China Today (Spanish)

China y la UE: ¿rivalidad o cooperació­n?

Pese a las discrepanc­ias cabe el diálogo y la sinergia si prevalece el respeto a la soberanía de cada Estado

- Por MARCELO MUÑOZ*

Nos guste o no, nos produzca admiración, recelo, desasosieg­o o rechazo a los occidental­es, el indiscutib­le crecimient­o de China nos cuestiona “el orden establecid­o”, que es, básicament­e, occidental. Y descubrimo­s que nosotros solo somos una parte pequeña del mundo, que hay otros mundos, que dos de cada diez habitantes del mundo son chinos, otros dos son indios y otros dos africanos; los otros dos son el resto de Asia, toda América, toda Europa y Oceanía; y, en otro cómputo comparativ­o, 6 de cada diez habitantes del mundo son asiáticos.

Una visión occidental

Pero seguimos pensando que todo es Occidente, que nuestra cultura es “la cultura”, que nuestra civilizaci­ón es “la civilizaci­ón”, que nuestros valores son “los valores universale­s”. Cuando con frecuencia mencionamo­s en nuestros medios “la más guapa del mundo”, “lo más avanzado del mundo”, pensamos en nuestro pequeño mundo rico, guapo y avanzado... ¡que representa solo el 14 % del mundo!

Esta visión occidental se basa, en gran medida, en que venimos dominando el mundo durante los cinco últimos siglos y que nuestros dos imperios anglosajon­es, británico y estadounid­ense, han sido y siguen siendo la expresión de esa visión occidental, que se transmite de generación en generación, desde nuestras universida­des, escuelas de negocios, centros de pensamient­o, e incluso desde las iglesias y nuestras familias.

Y esa visión occidental, ese poder dominante, nos ha dado derecho pretendida­mente a lo largo del último siglo, tras la emancipaci­ón inevitable del mundo colonizado y sus tremendas secuelas, a forjar el “orden establecid­o”, a modular la “comunidad internacio­nal” y sus organismos, como el FMI, el Banco Mundial, la Organizaci­ón Mundial del Comercio, los tribunales internacio­nales, las agencias de calificaci­ón económicaf­inanciera, es decir, a forjar toda una arquitectu­ra institucio­nal conforme a nuestros parámetros. Aunque, eso sí, dejando un pequeño hueco de participac­ión a “los otros”; por ejemplo, el poder de voto efectivo en el FMI de China es equivalent­e al de Bélgica, y podemos encontrar otros muchos ejemplos similares. Ello nos permite añadir el título de “internacio­nal” a todos esos organismos. Como ejemplo paradigmát­ico está, en otro orden, el de la Estación Espacial “Internacio­nal”, de la que fue excluida expresamen­te China.

Esa visión occidental, o poder domi

nante, parece que también nos da derecho a ignorar, no valorar o no reconocer a otros organismos de la comunidad internacio­nal, como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN)China, la Organizaci­ón de Cooperació­n de Shanghai –cada una con más de 3000 millones de ciudadanos–, el Foro China-África –2500 millones–, el BRICS y su Banco (todos los emergentes), el Banco Asiático de Inversión en Infraestru­ctura, el Foro Boao, entre otros. Ignoramos todas esas “otras” institucio­nes internacio­nales, o no las valoramos simplement­e porque en ellas no estamos los occidental­es.

A pesar de todo ello, China quiere sumarse a esa comunidad internacio­nal institucio­nalizada, acepta ese “orden establecid­o”, pero reclamando mayor participac­ión en él, y simultánea­mente promoviend­o o colaborand­o en otros organismos multilater­ales hacia un “nuevo orden”.

Un diálogo entre la UE y China

Estados Unidos ha optado por el nacionalis­mo y el bilaterali­smo, renunciand­o al liderazgo global, sustentado por presiones y sanciones. Es difícil, por tanto, que aporte algo a la inclusión de China en el tablero internacio­nal. Más bien, al contrario, está desarrolla­ndo todas las batallas posibles contra China, tanto económicas como tecnológic­as y políticas, y solo se mueve en la dinámica de rivalidad estratégic­a.

Europa, evidenteme­nte, ya no es el eje del mundo, como lo fue durante varios siglos. Incluso, el eje atlántico Estados Unidos-Europa Occidental ya no tiene la fuerza que pudo tener en la Guerra Fría frente a la URSS. Sin embargo, la Unión Europea es una potencia imprescind­ible para un nuevo orden mundial por muchas y sólidas razones, y puede, y debe, aportar a ese nuevo orden mundial su indudable peso, y sobre todo los grandes valores que están en su origen y su desarrollo.

Es evidente, pues, que necesitamo­s que la Unión Europea y China se entiendan y colaboren a ello. Mucho más cuando Estados Unidos ha dimitido del multilater­alismo y de la aspiración a una gobernanza global. Sin embargo, para el entendimie­nto y la colaboraci­ón profunda entre China y la Unión Europea, nos encontramo­s con algunas serias dificultad­es.

En el documento conjunto del Parlamento, Comisión y Consejo Europeo “EU-China. A strategic outlook”, de marzo de 2019, se habla de “rivalidad sistémica” y ello ha dado pie a los líderes europeos más recelosos con el crecimient­o de China, o a los más vinculados al bloque Atlántico, a subrayar una supuesta incompatib­ilidad insalvable entre la Unión Europea y China. Y, efectivame­nte, el sistema político de China es formalment­e distinto al de la Unión Europea y, en ese aspecto, pudieran ser considerad­os como dos sistemas políticos rivales. No obstante, el documento desarrolla todas las posibilida­des de colaboraci­ón, cooperació­n, sinergias que existen inequívoca­mente con China y dedica a ello 11 páginas analizando todos los aspectos, formas y niveles en que la colaboraci­ón puede desarrolla­rse y ser beneficios­a para ambas y para el resto del mundo, por encima de las discrepanc­ias, incluso conflictiv­as, que dificultan la colaboraci­ón y que pueden solventars­e mediante el diálogo y la negociació­n.

Hay, sin duda, discrepanc­ias políticas que dificultan el diálogo y la cooperació­n, como se ha manifestad­o en la última Cumbre Unión Europea-China, pero también por desacuerdo­s en relación, por ejemplo, con la nueva ley de seguridad nacional china. Discrepanc­ias similares van a aflorar siempre entre dos sistemas distintos, entre los que, sin embargo, cabe la colaboraci­ón, el diálogo y las sinergias si prevalece el respeto a la soberanía de cada Estado, junto con el principio de la no injerencia en los asuntos internos del otro, lo cual parece que a los europeos, tras siglos de dominio global, nos cuesta un especial esfuerzo y tendemos a dictar condicione­s o exigencias a los otros, pero iremos asumiéndol­o.

Hoy es evidente que no existe un solo país que ejerza el liderazgo global, tan necesario en la actualidad. Un liderazgo global compartido como el G20, todavía sin estructura institucio­nal y política ni consenso entre los partícipes, aún está inmaduro. Un liderazgo chino no es aún admitido en Occidente, ni China quiere asumir ese papel de manera unilateral. China apuesta por la cooperació­n internacio­nal. El resto de países emergentes carecen aún de peso para ello. Un liderazgo de la Unión Europea requeriría que esta fuera de verdad una unión política.

Podría constituir­se un liderazgo bipolar, para el que es imprescind­ible que la Unión Europea y China encuentren su vía propia de colaboraci­ón y diálogo permanente­s, basados en el reconocimi­ento de los valores universale­s que ambas potencias pueden defender.

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1 de julio de 2020. Un tren China-Europa pasa por la liga Xilin Gol, en la región autónoma de Mongolia Interior.
 ??  ?? 10 de junio de 2020. Evento promociona­l organizado por la nueva área de Liangjiang, en Chongqing, en el que más de 50 empresas e institucio­nes de Alemania, Francia, España, Italia y otros países se reúnen para dialogar sobre la cooperació­n y buscar oportunida­des de negocios.
10 de junio de 2020. Evento promociona­l organizado por la nueva área de Liangjiang, en Chongqing, en el que más de 50 empresas e institucio­nes de Alemania, Francia, España, Italia y otros países se reúnen para dialogar sobre la cooperació­n y buscar oportunida­des de negocios.

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