Un diálogo sobre las civilizaciones
El futuro del mundo dependerá de que todas ellas se conozcan mejor y encuentren motivos para la cooperación
En 2015, el presidente chino, Xi Jinping, expuso una importante idea en el Foro de Boao para Asia, al convocar a una conferencia de diálogo entre las civilizaciones asiáticas. Este mes de mayo la idea se ha materializado con una conferencia celebrada en Beijing, en seis sesiones paralelas para promover el intercambio y el aprendizaje mutuo. Dicho evento también ha celebrado las contribuciones de las civilizaciones asiáticas a través de un festival gastronómico, un carnaval cultural y encuentros juveniles.
Esta iniciativa ha tenido una buena acogida por dos razones. En primer lugar, el presidente Xi Jinping ha destacado el concepto de civilización, uno de los conceptos más importantes y debatidos en la historia mundial. En segundo lugar, el énfasis estuvo en el diálogo y el aprendizaje mutuo, un proceso muy necesario en un mundo conectado y propenso al cálculo erróneo, los estereotipos y, a veces, a engaños absolutos.
La civilización, “una obra de arte”
Los seres humanos tenemos múltiples identidades y formas de lealtad: con uno mismo, con la familia, con la comunidad, con el Estado y, lue
go, con el conjunto más amplio de todos, la conexión con un conjunto de valores, una historia compartida y costumbres e instituciones comunes, a menudo más amplias que las fronteras de cualquier Estado. Arnold Toynbee, el historiador británico autor de Estudio de la historia, una obra de 12 volúmenes referente a 21 civilizaciones del mundo, dijo: “La civilización es una obra de arte” y los componentes de esa construcción artística generalmente incluyen formas altamente desarrolladas de gobierno, urbanización, cultura, riqueza, lenguaje y religión. Por ejemplo, la civilización china se desarrolló dentro del país, pero ha tenido un impacto en la península de Corea, Singapur y en gran parte de la historia de Japón. La civilización occidental, asimismo, comprende muchos Estados en Europa, América del Norte, y se extiende a Australia y Nueva Zelanda.
Comenzando por el individuo y la familia, y agregando una capa sobre otra en diferentes organizaciones, sociedades y comunidades, la civilización es la idea o construcción secular más amplia y ambiciosa que la humanidad haya inventado. Fernand Braudel, destacado autor de Una historia de las civilizaciones, escribió poéticamente: “Las civilizaciones, como las dunas, están firmemente ancladas a los contornos ocultos de la Tierra”. También dijo: “Lo que llamamos civilización es el pasado distante y lejano que se aferra a la vida decidida a imponerse”.
Toynbee escribió sobre 21 civilizaciones, pero la mayoría no ha sobrevivido para influir en los tiempos modernos. Dos de Asia sí han sobrevivido y prosperado, y son las más antiguas e influyentes de la historia mundial, con dos de los pensadores más fecundos que el mundo haya producido. En el siglo V a. C., el mundo experimentó una era axial o momento decisivo: al dar forma a este eje, sorprendentemente, aparecieron casi en simultáneo Siddhartha Gautama, el Buda (563-480 a. C.), y Confucio (551-479 a. C.), cuyas ideas y ética han influido en el mundo desde entonces.
La India ha albergado una de las civilizaciones más antiguas del mundo: la Harappan del valle del río Indo, que duró 1000 años, desde el 2500 hasta el 1500 a. C. Tenía ciudades como Mo
henjo-Daro, con poblaciones de entre 30.000 y 60.000 habitantes, una escritura sin descifrar aún, una gran base agrícola y sofisticadas instalaciones de saneamiento. La civilización del valle del Indo fue conquistada por los arios (alrededor del 1500 a. C.), quienes a su vez introdujeron los Vedas, los libros sagrados de la civilización hindú (entre el 1200 y el 200 a. C.).
La India fue también el hogar de uno de los pensadores más influyentes del mundo, Siddhartha Gautama, que cuando era un joven salió de su hogar privilegiado en un viaje para obtener comprensión sobre la vida o la iluminación. El budismo ha enseñado desde entonces que todos los seres humanos pueden alcanzar la iluminación mediante el desarrollo de la sabiduría y la compasión. La compasión es la simpatía activa o la voluntad de soportar el dolor de los demás. Eliminar el sufrimiento era el ideal del Buda y esta postura ética ha animado a líderes transformadores como Mahatma Gandhi, quien liberó a la India del colonialismo británico.
Las dinastías Shang y Zhou de la antigua China se desarrollaron alrededor del río Amarillo, del mismo modo que la civilización india fue alimentada por el río Indo. La dinastía Shang desarrolló la escritura, el gobierno y la tecnología del uso del bronce. Los libros de oráculos en caparazón de tortuga son la forma más antigua de escritura china. Por su parte, la dinastía Zhou (siglo XI-256 a. C.), sucesora de la Shang, vio la llegada de Confucio, un maestro del Estado de Lu, que soñaba con revivir la edad de oro de 500 años antes del nacimiento del filósofo chino. El aprendizaje es la esencia de la ética práctica de Confucio, lo que se encuentra en las Analectas, la historia de los intercambios dinámicos y estimulantes entre Confucio y sus discípulos.
Aprender, además de iluminar la mente, implica transformar el espíritu humano a través de la música, el ritual, la caligrafía y la aritmética. La sociedad es una familia extendida en la que la armonía debe prevalecer a través del autocultivo y la moderación. De hecho, el énfasis en la familia sigue siendo uno de los aspectos principales de la civilización china, donde hoy en día la familia grande sigue siendo el ideal, en lugar de la práctica occidental de enviar a padres ancianos a vivir a centros de reposo.
Diálogo y aprendizaje mutuo
La conferencia de este mes de mayo sobre civilizaciones asiáticas no solo analizó en detalle las antiguas contribuciones de Asia al mundo, sino que su propósito fue el diálogo y el aprendizaje mutuo. Este objetivo contrasta enormemente con el enfoque que otros han adoptado en el concepto de civilización como lente para ver la historia mundial.
El resurgimiento de la civilización como organizadora de las relaciones internacionales se debe en gran medida al impacto del científico y político estadounidense Samuel Huntington. En su influyente libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, escribió: “El tema central de este libro es que la cultura y las identidades culturales, que en su nivel más amplio son las civilizaciones, están configurando las pautas de cohesión, desintegración y conflicto en el mundo posterior a la Guerra Fría”. Para Huntington las divisiones entre diferentes civilizaciones serían la principal fuente de conflicto en el mundo del siglo XXI.
Al igual que Huntington, el Consejo de InterAcción, a mediados de la década de 1990 también reconoció la diversidad entre las civilizaciones del mundo, pero, a diferencia del académico estadounidense, no se centró en las divisiones. Se enfocó en cambio en lo común. Helmut Schmidt, desaparecido canciller alemán y fundador del Consejo, escribió: “Se puede evitar el choque de civilizaciones”.
La civilización es un concepto poderoso. Las civilizaciones asiáticas han hecho enormes contribuciones al avance mundial y, especialmente, al desarrollo de la ética mundial. El aprendizaje mutuo y el diálogo, sin divisiones ni conflictos, fueron los objetivos de la reunión de Beijing y son los objetivos que el Consejo de InterAcción ha apoyado durante mucho tiempo. La historia del mundo es la historia de las civilizaciones y el futuro del mundo dependerá de que esas civilizaciones se conozcan mejor y encuentren motivos para la cooperación.