“SALI DE LA OSCURIDAD ILUMINADA POR EL AMOR”
EXCLUSIVO: ANDREA DEL BOCA Y SU HIJA ANNA
La actriz celebró junto a su heredera sus 50 años de carrera profesional. Dice que siempre priorizó su trabajo hasta que llegó su hija. Pero fue también en ese momento cuando decidió enterrar a la mujer que ahora renace sin miedos y con más fuerza.
Quizás el tiempo haya actuado como un factor de unión y comunión en una entrevista que desencadenó en una catarsis sanadora. Conocernos desde años fue el sello que apuntaló la credibilidad y la confianza. Entonces Andrea del Boca sintió que podía. Que tenía ganas de hablar y ser ella, por una vez y por siempre, la mujer que jamás se atrevió ni pudo ser. Durante el pasar de las horas se incorporaron a la charla su madre, Ana María y su hija Anna: ambas son el universo más potente que conviven con la actriz que hoy, no sólo celebra sus 54 años sino que festeja sus 50 años de carrera. Atrás quedó Pinina, Celeste, Perla Negra o la Señorita Andrea. Ellas forman parte de un pasado que la formó como una profesional íntegra pero que la limitó a la hora del verdadero amor: Del saberse querida, o simplemente, deseada.
— ¿En qué estado la encuentra emocionalmente este particular momento de su vida?
—Saliendo de muchos años de oscuridad. Después de mucho tiempo de silencio y ostracismo he vuelto a transitar la vida desde el mejor lugar; no sólo porque tengo a mi hija y a mi madre a mi lado, sino porque siento que estoy en estado puro de resiliencia. Si bien no todas las cosas aún están resueltas, he comenzado a vislumbrar una luz en mi camino que sé que me llevará a la verdad y a la justicia. Siento que hay y tengo luz en mi vida, y no es poco decir. Reconocer que tengo 50 años de carrera es como reconocer un milagro. Aún me persigno y agradezco a mi padre – que siempre está y me acompaña— poder disfrutar de esta profesión. Cada función que hago de “Brujas” es bendecida y me siento acompañada por la luz y la guía de mi papá.
—¿Cuál es el primer registro que tiene de su carrera profesional?
— Mi participación en la última semana de “Nuestra Galleguita”, una telenovela que dirigía mi padrino Alejandro Doria, y que interpreté a una niña sordomuda . Yo tenía apenas 3 años, y a pesar de que mi papá no quería que me involucrara en nada que tuviera que ver con el medio, fue mi madre la que insistió y logró el cometido. A partir de ese día nunca paré de trabajar. Pero para mí no era un trabajo. Era un juego. Me divertía en el set tanto como me divertía con mis hermanos cuando íbamos a la playa en Mar del Plata y nos quedábamos en la arena, o en el mar, desde la mañana a la noche. Nunca fui obligada a hacer algo que no quisiera o me hiciera sentir mal.
— Su madre dijo que usted siempre fue una niña inquieta y diferente. Como si supiera desde pequeña que la construcción de su vida iba a ser a través de la actuación.
— Era extrovertida y me gustaba jugar, posar frente a la cámara y hacer morisquetas. Pero nadie imaginó en mi familia que lo que para mí era simplemente un juego, iba a ser mi vida. Después de estar siete meses grabando en la tele, con picos de ratings enormes, hice mi primera película “Habia una vez un Circo”, con Gaby, Foto y Miliki, en un verano de 1970. Yo estaba más que feliz. Sentía que los payasos me cantaban a mí, y además, podía conocer todos sus secretos. Siempre quería ir a jugar con ellos. Mi mamá me enseñaba la letra, me explicaba las acciones y yo las reali
zaba. Es que aún no sabía leer. Es más, recuerdo que un verano, mis hermanos y mi papá se fueron a la playa, y yo me quedé con mamá para terminar la película. No teníamos aire acondicionado en el departamento, y mamá, para refrescarme, me ponía sobre una toalla con talco y me hacia repetir los textos. Era tarde, había que levantarse temprano, y mamá me decía “Andrea, no te duermas porque no te vas a acordar la letra…” Luego entendí que es precisamente en ese instante antes de dormir cuanto más retiene los textos la memoria. Mamá me enseñó, como un juego, a descubrir mi profesión. Hoy, cuando veo algunas escenas de esa época, me da mucha ternura. Pero sobre todo, veo a una niña feliz. En mi casa jugaba a la alumna con mi hermana, que por supuesto era la maestra, y en los estudios era la niña mimada.
