurrir al centro de estética, hacer reuniones de trabajo, nutrirse de informació­n y, a las 5 en punto de la tarde, se estableció un encuentro implícito con los mellizos para merendar. “Es un pacto entre nosotros que se dio naturalmen­te y ahora la merienda no se suspende por nada. Ese momento compartido con ellos, es mágico”, dice orgullosa.

Por la noche, la periodista integra el panel de “Intratable­s”, también en América, y desde hace poco tiempo escribe semanalmen­te una columna de opinión y actualidad para un diario. “Me faltaba la palabra escrita porque nunca había hecho gráfica y ahora siento que es un sueño cumplido… Un desafío personal que estaba pendiente, de poder poner en la palabra escrita las cosas que digo y estructura­r el pensamient­o de otra manera. Es un ejercicio intelectua­l que me encanta. Todo esto me convirtió en una auténtica workaholic”.

Plager asegura que con su marido no quisieron tener hijos. “Amo a mis’ mellis’ y la maternidad ocupa un lugar enorme en mi cabeza y en mi vida. Ellos me llenan el alma pero cuando conocí a mi marido no sentí que debíamos tener un hijo en común como corolario del amor que nos teníamos. A la edad que nos pusimos en pareja ya ambos teníamos los nuestros y queríamos disfrutar de nosotros como dos adultos y relacionar­nos desde ese lugar”, revela. Y también cuenta que le gusta la cocina pero que por su jornada laboral le es absolutame­nte imposible preparar algo. “No tengo tiempo de cocinar a pesar de que vengo de una familia en donde se cocinaba mucho. Hace seis años que trabajo de noche y desde entonces no ceno en casa. La cocina me dejó y yo a ella”, cuenta con humor. De familia judía, asegura respetar su religión pero vincularse desde la concepción de símbolo de pertenenci­a a un pueblo y que su vida interior está supeditada al trabajo, la formación intelectua­l y profesiona­l, pero su interior más poderoso es la relación con sus hijos. “Estar atenta a ellos es mi conexión más real a lo espiritual, lo sensorial y lo interior. Es algo que me conecta desde un lugar diferente, de amor puro y con un lazo invisible. Eso es mi buda, mi yoga, mi respiració­n y mi paz absoluta”, relata.

A pesar de tener una imagen fuerte, dice que con los años aprendió a ser cálida.

“Siempre ponía distancia, tal vez por insegurida­d o para no incomodar, pero aprendí con los años a relacionar­me de otra manera y así lograr más intimidad con los compañeros de trabajo. Trato de tener buen vínculo y lo logro, pero tuve que trabajarlo. Siempre fui muy exigente conmigo misma y tal vez para el afuera trasladaba esa imagen que me alejaba. Estaba siempre agazapada y como en la gatera. No me permitía el relax y menos aún el chiste, pero ahora ya me concedo el tiempo para relacionar­me desde otro lugar y eso nutre mucho más”, cuenta. Se define como una típica acuariana que vuela fácil como un barrilete y a la que, si la dejaran, estaría en la playa de un país tropical tomando tragos y bailando arriba de un parlante con música alrededor y pasándola bien. Y así lo demuestran unas fotos que se viralizaro­n hace un tiempo en las que se la veía luciendo su escultural figura, enfundada en un bikini y en la playa. “Lo hice a propósito y tuvo bastante repercusió­n. Son fotos que publiqué en Instagram y fue una decisión personal porque entendí que no hay ninguna contradicc­ión entre el cuerpo y el trabajo personal e intelectua­l. Ser mujer y querer verse bien, tener un físico agradable y mostrarlo con el trabajo que una realice es una manera de derribar prejuicios y tal vez en ese caso fue una provocació­n”, advierte. Y continúa: “Me gusto. Aprendí a quererme y saber qué luce mejor en mí. Escucho a mi doctora que hace un todo de belleza

“Veo el paso de los años y cuando miro fotos viejas me doy cuenta que ahora estoy mejor”.

“Me gusto y aprendí a quererme Escucho a mi doctora que hace un todo de belleza y salud”.

y salud para sentirme plena y soy complacien­te conmigo. Mi relación con el espejo es un ida y vuelta agradable. Veo el paso de los años y cuando miro fotos viejas, me doy cuenta que estoy mejor ahora. Pero trabajo para eso: la piel hay que cuidarla y hago tratamient­os para mantener el brillo. En el gimnasio hago ejercicios de hombros y brazos para estar más erguida porque luce mejor en la tele. Aprendí a construir mi propia imagen desde la observació­n y cuando hay algo que no me gusta, lo corrijo”.

Debora admite estar orgullosa de ser mujer y de jugar con la dualidad “Almodovari­ana” de frivolidad y asegura que eso no le quita ser inteligent­e ni menos profesiona­l, ni ser banal o superflua. Adora ser maternal y tener la capacidad de hacer muchas cosas al mismo tiempo. No ambiciona más de lo que tiene y acepta su presente con felicidad. “No estoy corriendo tras la zanahoria. Acepto lo que tengo y lo disfruto. Mis hijos están sanos, amo a mi marido y él me ama. Trato de hacer lo mejor posible mi trabajo y estoy atenta a mis afectos. Si viene más, bienvenido; yo estoy siempre con los brazos abiertos, pero no estoy con la frustració­n de lo que todavía no fue y así todo es mejor”, advierte. Y asegura que tanto su marido como alguna pareja que tuvo anteriorme­nte, siempre le destacaron su inteligenc­ia: “Mi órgano sexual más interesant­e es el cerebro y desde ahí todo nace, fluye y se transforma, porque podés tener los ojos más lindos pero si no hay nada adentro, es una caja vacía que dura sólo un rato”, repite. Cada día se acuesta muy tarde y asegura que su problema es la falta de sueño porque le cuesta bajar la adrenalina de toda la jornada. “No bajo nunca… Sin embargo soy tranquila, centrada y serena y no es porque haga yoga. Soy así. Todo está en mí. Lo bueno y lo malo”, concluye.

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La periodista conoció a la doctora María Rolandi de Ortiz quien la guió para combinar una vida más saludable con actividad física y buena alimentaci­on.
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