Cetogénica, la dieta sin hidratos de carbono
Últimamente, se ha hablado mucho sobre la dieta cetogénica, basada, principalmente, en reducir al máximo la ingesta de hidratos de carbono, pero ¿es posible mantenerla en el tiempo? Ello dependerá de la capacidad para domesticar al propio organismo.
Está apoyada en una alimentación 70% a base de grasas y poco o casi nada de hidratos, con un aporte de 20% de proteínas. Funciona muy bien en procesos de inflamación silenciosa -patología presente en numerosos pacientes- y en los períodos de ayuno intermitente. Antes de comenzarla, hay que estar decididos y convencidos de ejecutarla dado que hay que romper con alimentos ricos en carbohidratos, que no son compatibles con esta dieta. Y, por otra parte, hay que desterrar el mito de que, al ingerir grasas, se engorda. Por el contrario, el consumo de lípidos normaliza valores metabólicos en sangre. Armar un plato cetogénico es relativamente sencillo, debe contener 70 % de grasas, 20 % de proteínas animales y 10 % de carbohidratos, crucíferas y hojas verdes. La presencia grasa es fundamental para el organismo cuando se suspende el habitual consumo de hidratos. Tener en cuenta que no se engorda por comer grasas, sino por el exceso de azúcares. El plan cetogénico incluye un desayuno rico en grasas, con huevos revueltos hechos en aceite, palta y un puñado de nueces. Otra comida podría ser una ensalada con agregado de aceite de coco, y un muslo de pollo, mientras que la cena, similar, y con guarnición de hojas de vegetales crudos. Los pescados grasos y el pavo pueden reemplazar al pollo. Nuevamente, el 10 % de cada comida tiene que contener espinaca, lechugas, acelga, berro, rúcula o brócoli, entre otros. ¿Por qué seguir una dieta cetogénica? Para disminuir la incidencia de cáncer, de síndrome de ovario poliquístico, de Alzheimer, para bajar de peso, marcar abdominales, en otras palabras, para cambiar radicalmente el metabolismo. En primer lugar, hay que dejar descansar al hígado, es decir, suspender los medicamentos que se consumen sin motivo y que no fueron recetados por el médico, los alimentos tratados genéticamente, el alcohol y el cigarrillo, y los suplementos proteicos. La esencia de un cetogénico es no activar la síntesis de insulina, hormona responsable de enfermedades como diabetes, acumulación de grasas e infarto de miocardio, entre otras. Esta hormona convierte los carbohidratos sobrantes en grasas causantes de diversas patologías. Es decir, sin insulina, no hay forma de acumular grasa en el organismo. Quesos, huevos, alimentos cárnicos, vísceras, palta, aceite de oliva, aceitunas, pescados de agua fría, mariscos, entre otros, son los alimentos recomendados. Este estilo de vida se debe complementar con una disminución del estrés porque, de lo contrario, se activan hormonas que promueven la liberación de insulina. Junto con ayunos intermitentes, este plan se indica para tratar la inflamación silenciosa, diagnosticada en el laboratorio y que, si no se detiene, puede terminar en Alzheimer, artrosis, artritis, envejecimiento cerebral precoz, síndrome de fatiga crónica, entre otros. En síntesis, previo a ingresar en una dieta cetogénica pura, hay que evaluar si se es capaz de sostenerla y de abandonar ciertos alimentos de manera paulatina. Luego, es importante el ayuno intermitente mínimo de 12 horas. Y, para mantener el descenso de peso, hay que realizar actividad física con frecuencia con el fin de no perder masa muscular.