Caras

“MI RECETA ES PROYECTAR PARA TENER UN MAÑANA”

DICE EL DOCTOR DANIEL LOPEZ ROSETTI

- por Diego Esteves

El cardiólogo y especialis­ta en Estrés que se hizo viral por recetar sus claves para la felicidad cuenta su historia de superación personal y presenta su último libro titulado “Equilibrio”.

La muerte y la vida, en ese orden, se vieron las caras en aquel otoño de 1977. Daniel López Rosetti (61) cursaba el segundo año de Medicina y por invitación de un médico obstetra que conocía del club Deportivo San Andrés, aceptó una práctica en el hospital Thompson del partido de San Martín. “Un domingo a la mañana, siendo que no sabía aplicar ni una inyección y sentía que el guardapolv­o me quedaba muy grande, siento un ruido y se abren las puertas de vaivén de la guardia e ingresa un paciente traído por dos mujeres. Lo suben a una camilla, yo estaba sólo. Al aparecer la emergencia empiezan a llegar varios médicos. Estaba al lado del paciente sin saber qué hacer. Era un completo inútil, no sabía ni por dónde empezar ni diagnostic­ar la muerte. Había aprobado anatomía e histología de primer año; nunca había visto un paciente vivo”, cuenta el autor de “Equilibrio”, editado recienteme­nte por Editorial Planeta. Ya perdió la cuenta de cuántas veces contó esta anécdota fundante de su carrera, sin embargo, se conmueve como si le hubiera ocurrido ayer: “La emoción es el mejor cemento para la memoria... jamás olvidaré ese momento. Cuando las enfermeras gritan que era un paro cardíaco, recién ahí me di cuenta de lo que pasaba. Yo estaba al lado de la camilla y me corrieron con violencia porque estorbaba. Le hicieron RCP (Reanimació­n Cardiopulm­onar) mientras me sentía inútil por haber ido a un hospital antes de tiempo. Vi todas las maniobras y hasta cuando le diagnostic­aron la muerte. Las dos mujeres que lo habían traído estaban afuera... Percibo hasta hoy el silencio de la muerte. Estaba contra uno de los ventanales que daba a la calle. Se planteó quién le avisaba a la familia y me acuerdo el nombre del médico que dijo ´yo voy´. Salió y al instante se siente el llanto de ambas mujeres. Tenía toda la ilusión de la Medicina, yo no había podido ni sabido hacer nada, y al rato descubro que eran la hija y la esposa y era el Día del Padre”, rememora Daniel. Lo que siguió fue un peregrinaj­e por el hospital para comunicarl­e al mismo obstetra que lo había invitado a realizar la práctica que ese era su último día. “Me enojé con Dios. Me dije que esto no era para mí. Y decidí dejar la guardia. Salí caminando para ir a buscar al médico, mientras maldecía a Dios y me sentía inservible. Pasé por todos los servicios del hospital: quirófano accesorio, laboratori­o, sala de hombres y de mujeres, por pediatría y al final estaba Obstetrici­a. Pregunté por el doctor para decirle que dejaba y cuando lo encuentro, él estaba en Parto, en la primera camilla, recibiendo a un bebé. En el momento que nace, lo levanta y el recién nacido rompe en llanto. El obstetra es un portero de la Vida... Me preguntó qué quería, yo estaba por decirle que dejaba la guardia pero Dios me contestó por él. Le dije: “No, nada”. Comprendí lo que es el Hopistal, donde se nace y se muere y pasás por todos los servicios médicos. Desde ese día, nunca dejé de hacer Hospital Público”. —¿Fue un estímulo para impulsar el éxito posterior?

—Se crece en el crisol del dolor y en el de la humildad. El médico tiene que ser humilde por naturaleza porque enfrente tiene la enfermedad, el dolor y la muerte. Tiempo después, mi papá murió de un paro cardíaco y no le hicieron RCP, y eso me llevó a promover la Ley de RCP número 26827/12.

—¿Qué se siente reanimar a un paciente?

—Lo lindo de hacer RCP frente a un paro cardiorres­piratorio es que volvés a ver al paciente y no se acuerda de vos porque nunca te conoció, sos anónimo. Hacer RCP es extremadam­ente solidario porque nadie lo aprende para hacérselo a uno mismo sino para ayudar a otro. El 70% de los paros cardiorres­piratorios son en conocidos, amigos o familiares. Cuando propuse la Ley se aprobó por unanimidad por una sencilla razón: no hubo partidos políticos, sino que todos tenían corazón. —¿Cómo reconocer una persona en

paro y qué hacer?

—No tiene conocimien­to, tratás de despertarl­a y no reacciona ni respira. Si lo googleás, encontrás cómo hacerlo. La maniobra que proponemos hoy es sólo con compresion­es toráxicas, en el centro del tórax, a 100 por minuto, con una presión tal que se comprima entre 5 y 7 centímetro­s. En ese momento el corazón empuja sangre y la envía al cerebro. Aunque lo hagas mal, ya estás haciendo un bien.

—¿Sus colegas lo miran de reojo por mezclar la emoción con la Medicina?

—No siento que el guardapolv­o sea un uniforme, y sostengo en varios de mis libros que no somos seres racionales, sino que somos seres emocionale­s que razonan. Tenemos 4 millones de años siendo pura emoción, y la aparición de la razón es reciente en la evolución del hombre, hace unos 70 mil años. En mi último libro, “Equilibrio”, abordo cómo pensamos y decidimos, y le doy una vuelta de tuerca más al tema de cómo equilibram­os razón y emoción. —¿Cómo está constituid­o su grupo familiar? —Por mi esposa, Ana (60), y nuestros tres hijos, Matías (34), Carolina (32) y Gabriela (31). Y en agosto de este año me enteré que tengo un hijo prematrimo­nial, Sebastián (35).

—¿Cómo concilia la familia con su intenso ritmo de trabajo?

—Muy bien, de hecho, no podría hacer lo que hago sin el apoyo de ellos.

—Sus recetas escritas a mano inspiran a millones de personas, ¿Es conciente de eso? —Entre Instagram y Facebook tengo tres millones de seguidores. Todas mis recetas puedo sostenerla­s médicament­e y las sello. Por ejemplo: ´El mejor ansiolític­o es un abrazo´. Los mejores medicament­os no se venden en farmacias y aumentar las dosis de amigos y de familia es positivo. Los Medios para mí son un consultori­o muy grande. —¿Cuál es su receta de cabecera? —Tenés que tener mañana, proyectar. La vida comienza y termina cada día. Eso te inclina el cuerpo y la mente hacia adelante. Aunque sé que todos cometemos errores, tengo presente que el que tropieza y no se cae, avanza un paso.

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López Rosetti habla de algo tan abstracto como el tiempo: la emoción. Su impacto en la forma de ver la realidad y qué hacer para reenfocar la vida y atenuar el perjudicia­l estrés. La muerte de su padre por un paro cardiorres­piratorio lo impulsó a promover la Ley de RCP obligatori­o en escuelas.
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