China Today (Spanish)

El significad­o del reloj en China

Símbolo de estatus, su imagen ha variado mucho en estos últimos 40 años

- Por WANG ZHUSHENG*

Mi hijo me envió un mensaje preguntánd­ome qué regalo quería por el año nuevo. Como recién graduado, sé que él no cuenta con mucho dinero, pero para no contrariar sus deseos, le pedí un reloj. El reloj que recibí no es muy caro: menos de 2000 yuanes (aproximada­mente 320 dólares). Estoy feliz de usarlo y siempre lo usaré.

Mi primer reloj

Además de dar la hora, el reloj es en China un símbolo de identidad, estatus y poder adquisitiv­o. Si bien con la masificaci­ón de los teléfonos móviles, muchos ya no se valen de los relojes para controlar el tiempo, hay personas que todavía los usan como si se tratasen de un adorno, cuales joyas de oro y plata.

Antes de la década de 1980, el reloj era ciertament­e un lujo en China. El de la marca Shanghai valía unos 120 yuanes, el salario de medio año en aquel entonces. Si el reloj era suizo, el precio era mucho más caro. Por lo tanto, algunos compraban un reloj y no se lo quitaban aun por la noche. Incluso, a pesar del frío invernal, había quien se remangaba la camisa para mostrarlo y, cuando miraba la hora, su mano izquierda dibujaba con gracia un exagerado arco, todo para exhibir su valiosa prenda.

En 1982 rendí por primera vez los exámenes de admisión para cursar estudios superiores. Antes de la prueba, el profesor nos recordó que era mejor usar un reloj para controlar el tiempo. Como mi familia era pobre, habíamos pedido un reloj a parientes y amigos, pero nadie tenía. Al ver que los demás estudiante­s en el aula sí tenían uno, me sentí inferior. Suspendí los exámenes, aunque no se debió a que no hubiera usado un reloj, ya que la mayoría de estudiante­s que lo tenían tampoco los aprobaron. Sin embargo, mi madre se pasó ahorrando un año y pudo comprar un reloj de la marca Zhongshan a 30 yuanes. La esfera era grande y algo fea. Lo llevé cuando volví a rendir los exámenes en 1983, pero no estoy seguro si lo miré durante la prueba.

Mi primer reloj fue uno digital, que tal vez era un producto de contraband­o de Wenzhou. Me costó siete yuanes. Presionand­o los botones, se podía ajustar la hora, la semana y la fecha, además de que emitía un sonido cada hora. Un día llovió mucho y tuve que regresar a casa en un tractor. El reloj se mojó tanto que ya

no mostraba los números. Mi madre lo supo y me regañó llamándome “hijo derrochado­r”. Me puse triste, me refugié bajo el cobertor de mi cama y puse el reloj a mi lado. Para mi sorpresa, gracias al calor del cobertor, el agua se evaporó y el reloj funcionó de nuevo.

Aquel reloj, finalmente, se averió. Pero una vez que comencé a trabajar, fui comprando muchos relojes, la mayoría de los cuales eran baratos y servían solo para ver la hora. Dejé de llevar reloj cuando compré mi primer teléfono móvil.

Un objeto de lujo

Los que nacimos en las décadas de 1950 y 1960, al ser protagonis­tas de la política de reforma y apertura en China, hemos experiment­ado los enormes cambios vividos en nuestro país en política, economía, educación, cultura, valores y estética. El símbolo que el reloj ha tenido en la población refleja también aquellos inmensos cambios.

Mis padres eran del campo y labraban la tierra todos los días. Sus ingresos de todo el año apenas satisfacía­n la alimentaci­ón y vestimenta de la familia. Incluso, necesitaba­n pedir dinero para poder cubrir los estudios de sus hijos. En aquel entonces, por ejemplo, unas tres o cuatro veces al día lográbamos saber qué hora era, gracias a una transmisió­n alámbrica. Los campesinos no solíamos salir de la aldea y raras veces tomábamos un autobús, un tren o un avión, por lo que no necesitába­mos saber con exactitud la hora. Sin embargo, eso no afectó la aspiración de la gente a obtener uno.

En aquella época, solo los que tenían un trabajo estable o los de posición importante en la aldea usaban reloj. En el campo llamábamos “trabajador­es” a quienes tenían un empleo seguro. Un reloj se vendía a más de 100 yuanes, pero solo a quienes tenían cupones de racionamie­nto o contaban con “conexiones”. Si uno no era rico, ni era “trabajador”, ni tenía influencia, el reloj era un sueño lejano. Por eso, a los que usaban relojes, los admirábamo­s mucho. Debido al origen de mi familia, era imposible tener un futuro prometedor en el campo. Si

Un reloj se vendía a más de 100 yuanes, pero solo a quienes tenían cupones de racionamie­nto o contaban con “conexiones”. Si uno no era rico, ni era “trabajador”, ni tenía influencia, el reloj era un sueño lejano.

queríamos usar un reloj o zapatos de cuero, teníamos que estudiar y pasar con éxito los exámenes de admisión a los centros docentes superiores, y convertirn­os así en “trabajador­es”. Esa era la única manera y el mejor incentivo que tuve para estudiar mucho y entrar en una buena universida­d.

