Las tejedoras de arcoíris
Las mantas elaboradas por mujeres de las montañas remotas de Yunnan han viajado lejos
En la lengua de la etnia derung de China, Naze naze brao significa “tejer lentamente”. Esta tradición y técnica se ha transmitido de generación en generación por las mujeres de esta etnia, quienes utilizan telares para fabricar mantas. Las mantas, en las cuales destacan los colores vivos, están hechas de géneros tradicionales. Hace 70 años, las mantas eran totalmente versátiles, siendo utilizadas como prendas de vestir durante el día, o bien, como edredones durante la noche para resguardarse del frío.
Jin Chunhua, una mujer de 34 años perteneciente a la aldea de Dulongjiang, en la provincia de Yunnan, aprendió a tejer gracias a su madre cuando tenía 15 años. Tejer mantas era lo que hacían las mujeres derung al llegar a casa luego de un arduo día de faenas en el campo. En ese entonces, Jin no imaginaba que aquellas telas tradicionales fuesen a abrirle las puertas al mundo.
Derribando fronteras
Gracias al patrocinio de un proyecto que busca dar a conocer las mantas derung, Jin y otras habitantes de su aldea van cada año a Shanghai desde 2016. Están allá un mes, durante el cual se reúnen con diseñadores de una marca de ropa local, a fin de crear nuevos estampados para sus mantas y recibir una capacitación en diversas técnicas de tejido. Luego retornan a su aldea donde emplean a otras mujeres para crear los nuevos diseños.
El proyecto Naze Naze fue creado por la Fundación de Arte Contemporáneo de Beijing, un think tank cultural, como parte de un programa más amplio, que busca promover y proteger el patrimonio de las minorías étnicas y la diversidad de la cultura tradicional china.
Wang Yanyan, representante de una compañía de ropa de Shanghai, ha participado en el proyecto y viajó por primera vez a Dulongjiang en 2016, junto con otras personas del equipo.
El viaje desde Shanghai a la aldea duró tres días y dos noches, ya que el aeropuerto más cercano se ubica en Kunming, la capital de la provincia de Yunnan, y a dos días de viaje en coche.
Wang hizo una pesquisa inicial. Se imaginaba a personas viviendo en condiciones básicas en un lugar remoto de las montañas. Pensaba que el proyecto podría brindar algunas oportunidades de trabajo y mejorar la calidad de vida de las mujeres del pueblo.
Sin embargo, al llegar se llevó una sorpresa. “Nos sorprendió ver que mucha gente ya se había mudado a casas nuevas y modernas”, señala Wang. “El Gobierno ha hecho un gran trabajo en pos de la disminución de la pobreza, por lo que ajustamos nuestro foco para centrarnos más en la innovación en el uso de las telas, que esperamos puedan ayudar a las mujeres de otra forma”, agrega.
Como explica Wang, los telares utilizados por las mujeres derung son los más antiguos de los cuales se tiene registro y, originalmente, las mantas eran hechas con cáñamo silvestre.
El equipo liderado por Wang se percató del potencial que existía para fusionar las mantas con la moda actual. Así, luego de una invitación formal, Jin y Bi Yulian, otra mujer derung, partieron a Shanghai al año siguiente.
Antes de ir a Shanghai, el viaje más largo de Jin había sido a la sede del distrito autónomo de Gongshan DulongNu, al cual está subordinada su aldea. Aquel había sido un viaje de tres horas en bus. En tanto, en la megalópolis de Shanghai, Jin y Bi se reunían cada día con diseñadores para recibir una capacitación y ajustar los estampados y colores a los gustos de los consumidores modernos. El material original con el cual se tejía fue sustituido por lana, y los colores, que a gusto de los diseñadores eran demasiado brillantes, también fueron ajustados.
Finalmente se escogieron 10 diseños y ambas mujeres retornaron a su aldea, donde formaron una cooperativa. El primer año se unieron 17 integrantes. Juntas crearon 58 mantas con los nuevos materiales proporcionados, cada una de 45 centímetros de ancho y 8 metros de largo.
Luego se fueron sumando fundas para cojines, mantas y capas de diferentes tamaños. Los productos llegaron a tiendas en Shanghai y fueron vendidos en línea, con tal éxito que en cinco meses ya se habían agotado.
Ir más allá
Durante el segundo año del proyecto, ya eran 24 las mujeres que lo integraban y se hicieron 120 piezas. Por cada pieza, la tejedora ganaba 400 yuanes (59 dólares). Como organizadoras de la iniciativa en 2015, Jin y Bi ganaron mensualmente 2000 yuanes (294 dólares) durante cuatro meses consecutivos, cuando en aquel entonces el ingreso anual era de tan solo 4378 yuanes (644 dólares). “Una mujer puede llegar a tejer nueve mantas, que significan 3600 yuanes (530 dólares)”, señala Jin.
Los diseños de las tejedoras fueron exhibidos en la 56.ª Bienal de Venecia en 2015, cuando los muros del Pabellón de China fueron cubiertos con mantas derung.
Sin embargo, luego de 2016 disminuyó la demanda y solo se hizo un pedido de 42 piezas. “Queremos explorar otros canales para la venta de las telas, pero no tenemos idea cómo”, advierte Jin. Xiao Songjun, un funcionario local, señala que se está buscando establecer una asociación para la comercialización de las mantas derung.
Esta forma de tejido no es totalmente exclusiva de las mujeres derung. La etnia nu, que en su mayoría también vive en la prefectura autónoma de Nujiang Lisu, utiliza la misma técnica con colores y estampados similares.
Li Jianying, una mujer de 31 años de Wuli –una aldea de la etnia nu–, forma parte de una cooperativa integrada por más de 20 mujeres y creada este año. “Estamos tratando de buscar nuevas fuentes de ingreso a través de la venta de estos tejidos hechos a mano”, señala Peng Dejun, quien lidera la cooperativa.
Durante el Festival de Flores de la etnia nu del 20 de abril pasado, Peng y otras mujeres instalaron un puesto en el que tejían y vendían sus productos. Li participó en este evento y ganó más de 2500 yuanes (368 dólares). “Con la ayuda de esta cooperativa y a través de la venta en línea, puedo ganar hasta 4000 yuanes (588 dólares) al año”, dice Li. “Espero que a medida que la gente se vaya familiarizando con nuestros tejidos, también se expanda el mercado”.