Casilda y la operación percha verde

CASILDA Y LA OPERACIÓN PERCHA VERDE

- Texto : Susana Bokobo

La tienda de animales Petco, en Hollywood Boulevard, había cerrado. Se estaba haciendo de noche. Todo parecía tranquilo. Sin embargo, media hora después de que Mr. Sperk, el dueño, se fuera, todos los animales de compañía de la zona se juntaron en esa tienda. Rudolf, el perro más grande de todos, abrió la puerta para que entraran los animales. Empezaron a entrar perros, gatos, conejos, tortugas, cobayas, hamsters…

Una de las cobayas se puso en el centro de todos los animales y empezó a hablar. La cobaya se llamaba Fredy. Fredy habló con voz chillona:

—¡Señoras y señores, vamos a ver, póngase en su sitio! ¡Vamos, vamos, sin alborotar! ¡Shhhhh! ¡Shhhhhh!

Alice, la mamá conejo dijo:

—Ay, lo siento, he tenido que venir con mis crías —y se sentó rodeada de diez diminutos conejillos.

—Vale, vale —dijo Fredy— pero que no hagan ruido, que no hagan ruido. ¿Estamos todos?

Los animales se miraron unos a otros y vieron que no faltaba ninguno. Fredy continuó:

—Queridos todos. Quería anunciaros que ya hemos encontrado al humano que nos va a ayudar en nuestra operación.

—¡Bien, bien, hurraaaa! —gritaron todos de alegría.

—Mr. Vaca —continuó Fredy pidiendo calma con sus manitas— Mr. Vaca, digo, que como sabéis es el espía humano que normalment­e nos ayuda, no puede hacerlo esta vez. Ahora necesitamo­s a un niño o una niña. Pero nos ha encontrado a la niña ideal. La niña se llama Casilda, está en su clase de Social Science. Dice que es muy brillante, inteligent­e y responsabl­e. La operación sabéis que es muy importante. Han estado desapareci­endo adornos y cosas que se van a utilizar en la obra de teatro de fin de curso del colegio. Como siga así no quedará nada… Sí, sí, quedan algo más de dos semanas y los humanos todavía no se han dado cuenta… pero tenemos un pequeño problemill­a.

—¿Cuál, cuál? —preguntaro­n a Fredy.

—Casilda no es espía.

—Ahhhhhhh.

Se oyó un murmullo por toda la tienda.

—Pero sí, está dentro de la función. Es la diseñadora de los trajes y disfraces— dijo Fredy. Ella sabrá sin duda qué es lo que falta.

—Sí, sí. Eso está muy bien pero si no es espía ¿qué vamos a hacer? —preguntó Mr. Platypus—. Habrá que buscar otro niño —dijo muy serio.

—Tranquilos, tranquilos. Si Mr. Vaca ha dicho que Casilda puede es porque puede. Además necesitamo­s a alguien dentro del colegio y que participe en la obra de teatro. Mr. Vaca no puede. Confiemos en él que nunca nos ha fallado.

—Pero entonces ¿cómo lo vamos a hacer? —Preguntó otra vez Mr. Platypus.

—Tengo una idea —dijo Fredy—. Alice, ¿no tenías un primo que vivía en la Granja Escuela del norte de la ciudad?

—Sí. En realidad tengo ciento veinte primos que viven en esa Granja Escuela.

—Estupendo, estupendo. Pídele a alguno que me cuele en la Granja. Habrá cobayas también allí, me imagino.

—Sí claro —dijo Alice. Pero todavía no entiendo.

—Ay, que tengo que explicarlo todo…. A ver. La clase de Casilda tiene una excursión dentro de dos días a la granja. Mr. Vaca me dijo que a Casilda le encantan las cobayas. Pues yo estaré allí y me las apañaré para que me lleve a su casa y allí la enseñaré cómo ser espía. Va a ser la mejor espía de toda la ciudad.

—Pero no se puede formar a un espía en unos días, eso lleva muchos años de entrenamie­nto —interrumpi­ó Mr. Platypus.

—No tenemos muchos años. Tenemos unos días. Pero seguro que Casilda lo hace muy muy bien.

Llegó el día de la excursión a la Granja Escuela. Casilda estaba emocionada. Le encantaba ir y tocar a las ovejas y a los conejos y darles de comer. Pero sobre todo le encantaban las cobayas. Tan suaves y tan blanditas y con esas manchitas negras, marrones y blancas tan bonitas.

Fredy estaba allí colocado entre las cobayas, poniendo su mejor cara de “llévame contigo” y su mayor sonrisa. Se adelantó a todas y empezó a mover la cabeza y el hocico hacia arriba.

Casilda le dijo a su mejor amiga Marley:

—¡Mira Marley, mira qué cobaya más bonita! ¡Mira! Parece que nos está diciendo hola. ¡Hola! ¡Hola guapa! ¿Puedo cogerla? —preguntó al monitor.

—Por supuesto que sí. Además, esta es la semana “adopta a un animalito”. Te la puedes llevar a casa si quieres.

—Sí, sí… Mis papás me han dicho que puedo llevarme un animalito a casa, pero solo esta semana.

Fredy pensó, “bueno, empecemos por una semana y luego ya veremos”. Y volvió a mover el hocico arriba y abajo.

Casilda se llevó a Fredy a casa. Le dieron una gran jaula y comida para una semana para alimentarl­a. Casilda estaba muy contenta, tanto que sus padres le dejaron que llevara la jaula a su habitación a la hora de dormir.

Después del beso de “buenas noches” Casilda oyó un ruido extraño. Se oía algo como un silbido. “No será nada” pensó. Pero al rato se volvió a oír el silbido: fiuuuuu.

Se levantó de la cama y fue directa a la jaula de Fredy para ver si estaba bien. Estaba mirando fijamente y de repente:

—Fiuuuuu ¡Eh! ¡Casilda, oye!

Una vocecita un poco chillona salió de la jaula. Al principio Casilda movió la cabeza mirando a todos los lados. Fredy insistió.

—!Sí! Soy yo. Aquí. Aquí.

Casilda dijo mirando fijamente hacia la jaula:

—Pero… ¿hablas?

—¡Claro que hablo! —dijo Fredy mirando hacia arriba.

—¡Ya sabía yo que eras muy lista! ¡Hablas y todo! —dijo Casilda sonriendo feliz.

—Sí hablo y me llamo Fredy.

—Ay perdón.

—No te preocupes, no pasa nada… ¿Me puedes guardar un secreto?

—¿Qué hablas? Sí por supuesto. Pero ¿se lo puedo decir a mi mejor amiga Marley?

—¿Es una mejor amiga de verdad, de verdad y ella sabría guardar el secreto también?

—Sí que lo es. Marley es mi mejor amiga del mundo.

—Entonces sí que se lo puedes decir. Además, la vamos a necesitar.

—Necesitar ¿para qué? —preguntó Casilda intrigada.

—Empezaré por presentarm­e correctame­nte y luego te explico. Soy el agente especial Fredy y esta es mi primera misión como jefe de la unidad.

Casilda abrió tanto los ojos que casi se le salen:

—¿Eres un espía? —preguntó

—Eso es Casilda. Y estoy aquí para hacer de ti una espía también. Si tú quieres, claro.

—¡Pues claro que quiero! ¿Y qué tengo que hacer?

—Para empezar, dormir. Mañana te cuento todo.

—¡Sí señor! ¿Le puedo contar esto también a mi amiga Marley?

—Claro que sí. Y ahora agente especial Casilda ¡a dormir!

Casilda se metió enseguida en la cama y tuvo dulces sueños.

Al día siguiente, Casilda estaba tan impaciente por llegar al colegio y contarle todo a Marley como por llegar a casa para hablar con Fredy.

Casilda fue a su habitación pronto. Fredy ya estaba esperando.

—Hola Casilda ¿cómo has pasado el día?

—Muy bien, muy bien —dijo Casilda un poco nerviosa.

—¿Estás concentrad­a para todo lo que te tengo que contar?

—Sí, sí —respondió Casilda emocionada.

—Bueno, como no tenemos mucho tiempo, tu entrenamie­nto como espía va a ser rapidísimo. Lo primero que tienes que saber es que, para ser un buen espía, no tienes que parecer espía.

—Anda y ¿eso? —preguntó Casilda.

—Te pongo un ejemplo. Alguien muy cerca de ti es espía y tú no lo sabes —dijo Fredy haciéndose el interesant­e

Casilda no podía imaginar quién podría ser.

—¡Mr. Vaca! —gritó con vocecita chillona Fredy.

—¿Sí? No lo parece nada de nada —dijo Casilda sorprendid­a.

—Mr. Vaca lleva años trabajando con nosotros. Lo bueno es que nadie lo sabe y se puede mover sin hacer ruido. Además, fue él quien nos dio tu nombre para esta misión.

—¡Ah! —exclamó Casilda.

—Es muy importante, Casilda, que lleves una vida normal, que estudies, juegues, ayudes en casa y hagas lo que haces siempre —dijo Fredy.

Fredy hizo una pausa y se sentó en la rueda de la jaula.

—Lo segundo que tienes que saber es que un espía siempre trabaja en equipo. Y ya me han dicho que tú eres muy buena trabajando con otros.

—¿Quiénes van a ser mis compañeros? —preguntó Casilda.

—Para esta misión Pingo y yo y Marley claro.

—¿Qué misión? ¿Pingo? ¿Marley? Preguntó Casilda todo seguido.

—¡Se me olvidó decirte la misión! ¡Qué cabeza la mía! —dijo Fredy subiendo sus manitas—. La misión consiste en averiguar dónde están los adornos de los trajes y los disfraces que habías diseñado para la fiesta de fin de curso y quién los ha cogido.

—¡¿No están los adornos. Iba a ser la primera vez que se ven mis diseños… Si la fiesta es dentro de poco. No puede ser, qué desastre! — exclamó Casilda echándose las manos a la cabeza.

—Pues nosotros estamos para eso, para resolver este misterio y arreglar el desastre— dijo Fredy satisfecho.

—¿Qué adornos faltan? Porque hay disfraces que sin los adornos no van bien… —dijo Casilda muy preocupada.

—No lo sabemos bien pero no te preocupes, Casilda. Aquí está el equipo para solucionar este misterio… Tenemos que ponerle nombre a la operación para poder comunicarn­os en clave… ¡Ya sé! Podemos llamarla operación Percha Roja —dijo Fredy— porque todos los trajes y sus adornos están colgados en perchas.

—¿Podemos llamarla operación Percha Verde? —preguntó Casilda—. El color verde es mi color favorito.

—Por supuesto, por supuesto.

Casilda sonrió y luego siguió preguntand­o:

—Y ¿Pingo? ¿Cómo puede ser Pingo parte del equipo? Si es un perro de peluche…

—Era un peluche —dijo Fredy— ahora es una máquina perfecta de espionaje.

—¿Cómo? —preguntó Casilda.

—Coge a Pingo de encima de la cama y acércalo a mi jaula —dijo Fredy.

—¡Pingo, camina hacia la puerta! —ordenó Fredy.

De repente, Pingo empezó a mover sus patitas como si quisiera andar. Casilda se dio un susto tremendo y soltó a Pingo, pero el peluche cayó de pie y caminó hacia la puerta de la habitación.

—¡Pingo, para, da la vuelta y ponte delante de Casilda!

Y el perrito paró, dio la vuelta y se puso delante de Casilda.

—¡Halaaaaa! —gritó Casilda.

—Y esto no es nada… En los ojos hay una cámara que graba todo lo que está pasando y se puede usar incluso con poca luz. En la tripa hay un gancho que sale cuando necesita trepar o agarrar algo. Las orejas echan humo cuando hay que despistar y salir corriendo de cualquier situación…. Y puede hacer muchas más cosas. Debajo de la cama tienes un librito con todo lo que puede hacer. Así te ayudará en lo que no puedas hacer tú.

Casilda se agachó y debajo de la cama había un librito con dibujos con todo lo que Pingo podía hacer. Tenía diez hojas y era muy fácil de aprender, pensó Casilda.

—Bueno, ahora a dormir Casilda –dijo Fredy.

—Y Marley, ¿qué va a hacer ella? — preguntó Casilda.

—Seguir siendo tu mejor amiga —sonrió Fredy y le guiñó el ojo—. Venga, a dormir.

Los siguientes días, Casilda siguió aprendiend­o cómo ser una buena espía. Era muy buena alumna y aprendía muy rápido. Además, enseguida memorizó todo lo que Pingo podía hacer y se le ocurrieron nuevas cosas que se podían añadir al perrito: un control remoto para que se pudiera manejar desde lejos, una capa impermeabl­e para que se pudiera mojar, unas ruedecitas que salieran de las patitas para que pudiera ir más rápido…

Lo más difícil era buscar un buen momento para entrar al colegio y dejar a Pingo. Era importantí­simo que Pingo enviara las imágenes y así poder saber qué estaba pasando.

Ocho días antes de la función Casilda tuvo una gran idea: se le ocurrió que podían añadir un nuevo personaje a la historia. La pastorcill­a tendría un perrito para guiar a las ovejas. Aunque quedaban solo unos pocos días para la función, a todos les pareció muy bien.

Al día siguiente durante el recreo Casilda y a Marley fueron a la sala donde estaban todas las cosas guardadas y dejaron allí a su perrito Pingo.

Solo quedaban siete días para la función. Ya habían logrado realizar la parte más difícil de la misión. Ahora solo tenían que esperar y ver las imágenes que había grabado Pingo. Cuando llegó del cole, Fredy ya tenía preparada su Tablet.

Por una vez, Fredy salió de su jaula y se sentó encima de Casilda. Ella tenía la Tablet sobre las piernas.

—Dale a “play” —dijo Fredy.

Durante un buen rato no pasó nada. De pronto se vio una sombra que se movía despacio y atravesó la sala. Dio una vuelta entera a todo el espacio, y otra y otra. ¡No había nada que se pudiera llevar! Casilda y Marley habían cogido lo poquito que pensaron que podían robar y se lo llevaron a casa. La sombra siguió dando vueltas por la sala buscando algo hasta que parece que se cansó e hizo lo inesperado: ¡Encendió la luz!

—¡Mr. Platypus! —exclamó Fredy en un grito.

—¿Le conoces? —preguntó Casilda.

—¡Claro que le conozco! ¡Es uno de los nuestros!

—¿Es uno de qué nuestros? —preguntó Casilda —. No entiendo nada —dijo.

Fredy bajó del regazo de Casilda y se metió cabizbajo en su jaula.

—Yo tampoco entiendo nada — dijo entristeci­do—. Mr. Platypus es otro espía como nosotros. Pertenece a la unidad de la tienda de animales Petco.

—Seguro que hay alguna explicació­n —le consoló Casilda. Mañana hablas con él y lo aclaras todo.

Al día siguiente cuando llegó Casilda del colegio fue directamen­te a ver a Fredy. Él estaba muy contento. El misterio estaba ya resuelto, los adornos y las cosas robadas habían sido devueltos y había una explicació­n para todo lo que había hecho Mr. Platypus.

—Fredy, ¿me cuentas por qué había robado las cosas Mr. Platypus? — preguntó Casilda.

—Sí, sí. Hay un colegio, al otro lado de la ciudad, donde los niños no pueden hacer una fiesta de fin de curso porque no la pueden pagar. Mr. Platypus pensó que no nos daríamos cuenta si desaparecí­an unas cuantas cosas y las llevaba al otro colegio para que hicieran su fiesta. Y ¿sabes qué? Vamos a recolectar cosas entre todos para que puedan hacer una bonita fiesta.

—¿Ves cómo había una explicació­n? —sonrió Casilda.

Pero en seguida se puso triste.

—Y ¿por qué estás triste, Casilda? Preguntó Fredy.

—Estoy triste porque ha terminado la operación y ya no nos vamos a volver a ver… Tú te irás de vuelta a la Granja y yo ya no seré más espía.

—¡Nooooo, Casilda! ¡No estés triste! ¡Como la operación ha sido un éxito hemos decidido que puedes seguir siendo espía!

—¿De verdad? ¿Así que soy una espía? —dijo Casilda saltando de alegría.

—Eres una “aprendiz” de espía; todavía te queda mucho que saber. Y también eres una magnífica diseñadora. ¡Hasta la próxima misión!

Oyeron el timbre de la puerta. Casilda cogió la jaula y se la dio al señor que vino de La Granja. Estaba feliz.

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Ilustracio­nes : Sandra Aguilar
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