“HEREDAN EL GUSTO POR LO BIEN HECHO”
EL SASTRE NICOLAS ZAFFORA Y SUS HIJAS
La elegancia y el buen gusto en tiempos de pandemia. Ese parece ser el “norte” de Nicolás Zaffora (43), el sastre de “los sibaritas a quienes les gusta lo bien hecho”. Dueño de un magnífico atelier sobre la calle Arroyo, en el Barrio de Retiro, desde hace 10 años es un referente de las prendas de alta gama. Casi todas las telas que usa son inglesas e italianas, y de fibra natural. El término que utiliza para referirse a su especialidad es “bespoke”, que alude a la ropa hecha a medida y de manera artesanal. Zaffora es oriundo de Azul, provincia de Buenos Aires. Allí se crió con sus abuelos italianos, uno talabartero y el otro sastre. Aprendió el oficio con ellos y a los 12 años viajó a Capital Federal para hacer la secundaria en un internado en el Liceo Militar. Tras cinco años, ingresó en una congregación religiosa en un monasterio y empezó a confeccionar los hábitos religiosos. En 2010 lanzó su firma Zaffora Bespoke con el sello de una empresa familiar y tradicional. En su atelier hace trajes a medida para un selecto grupo de clientes, entre los que hay personalidades del mundo del espectáculo, empresarial, cultural, político... Aunque prefiere preservar sus identidades como un código de confidencialidad. Cada prenda le lleva entre 35 y 45 días de trabajo. Pero en el contexto de la pandemia, tuvo que ingeniárselas para sostener tan exclusivo emprendimiento. “Lo nuestro siempre es lo estético. A medida que la cuarentena se in
crementó, lo primero que fuimos viendo fue que los cubrebocas eran feos. Entonces había que hacer modelos elegantes. Después los fui desarrollando cada vez más. Ahora no son solo lindos sino que además tienen un sistema antimicrobiano. Le compré unas telas a una empresa francesa, y confeccioné con ellas tres capas internas con ese material. Para la capa externa uso tela de sastrería, de pura lana. Son cubrebocas con cuatro capas que rondan los 1500 pesos. Y ahora acabo de lanzar una pequeña colección para usar con esmoquin.
La pieza es confeccionada con una tela que es pura vicuña y cashmere. La vicuña es la fibra más selecta del Planeta, la llaman ‘la Fibra de Dios’. Son cubrebocas de 150 dólares”, explica el exclusivo sastre argentino, que además desarrolló una aplicación para que sus clientes no tengan que asistir a su atelier a probarse las prendas. “Los sastres tenemos un montón de telas de muestra. Les saco foto y la aplico a un diseño mío de chaqueta y pantalón. Con eso hago todas las combinaciones que quiera, como si tuviera un pequeño maniquí. Luego le mando capturas de pantalla a mis clientes. Todo por WhatsApp. Con eso puedo armar diferentes outfits, sin estar con la persona, mostrándole cómo va a quedar. Las medidas, como son clientes, ya las conozco. Y si me dan el okey, encargo las telas y me pongo a trabajar. Termino y se lo envío”, explica.
A pocas cuadras de su atelier, Zaffora posa en su coqueto departamento junto a sus hijas Trinidad (10) y Luz (6). También participa de la producción de CARAS su galgo rescatado de la “Fundación Zorba” llamado Fred, que tiene 14 años y adoptó hace 4. La relación que el sastre más chic de Buenos Aires mantiene con sus hijas tiene condimentos muy especiales. “Cuando en la escuela le preguntan: ‘¿A qué se dedica tu papá?’; ellas responden: ‘¡Hace ropa cara!’ (Risas)”, comenta.
Cuando se le consulta si el amor por la elegancia se hereda, Nicolás cuenta cuál es su forma de educar a sus hijas en este universo. “Siempre hay algo que se hereda, por ejemplo el gusto por lo bien hecho. Son detalles que la mente de un chico va fijando. A las
“Cuando le preguntan a qué se dedica su papá, mis hijas dicen: ‘¡Hace ropa cara!’.”
nenas les digo algunas cosas, pero no quiero ser invasivo. Intervengo por ejemplo si vamos a un lugar donde hay que ir vestidos de cierta forma. Las estoy guiando para que se ubiquen y aprendan una de las grandes leyes de la educación. Si están todos de esmoquin, hay que ir de esmoquin. Si todos llevan traje, tenés que ponerte un traje. Si es vestido largo, es vestido largo. ¡No es con calzas y ojotas! ‘A donde fueres, haz lo que vieres’, forma parte de ser bien educado y estar bien vestido para la ocasión”, dice.
Nicolás está divorciado de la mamá de sus hijas, que es coreana y trabaja en la embajada argentina de su país. Y cuando se refiere al Día del Padre, explica que la pasaron todos juntos, aunque la fecha para el sastre es bastante movilizadora. “Esta es la primera vez que lo cuento públicamente: soy hijo de desaparecidos. Mi madre y mi padre brillan por su ausencia desde 1977. Por eso, el Día del Padre para mí es un poco ‘pesadito’. Mis hijas no conocen a sus abuelos. Los paternos están desaparecidos y los maternos viven en Corea. Mi primera hija, ‘Trini’, me tuvo que bancar los bajones... Sobre todo cuando ella cumplió la edad que yo tenía cuando se llevaron a mis padres. Me veía en ella. Yo tenía un año y tres meses cuando los secuestraron. Apenas caminaba y me quedé sin mamá y sin papá. Para el Día del Abuelo, al colegio las acompaño yo. Ese día soy padre y abuelo”, afirma.
Las niñas se criaron entre tijeras, centímetros y telas. Pero Zaffora afirma que todavía son chicas para aprender a coser, algo que suele ocurrir a partir de los doce años. “Tal vez alguna o las dos sean sastres como el papá. De hecho, con la más chiquita estuvimos jugando a las muñecas con la casita de Barbie. Y me mostró un top que había hecho recortando una media. Le hizo agujeros para los brazos, imagínate: tiene seis años y ya hace eso. También diseña vestiditos con pedazos de tela que encuentra. Lo mío es una empresa familiar, así que tarde o temprano, si ellas quieren, se harán cargo. Si no, cada una seguirá su propio camino”, comenta el exclusivo sastre que se define como un papá muy cariñoso.