—Son muy pocas las niñas que a los cinco años son consagradas como estrellas del espectáculo.
—Nunca tomé consciencia real de lo que podía provocar a otras niñas o al medio artístico en general. Siento que mis padres me protegieron de todo lo que podría haberme hecho mal siendo tan niña. Además, yo en esa época iba a la escuela primaria.
—¿Tiene registro de cómo reaccionaban sus compañeras de la escuela frente a su fama y trascendencia artística?
—No era ni la mejor ni la peor alumna, era una más del montón. Me sentía muy feliz con lo que hacía sin saber la responsabilidad que tenía. No me interesaba lo que pensaran las otras chicas. De hecho, mis mejores amigas no tienen que ver con la época de la escuela. Lo que molestaba muchísimo era cuando iba a los cumpleaños de mis compañeritas y las madres me acorralaban para preguntarme por los actores y las novelas. Un día me cansé y le dije a mi mamá: “No voy más...” y dejé de ir a los cumpleaños y a las fiestas escolares. Estando en sexto grado en una escue la de monjas, la madre superiora llamó a mi mamá para decirle que me habían evaluado durante todo el año y que sentían que yo no mantenía la atención que ellas pretendían. ¿Conclusión? Sugirieron que abandonara el colegio para que pudiera trabajar y rendir libre a fin de año. —Concretamente las monjas la echaron…
—¿Te parece?. Yo siempre pensé que lo habían hecho para cuidarme ( risas). Pero te juro que no era rebelde… Esto sucedió a los 11 años, a partir de entonces rendí los exámenes siempre libre. Tenía que pasar por mesas examinadoras, y reconozco que así como tuve profesoras divinas, otras fueron muy severas. Porque sólo por ser Andrea del Boca me hicieron sufrir. Mi primer registro con el estudio vinculado al arte fue cuando tuve como maestra de Artes Plásticas a la sobrina nieta de Evita.
—¿Cómo fue crecer y vivir como una niña modelo, entendiendo que usted era para muchas familias y mujercitas un referente del deber ser?
—Quizás podían llegar a verme como un referente porque en aquella época era la única niña que trabajaba en televisión. Pero yo nunca me sentí de esa manera…tenía a mis hermanos, y mis padres nunca marcaron diferencia entre los tres. Lo que sí me molestaba, y ahora puedo verlo y analizarlo con adultez, era cuando una vez al mes, llegaba a mi casa una asistente social impuesta por el Ministerio de Minoridad, para hacerme todo tipo de preguntas. Odiaba que me despertara temprano y me dijera “Nena…”. Yo respondía lo que me preguntaba con naturalidad, pero evidentemente, lo que provocaba que una niña actriz abordara desde la actuación ciertos temas como la falta de una madre o el abandono, conspiraba a que grupos sociales de la Argentina hicieran todo tipo de denuncias temiendo que mi “trabajo” pudiera afectarme emocionalmente.
—Usted desde pequeña ganó dinero. ¿De qué manera lo invertía su familia, teniendo en cuenta que era menor de edad para manejarlo?
—Mis padres lo administraban, pero con mis hermanos teníamos una mensualidad que papá nos daba para administrarla.
—Pero usted era la que generaba el dinero..
—Bueno, pero mi papá era el que administraba todo el dinero que ingresaba a la casa familiar. De hecho, hasta el último momento, mi padre fue el que negociaba mis contratos. Una vez que fui mayor de edad, él me presentó todos los papeles y me liberó para que yo decidiera. Y lo que decidí fue que él siguiera cuidando mis intereses. Desde temprana edad me enseñaron que el dinero había que utilizarlo como un medio para seguir creciendo. Por eso, cuando quise seguir estudiado e ir a la universidad, opté por vivir en New York y estudiar clases de actuación en la escuela de Lee Strasberg. Papá siempre decía que había que comprar ladrillos para el techo e invertir en nuestro crecimiento profesional. Por otro lado, yo jamás fui una gastadora compulsiva. Nunca. —Durante su adolescencia, ¿Qué fue lo que más la hizo sufrir, reconociendo que todo lo que usted hacia o decía estaba mediáticamente expuesto?
—Ni en mi adolescencia ni en mi niñez
mi trabajo me quitó la felicidad, todo lo contrario, me permitió viajar, que es algo que me encantó siempre. Conocer diferentes culturas, sabores, olores, e inclusive, el amor que me tenían en países insólitos sin conocerme personalmente. Si sufrí, no me di cuenta. Seguí mi vida. Jamás nada me detuvo. —¿A que dad se convirtió en “señorita”?