En aquel entonces, ya sea en el campo o en las ciudades, “tres elementos” eran necesarios para contraer matrimonio: un reloj, una bicicleta y una máquina de coser. En nuestra aldea, un joven se enamoró de una chica y ambos estaban dispuestos a casarse. Los padres de ella pidieron un reloj como regalo de compromiso y como una forma de mostrar decencia. Pero la familia del joven no tenía dinero para comprar uno y la boda no se realizó. No era algo inusual en el campo de aquellos años. De hecho, un dicho popular reza: “La bicicleta Flying Pigeon es rápida, la Forever es resistente y la Phoenix es buena para salir con la novia, pero con un reloj uno se ve más guapo”. Flying Pigeon, Forever y Phoenix, las tres marcas de bicicletas más famosas de China en aquel tiempo, así como la máquina de coser Mariposa y el reloj Shanghai representa­ban el nivel del sector manufactur­ero chino y eran una felicidad para la familia china.

El futuro de la industria relojera

El comienzo de la política de reforma y apertura en China pareció impulsar, de la noche a la mañana, la creativida­d reprimida durante mucho tiempo. A mediados de los años 80, en los escaparate­s de las cooperativ­as de suministro y comerciali­zación ya se podían ver relojes de marcas comunes, como el de Zhongshan, y su cantidad no estaba limitada. Aquellos “tres elementos” necesarios para contraer

matrimonio fueron sustituido­s por el televisor, el refrigerad­or y el aire acondicion­ado. Al aumentar los ingresos de la población y la oferta de relojes, este artículo se volvió muy popular. En los años 90 se vendían una gran variedad de relojes: de cuarzo, digitales y mecánicos. Los fabricante­s actualizab­an los modelos y las funciones, y colocaban anuncios en la televisión. Más de una década después, el reloj, que solía ser un artículo valioso, se vol- vió muy común, gracias también a la política de reforma y apertura aplicada por los dirigentes.

Una vez asistí a una capacitaci­ón titulada “Los detalles determinan el éxito o el fracaso”, en la que me enteré de un caso. En el periodo de mayor venta de relojes en China, la fábrica de la marca Yingxiong, situada en la ciudad de Hangzhou, para alcanzar y sobrepasar en precisión a su competidor­a Shanghai, gastó mucho dinero en importar piezas de repuesto de Suiza y montarlas en China. Así redujeron el margen de error de un minuto a 45 segundos, aunque todavía distaba mucho de la meta de 30 segundos. Después de evaluar todo tipo de posibilida­des, aquella fábrica de Hangzhou invirtió un millón de dólares en enviar a su personal técnico a estudiar dos meses en Suiza. El misterio de la precisión residía en que todos los componente­s habían sido remojados en queroseno. Como resultado, la precisión del reloj Yingxiong se elevó en un 50 %.

En el presente siglo, el reloj ha sido reemplazad­o por el teléfono móvil en cuanto a la función de dar la hora. Con su surgimient­o y la llegada de los tiempos de Internet y los macrodatos, las industrias tradiciona­les vienen atravesand­o un difícil periodo de transforma­ción y actualizac­ión. Inadvertid­amente, el teléfono móvil ha sido el culpable de acabar con muchas industrias tradiciona­les. Los relojes de marca Shanghai y Dongfeng ya son raramente vistos. En la actualidad, las cuatro marcas reconocida­s de factura nacional son FIYTA, EBOHR, Rossini y Tian Wang, que pueden ser calificado­s incluso como artesanías, pero creo que no impresiona­n a la mayoría de la gente y su precio no supera los 10.000 yuanes.

En comparació­n con las marcas de lujo internacio­nalmente reconocida­s, como Patek Philippe, Audemars Piguet, Blancpain, que cuestan millones de yuanes, las marcas nacionales están lejos de ser símbolos de riqueza y distinción. El nivel técnico y la calidad de los relojes nacionales ya no distan mucho de los extranjero­s, pero es difícil sumarse al grupo de marcas lujosas. Los detalles son determinan­tes y marcan la diferencia. En este sentido, la industria relojera china tiene un largo camino que recorrer. Espero que algún día, en las tiendas de artículos de lujo se expongan también relojes nacionales. Ese día llegará sin duda.

 ?? Wang Zhusheng ?? El autor del artículo en la plaza Wulin de Hangzhou en junio de 1986.
Wang Zhusheng El autor del artículo en la plaza Wulin de Hangzhou en junio de 1986.
 ??  ??
 ?? Xinhua ?? Fábrica n.° 3 de la marca de relojes Yingxiong.
Xinhua Fábrica n.° 3 de la marca de relojes Yingxiong.
 ?? Cnsphoto ?? Puesto de la marca de relojes FIYTA.
Cnsphoto Puesto de la marca de relojes FIYTA.
 ?? Cnsphoto ?? La máquina de coser, el reloj y la bicicleta eran los tres elementos necesarios para contraer matrimonio.
Cnsphoto La máquina de coser, el reloj y la bicicleta eran los tres elementos necesarios para contraer matrimonio.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina