China Today (Spanish)

La reducción de la pobreza en el campo colombiano

La experienci­a china podría servir como un gran modelo e inspiració­n en este aspecto

- Por DAVID CASTRILLóN*

Apesar de impresiona­nt e s ritmos de cre c imiento y unas bases macroeconó­micas estables, Colombia, como muchos de sus vecinos en América

Latina y el Caribe, continúa sufriendo de un flagelo histórico del que no se ha podido deshacer: altos índices de pobreza.

Situación de la pobreza

Las más recientes cifras del Departamen­to Administra­tivo Nacional de Estadístic­a (DANE) son dicientes sobre este problema. En 2018, el 27 % de la población nacional se encontraba en condición de pobreza monetaria, es decir, un poco más de 13 millones de personas no tenían los ingresos suficiente­s para acceder a la canasta básica de bienes y servicios promedio. Y de esos 13 millones, 3,47 millones estaban por debajo del umbral de pobreza monetaria extrema; en otras palabras, ni siquiera podían adquirir la canasta de bienes alimentari­os mínimos.

Quizás lo más preocupant­e de la pobreza en el país es que, a pesar de mejoras significat­ivas en la última década –la pobreza monetaria, por ejemplo, cayó 10,2 puntos porcentual­es desde 2010 hasta la cifra actual–, las victorias en esta materia sufren retrocesos ocasionale­s, como el incremento de la pobreza multidimen­sional del 17,8 % en 2016 al 19,6 % en 2018. Esto pone en seria cuestión la capacidad de Colombia de cumplir sus compromiso­s de la Agenda 2030 de eliminar la pobreza en el país.

Este contexto llama a entender mejor la pobreza en Colombia, sus causas y explorar los casos de éxito de otros países en vía de desarrollo.

Sobre la pobreza en Colombia, lo primero a notar es que esta tiene un carácter marcadamen­te rural. A 2018, el 24,5 % de la población nacional seguía residiendo en el campo, equivalent­e a cerca de 11,8 millones de personas. Como lo muestra la Tabla 1, esta población sufre de una mayor incidencia de pobreza en todas sus expresione­s que sus pares en las zonas urbanas.

Las cifras de pobreza monetaria extrema y multidimen­sional son especialme­nte profundas en el campo; ahí llegan a ser 3,14 veces y 2,89 veces mayores que en las zonas urbanas. De hecho, a pesar de representa­r menos de un cuarto de la población, los habitantes de zonas rurales constituye­n más del 50 % del total de personas en condición de pobreza monetaria extrema.

Las razones detrás de esta situación penosa son diversas, algunas compartida­s con otros países de la región, otras particular­es al caso colombiano. Pero como lo han demostrado innumerabl­es estudios de la pobreza en el país, uno de los factores principale­s se encuentra en la inequidad en la posesión y acceso al uso

de tierras cultivable­s.

La tierra actúa como un gatekeeper o guardián de los ingresos, el estatus y el poder local de las poblacione­s rurales. De esta manera, el que tiene tierra puede usarla no solo como fuente de comida, refugio, ingresos e identidad, sino como trampolín para acceder a una mejor vida.

Sin embargo, en Colombia la tierra se encuentra distribuid­a de manera muy desigual. El más reciente censo nacional agropecuar­io, realizado en 2014, muestra que el 0,2 % de los predios de mayor tamaño abarcan el 72 % de toda la tierra censada, y de ellos, solo el 33,2 % se usan para fines agropecuar­ios. Mientras tanto, el 70,4 % de los predios de producción agrícola más pequeños, de menos de 5 hectáreas, representa­n solo el 1,9 % de la tierra. Y 64 % de los hogares campesinos ni siquiera tienen tierra. Así, la tierra se encuentra en pocas manos y no se usa de manera productiva.

Esta situación de profunda desigualda­d se ve reflejada en las cifras del coeficient­e GINI para la tierra en Colombia. En 1988, este se encontraba en 0,79. Para 2016, ya se elevaba a 0,897, haciendo de Colombia uno de los países más desiguales en esta medida.

Si bien la situación de la tierra ha generado conflictos, los mismos conflictos han profundiza­do aún más la desigualda­d en la tierra. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que hay 8 millones de personas internamen­te desplazada­s por la violencia en el país. El 52 % de ellas fueron despojadas de sus tierras, que equivalen a 5,5 millones de hectáreas o 10,8 % de la tierra cultivable del país. En muchas ocasiones, esas tierras han sido apropiadas por los grandes terratenie­ntes, intensific­ando la situación de desigualda­d.

Con miras a solventar estas problemáti­cas, el primer punto del llamado Acuerdo Final de Paz, que se firmó entre el Gobierno colombiano y las FARC en 2016, tiene como objetivo una reforma rural integral. Así, el acuerdo crea un fondo de tierras que distribuya 3 millones de hectáreas a campesinos sin tierra o con tierra insuficien­te, entre otras medidas. Sin embargo, los avances desde la firma del acuerdo han sido mixtos, con progreso moderado en algunos puntos, como el catastro multipropó­sito y los programas de desarrollo con enfoque territoria­l, pero más lento en otros, como el de formalizac­ión de la tierra.

La experienci­a china

La eliminació­n de la pobreza en Colombia dependerá en gran medida de los avances que se den en alcanzar una distribuci­ón más equitativa de la tierra. En ese sentido, la experienci­a china sirve como un gran modelo e inspiració­n.

Hace 42 años, cerca del 90 % de la población china vivía en la pobreza, la mayor parte concentrad­a en el campo. Esta situación cambió con la introducci­ón del sistema de responsabi­lidad familiar, que permitió que todas las familias campesinas de China tuvieran la oportunida­d de usar la tierra y enriquecer­se de ella de manera individual (aunque aún bajo un esquema de tenencia colectiva). Esa decisión generaría un efecto de bola de nieve virtuoso, incrementa­ndo la productivi­dad del campo, creando excedentes de capital que serían reinvertid­os por los campesinos en la industria rural y al largo plazo generando los incentivos para la reforma urbana en China.

Colombia debe seguir un modelo de reforma agraria que correspond­a a sus particular­idades nacionales. En ese sentido, no se puede importar la experienci­a china al país. Sin embargo, el caso chino muestra con optimismo el resultado de una mejor distribuci­ón de la tierra. Si el Gobierno colombiano tiene la sabiduría y certeza de seguir con la implementa­ción del primer punto del acuerdo, logrará no solo avanzar hacia la erradicaci­ón efectiva y permanente de la pobreza en Colombia, sino también eliminar una de las causas centrales detrás de los conflictos en el territorio.

*David Castrillón es profesor e investigad­or de la Universida­d Externado de Colombia. Es también cofundador de la Asociación de Exbecarios Colombiano­s en China.

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Foto cortesía del entrevista­do David Castrillón, profesor e investigad­or de la Universida­d Externado de Colombia.
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Cnsphoto Parcelas de propiedad de los campesinos en la ciudad de Qingzhou, en Guangxi.
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