—A los 12 años, estaba en España. Si bien en aquella época no se hablaba del tema, yo corría con la ventaja de tener como aliada a mi hermana mayor. Se lo conté a mi mamá esa misma noche, y a la mañana siguiente, mi padre me regaló un ramo de flores. Era todo un acontecimiento.
—A los 15 años dio su primer beso de ficción sin nunca haber sido besada por amor…
—Sí, me lo dio Raúl Taibo, y para hacerme una broma, antes había comido sardinas con cebolla.
—Hasta ese momento, pareciera que su vida estaba signada por los románticos textos escritos por otros o por las grandes pasiones que interpretaba sin jamás haberlas experimentado. Hasta que apareció Silvestre, su primer amor.
—Sí, lo conocí cuando tenía 16 años y empecé a salir con él a los 18. El era un hombre de 30 años. Fue un desafío personal el encontrarme enamorada de alguien que tenía una historia muy heavy. Pero a pesar de todo, y de todos, decidí jugarme por amor. Como lo hacían las heroínas que interpretaba, sólo que ellas siempre tuvieron un final feliz y no fue mi caso. Con él experimente mi primer beso real, verdadero. Y se sintió distinto porque “sentí”, no estaba interpretando a nadie. Era yo. Estaba emocionada, alegre, apasionada. —¿Con Silvestre experimentó la pérdida de la virginidad
—Sí, porque desde siempre fui una mujer que se jugó por la verdad. En ese momento me sentía plena. Y me entregué por amor.
—Usted era menor de edad y él un hombre adulto. Podría haber ido preso. —Sí, obvio. Y su abogada me decía a mí que no nos expusiéramos públicamente precisamente por eso, porque yo era la que sostenía y cuidaba la relación y él, un tiro al aire. Pero el recuerdo de mi primera vez en cuanto a lo sexual, reconozco que fue lindo. No así para mi padre, que cuando se enteró de nuestro romance se le desfiguró la cara y me dijo : “Es lo peor que me podes decir y no creo que sea el hombre de tu vida. Me siento peor que si estuviera en tu propio velorio…” Durante un año no le dirigió la palabra y jamás quiso verlo fuera de las grabaciones. Estaba destrozado.
Llega el momento en el que Ana María, su madre, Ala, para su nieta Anna, toma la palabra. Es la primera vez que habla en primera persona y expone sentimientos. Sus ojos son muy claros, y llora. “Apenas Andrea empezó a actuar, de chiquita, reconocí y me di cuenta que ella era una niña diferente. Le gustaba posar más que sus hermanos, desde los dos años ya llamaba la atención. Yo había hecho muchas fotonovelas, y entendí rápidamente cual era su pasión. Vengo de una familia de muchos sacrificios. Nada me fue fácil. Atravesé el bulling por ser una niña pobre, y tanto a mí, como a mis hermanos, nos crió mi abuela materna – vivíamos en Carmen de Areco— porque mi madre trabajaba de mucama en Buenos Aires, para poder mantenernos. Nunca tuve un padrino en todo lo que hice. Mis trabajos en fotonovelas, cine o en televisión fueron por mi sacrificio… Fui alumna de Milagros de la Vega, y siento que las cosas que he aprendido pude transmitírselas a mi hija. Pero Andrea tenía una responsabilidad poco común. Ella caminaba con los libretos como si supiera leerlos. Se imponía sola. Y siempre me decía “Vos mamá léemelos que yo me los voy a aprender”. A través del texto le explicaba ciertas vivencias. Ella me preguntaba que era la felicidad, la tristeza, sentimientos que marcaba el guión, y yo se los explicaba a través de situaciones más cotidianas o cercanas a su edad. Andrea nunca estudió de memoria. ¿Cómo la protegía del entorno? En la intimidad de nuestro hogar, con Andrea nunca hicimos ninguna diferencia. Si se portaban mal, cobraban los tres hermanos. En nuestra casa solo existió el amor…Viví 60 años con mi marido – el director integral Nicolás del Boca — y hemos tenido un amor que se proyectó en mis hijos y en cada situación que nos tocó vivir. Aún sufro su ausencia. Lo extraño. Y si sigo en esta vida, es sólo porque siento que no puedo dejar a Andrea sola. No, no podría, ella no está preparada. Yo soy fuerte, siempre lo he sido. Quizás por mis orígenes; tengo sangre indígena y aprendí a defenderme en la vida con fuerza. Lloro, si, pero sigo de pié.”
—Tras su separación con Silvestre vuelve a relacionarse con un hombre mucho mayor que usted, el director cinematográfico Raúl de la Torre. Usted tenía 22 y él 50.
—Lo cierto es que fue una relación muy opuesta a la anterior. Yo venía de un vínculo muy pasional ( que me había ido como el culo) por lo cual me dediqué a experimentar todo lo contrario.
—¿El aburrimiento?
—Yo diría experimentar un romance “muy tradicional”. Teníamos muy buen diálogo, y eso nos unió y nos convirtió en pareja. A pesar de no tener la misma edad, teníamos los mismos años de carrera. Y sentí que Raúl respetaba mi trabajo. Fue un romance “más intelectual”. Y para serte sincera, planté muchos árboles en su quinta…Y árboles
La actriz dice vivir en un estado de pura resiliencia. A los 12 años se “hizo señorita” y perdió la virginidad a los 18 junto a su primer amor, Silvestre. El tenía 30 años, estaba casado, tenía hijos y una vida “muy heavy”.
que sembré desde la semilla… Así que imaginate lo que me he divertido. ( se ríe con picardía) Si hay algo que les molestó a los hombres con quienes estuve fue precisamente mi carrera. Para ellos, mi carrera de actriz era peor que si los engañara con su mejor amigo. Lo que los enamoraba en un principio de mí, al final se transformaba en una amenaza. “Tenés que dejar todo y ser sólo mía ” En muchas oportunidades siento que los hombres me han descalificado por ser una figura popular. No son muchos los que se bancan tener una mujer con personalidad y autosuficiencia. Me siento identificada con una frase que alguna vez dijo Rita Hayworth: “Se acuestan con Gilda y se despiertan con Rita”. Algo parecido sucedió conmigo. Solo que nadie soportó la realidad. —¿Alguna vez se drogó?
—No, nunca. Jamás me interesó. —¿Tiene una personalidad adictiva?
—A mí lo único que me puede es el chocolate. Cuando me separé de Jeffrey Sachs – su novio americano con el cual salió del año 1995 al 1997— o cuando falleció mi papá, mi refugié en kilos de chocolate. Pero también soy tajante, cuando quiero dejar algo o a alguien, se terminó. Y no lo padezco.
—¿Alguna vez se dejó tentar por el alcohol?
—No, tampoco. Te juro.
—En la intimidad, ¿Es un poco “fiestera”?
—¿Qué significa? ( Lo pregunta con absoluta ingenuidad) Sí, me encanta celebrar y divertirme. Y bailar mucho, me fascina la pachanga. Ahora, si te referías a otro tipo de fiestas, no, nada.
Soy demasiada naiff. Jamás fui desbordada ni me gusta perder la conciencia y el control. He sido muy descontrolada en mis amores.
—¿Por que asegura haber sido “descontrolada” en sus vínculos afectivos?
—Lo digo en el sentido que no fueron amores tradicionales.
—En todo caso, lo que se esperaba de Andrea del Boca.
—Es posible, probable, pero eso, en todo caso, es una apreciación de los demás. Mi papá siempre me lo decía “Andrea, por qué no encontrás a un hombre que sea un compañero..”
Su hija Anna sabe cuidarla y la entiende como nadie. A veces se ríe de ella y de su innato melodrama personal. Pero son una unidad que uno siente como si se tratara de un bloque inquebrantable construido con la misma dosis de amor y sufrimiento. “Descubrí que mi mamá era Andrea del Boca cerca de los cuatro años, cuando la vi en la televisión besándose con Gabriel Corrado. Quedé sorprendida y en shock. Le pregunté “Mamaaa ¿Quién es este tipo?”, ella estaba sentada a mi lado y no pude creer. Con los años me emociona ver su recorrido profesional . Siento orgullo por ella, no sólo como actriz, sino como mujer. Ella una vez me dijo que siempre su foco estuvo puesto en su trabajo, pero a partir de mi nacimiento, sus prioridades cambiaron. Dice que lo más importante de su vida soy yo, y es muy fuerte. (se conmueve). Mamá me provoca mucho honor. Sé que renunció a lo largo de su vida a muchas cosas por su carrera. Mamá no es frívola ni fría. Es responsable. Se crió llena de responsabilidades. Pero siento que se está abriendo y dejando que sus sentimientos florezcan de otra manera. Me gustaría trabajar con mamá en cine. Soy más fans de las películas. ¿Si me veo parecida? Yo no, pero muchos dicen que sí. Somos opuestamente parecidas. Y es muy lindo que así sea. Me encanta compartir todo con ella, somos unidas y fieles. En nosotras hay amor. Del sano. Del puro. Del verdadero.”
—¿Cuál de todas sus telenovelas impactó más en su vida? —Tendrían que ser dos: “Papá Corazón”, que me lanzó al mundo como Pinina, y “Perla Negra” porque a través de esa novela, y sin darme cuenta, me replantee muchas cosas. De cada personaje que hice he aprendido mucho, a reírme, a conectarme con el amor, con el desamor. De cada mujer que interpreté rescate su parte lúdica. Y entendí, como ellas, que también yo tenía la posibilidad de reinventarme.
—¿Cuáles fueron los galanes más rutilantes que tuvo a lo largo de su carrera?
—Desde Ricardo Darín hasta Adrián Suar, pasando por Gabriel Corrado, Dady Brieva, Gustavo Bermudez, Pablo
Echarri, Osvaldo Laport, Raul Taibo…tantos.
—¿Con cuál de ellos tuvo más afinidad y mejor piel?
—Con Darín; quizás porque cuando grabamos “Estrellita Mia” (1987) los dos veníamos de atravesar crisis afectivas y nos hicimos muy amigos desde un costado muy humano. Teníamos química y como pareja dábamos muy bien. Las escenas de amor nos costaba mucho porque nos reíamos sin parar. —¿Sintió alguna vez el peso de sentirse con la responsabilidad absoluta de cargar sola con la telenovela porque su galán no estaba a la altura de las circunstancias?
—Y si, claramente con Silvestre, entre otros.
—¿Quiénes de todos sus galanes la besó mejor?
—Darín. Porque se transmitía mucho teniendo claro que no pasaba nada. O por lo menos desde mi lugar.
— ¿Eran besos de romanticismo o de pasión y erotismo?
—Besos románticos apasionados. Para ese momento, de avanzada. —¿Siempre debutó sexualmente en sus telenovelas?
—Y sí, casi todas mis heroínas eran vírgenes y atravesaban su primera vez. —¿Alguna vez se desnudó o se desnudaron sus galanes para grabar una escena de amor?
—Jamás! Siempre tenía ropa interior o una enagua color piel. Y ellos en calzoncillos. Por favor, en bolas me muero del asco.
—¿Quién fue el peor de sus besadores profesionales?
—¿Es necesario? Silvestre. Porque an
“Perdí a mi marido y sigo sufriendo por amor. Si aún estoy en esta vida es porque no puedo dejar a Andrea sola”. (Ana María)
tes de comenzar nuestro noviazgo besaba con la boca dura, de manera fraternal, feo.
—¿Alguna vez la besaron con lengua?
—Yo estudie “clases de besos”, y no es lo mismo el primer beso, tímido, que el beso robado, o el beso apasionado o de calentura. Durante un mes aprendí todas las técnicas. Tengo autoridad para poner límites y correrme de las situaciones desagradables. ¿Nunca le metieron la lengua, a pesar de tener tanta autoridad y estar matriculada como besadora profesional?
—Una sola vez, pero de inmediato le paré el carro y él se excuso diciéndome que no se había dado cuenta. ¿Quién fue? ¿Tengo que decirlo? Osvaldo Laport.
— ¿Alguna vez se sintió acosada o abusada en 50 maños de carrera? —No, no lo sentí ni me ha pasado. En mi profesión nunca, en lo personal, si, de acoso. Atravesé una situación muy desagradable que estuvo ligada al abuso del poder sexual.
—Ya no es Pinina y hace tiempo dejó de ser Señorita Andrea. ¿Cómo transita el paso de los años y su madurez femenina?
—Estoy en un momento de transición. Como si estuviera viviendo una segunda adolescencia, no porque pretenda vivir lo que no viví en algún momento de mi vida, sino porque hoy siento que le doy permiso a la Andrea mujer. He construido una carrrera, he tenido una hija y la he criado con el amor más absoluto. Ahora es un tiempo en el que empiezo a dedicarme a mí y a lo que siento. Sin tantos replanteos. Ni arrepentimientos.
—¿Cuando un hombre se le acerca, se la hace fácil o él tiene que remarla mucho?
—Es que no se me acercan. Y no sólo
porque soy una persona pública, también porque soy tímida y reservada. Y yo no trabajo de famosa, trabajo de actriz. Me encanta la galantería del hombre y soy muy romántica. Pero también puedo ser más salvaje y cubrir todos los roles (Se ríe)
— ¿Es activa o pasiva?
—Soy frontal. No tengo problema en encarar a un hombre, pero para serte sincera, desde que quedé embarazada decidí enterrar a “la mujer” y dejar de sentir. Mi ecuación era: “No siento, no sufro”.
—Como era trabajar bajo la dirección de su propio padre. Era sabido la disciplina y la exigencia que como director imponía dentro de un set.
—Conmigo era implacable. Jamás me trató de manera diferente por ser su hija. Siempre pudo diferenciar su rol de padre del de director televisivo. Tenía humor, era tano y todo su talento lo ponía al servicio de cada escena. Estaba atento a todo y a todos. No por ser su hija sólo se iba a ocupar de que salga hermosa y divina. Todos sus productos eran cuidados con una calidad al límite. Yo aprendí y heredé su capacidad de trabajo y su mirada precisa. Siempre fuimos muy “egoístas” y siempre quisimos trabajar con los mejores. Nos movíamos en familia y la gente decía que éramos un clan. Sí, un clan de amor, un clan que se une para protegerse, amarse y en el trabajo, dar lo mejor para el proyecto que nos tenía involucrados. Para mí, Nicolás era un mago. Un genio. Un grande. Era un director integral que entendía la sensibilidad del actor y comprendía a la perfección lo que quería trasmitir a través de una toma. Trabajar con él era universitario. A los 30 años recuerdo que le dije que quería abandonar la carrera. Me miró y me dijo que no tomara decisiones en caliente, que estudiara algo nuevo, al
“Mi padre antes de morir me dijo: “Andrea, veo un futuro brillante. Lo mejor está por venir…” . Y hoy siento que tenía razón”.
go que me conmoviera, lo que sea…Y ahí fue cuando me fui a EEUU a estudiar dirección y producción televisiva. Pude reconocerme desde otra perspectiva gracias a su consejo de hombre sabio.
—¿Hubo otros momentos en los que pensó en renunciar a la profesión y a tantos años de carrera?
—Sí. Lo hubo. El año pasado, cuando pasó todo lo que pasó y sentí tantas injusticias. Mi padre, frente al ataque de la prensa, un día me dijo: “Andrea, yo no sé si tu carrera va a resistir a este momento. A cualquiera la destruiría”. Sólo me dedique a acompañarlo en su enfermedad y demostrarle, día tras día, el amor que sentía por él y por su esfuerzo por mantenernos unidos. Los tiempos de la justicia no son los que uno querría. Pero papá no tenía tiempo. Y una noche, tomados de la mano, y viendo televisión me dijo “Andrea, yo veo un futuro brillante para vos. Lo mejor está por venir siempre…” Para ese entonces papá hablaba poco, pero dijo lo que sentía. Me acomodé al dolor de hija y acompañé su proceso. Enfrenté lo peor de mi vida y pude despedirlo en paz. Durante este proceso de duelo, mi carrera estaba en un plano en el que no la consideraba. Hasta que hace unos meses me encontré con Juan Pablo Fioribello, mi abogado, que me alentó a que saliera a hablar y contar mi verdad. Yo no pensaba volver a trabajar. Pero él me ayudo a animarme, a encontrar una luz que no vislumbraba entre tanta oscuridad. Y me tiré al precipicio porque sentí que tenía paracaídas.
—¿Siente que está en un nuevo periodo de apertura afectiva?
—Sí, ahora sí. De todo lo que transité y viví en mi vida, tiene que salir algo positivo y resurgir la mujer. Mi asignatura pendiente es darme todo el tiempo y todo el espacio para que el hombre que esté a mi lado se sienta respetado, cuidado y amado. Y que sea recíproco. A través de la televisión amé y fui amada. Atravesé todas las pasiones y los finales felices. Finales que yo no tuve. Por eso ahora decidí cambiar y no tener más miedo. Me han metido los cuernos, confié y me traicionaron. Ya no quiero eso para mi vida. Busque relaciones que tenían fecha de vencimiento para no sufrir. Hoy merezco renacer sin boicotear a la mujer, que de no haber sido por Anna, hubiera vivido el resto de mi vida en piloto automático. En definitiva, encontrarme con la Andrea que nunca fui y que hoy siento que merece, como mis heroínas, tener final feliz.
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