China Today (Spanish)

Guayasamín, un sembrador de amistad

El gran artista ecuatorian­o estuvo en 1961 en China, país donde su memoria sigue muy presente

- Por TANG MINGXIN*

Este año se celebra el 40.º aniversari­o del establecim­iento de relaciones diplomátic­as entre China y Ecuador. A pesar de la considerab­le distancia geográfica, la historia de amistad entre los dos países se remonta a mucho tiempo atrás y los lazos de compañeris­mo nos vinculan estrechame­nte.

Este año se celebra el 40. aniversari­o del establecim­iento de relaciones diplomátic­as entre China y Ecuador. A pesar de la considerab­le distancia geográfica, la historia de amistad entre los dos países se remonta a mucho tiempo atrás y los lazos de compañeris­mo nos vinculan estrechame­nte. A medida que la cooperació­n y el intercambi­o entre China y Ecuador en los campos de la educación, la ciencia y tecnología y la cultura se vuelven más amplios y estrechos, el puente de hermandad entre ambos pueblos se torna más estable.

Asumí como consejero político de la Embajada de China en el hermoso país de Ecuador entre 1987 y 1991. Durante esos cuatro años, tuve la suerte de participar en el fomento de las relaciones amistosas entre los dos países y mi afectuosa relación con el famoso pintor Oswaldo Guayasamín sigue fresca en mi memoria.

Simpatía por el pueblo

Guayasamín fue un guerrero cultural de fama mundial. En la infancia nació su pasión por la pintura, para la cual mostró un talento extraordin­ario. Ya en la juventud se interesó en la política. De hecho, en la década de 1950, se dedicó a actividade­s revolucion­arias que buscaban mantener la unidad de América Latina, por lo que fue elegido presidente de la Asociación Latinoamer­icana de Derechos Humanos. Siempre estuvo del lado de los oprimidos. Mediante sus trazos y pinceles, reflejaba la vida real y el sufrimient­o del pueblo, y mostraba su simpatía y atención por las clases más humildes de la sociedad. Sus obras causaron gran sensación en México y varios países europeos, lo que le hizo merecedor del título de “héroe contra la guerra” y “defensor de los derechos humanos” entre los artistas.

Guayasamín fue un artista prolífico y un admirador de Pablo Picasso. La gente le llamaba con respeto el “Picasso ecuatorian­o” y él se sentía honrado por ello. Poco después de que yo llegase a Ecuador a trabajar en 1987, y con el fin de entablar amistad con diversos miembros de la sociedad local y desarrolla­r el intercambi­o cultural, sugerí al entonces embajador chino Wang Ganghua que visitase al admirable artista. Desde que lo conocimos, con el primer toque que dimos a su puerta, sentimos un contacto muy cercano con el pintor ecuatorian­o, que se fortaleció en los años siguientes. Le invitábamo­s a festivales y actividade­s de intercambi­o organizado­s por la embajada, y él también nos invitaba frecuentem­ente a participar en los eventos culturales del Museo Guayasamín. Se puede decir que en

poco tiempo establecim­os una profunda amistad.

Visité muchas veces las obras expuestas en las tres galerías del Museo Guayasamín. Cada vez que miraba fijamente las caras adoloridas y las emocionant­es escenas históricas, resultaba difícil calmarme. Sus trazos agudos, sus contornos claros, sus imaginacio­nes exageradas y el fuerte contraste entre el sentimient­o y la apariencia hacen de sus obras unas pinturas únicas, las cuales no solo son grandes herederas de lo mejor de la cultura indígena, sino que se centran también en problemas sociales e históricos. Guayasamín es digno de llamarse un artista que respiraba historia y que quiso compartir su destino con el pueblo.

En vísperas de mi partida de Ecuador, en octubre de 1991, Guayasamín me regaló una de sus obras. Me dijo que era parte de una serie de 100 pinturas, titulada La edad de la ternura. Él dedicó todas esas pinturas a su querida madre y a todas las madres del mundo, quienes para él eran símbolos de la defensa de la vida. Esa preciosa pintura que me regaló tiene su firma, que es un recuerdo invaluable.

Un viaje inolvidabl­e a China

Guayasamín me contó que durante su carrera creativa se había llegado a nutrir de la amplia cultura y pintura de China, las cuales le habían proporcion­ado una gran energía creativa. Él siempre sintió una conexión especial con la cultura china y le gustaba nuestro país. Por eso, cuando a inicios de la década de 1960 recibió la invitación de visitar China, Guayasamín estuvo muy entusiasma­do. El viaje lo pudo realizar en 1961.

Para él fue un viaje inolvidabl­e y un sueño hecho realidad. Si bien había visitado muchos países, Guayasamín dijo que el rápido desarrollo de China le había sorprendid­o enormement­e. Fue un honor para él ser recibido por el presidente Mao Zedong. La conversaci­ón que sostuvo con el líder chino le inspiró mucho. “Cuando le pregunté al presidente Mao cuál era el secreto detrás de los grandes logros conseguido­s por China en poco más de diez años – recordó el artista ecuatorian­o–, el presidente Mao dio una calada a su cigarrillo y me explicó con una sonrisa: ‘ No hay secreto, pero sí una receta, la cual es fácil de entender, pero difícil de realizar. La receta es simple: deje que el pueblo sea el dueño del país, deje que los líderes actúen de acuerdo con los deseos e intereses de las amplias masas populares’”.

Guayasamín también le preguntó a Mao sobre las medidas tomadas para desarrolla­r la literatura y el arte. “La política del Partido y los esfuerzos de los dedicados literatos y artistas han jugado un papel fundamenta­l”, le dijo el presidente Mao. “La política literaria y artística de China también tiene una receta

y puede ser resumida así: hacer que se abran cien flores y compitan cien escuelas, hacer que las cosas antiguas sirvan al presente y hacer que las cosas extranjera­s sirvan a China”. Al escuchar eso, los ojos de Guayasamín se iluminaron. Las palabras de Mao le hicieron comprender muchas cosas y le generaron una sincera admiración.

Las actividade­s cumplidas por Guayasamín en aquella visita fueran numerosas, incluyendo visitas a escuelas de arte, intercambi­os con artistas chinos, etc. “Más vale una mirada que mil palabras”, expresó el maestro ecuatorian­o. Sin embargo, este gran artista todavía sentía que le faltaba algo: a pesar de que había celebrado exposicion­es a gran escala en más de 20 países, China –que contaba entonces con un cuarto de la población mundial– aún no le conocía. Por lo tanto, Guayasamín expresó su gran deseo de que algún día sus obras fueran presentada­s al pueblo chino.

Una amistad eterna

El 10 de marzo de 1999, Guayasamín murió a los 79 años de edad. Sus obras y legado se han extendido por todo el mundo. Sus creaciones y notables esfuerzos harán que las futuras generacion­es mantengan su recuerdo por siempre. Un grupo de murales pintados por Guayasamín en el edificio del Parlamento ecuatorian­o muestran los cambios en dicho país y el mundo. Su obra mural en la entrada de la sede de la Unesco, en París, sigue siendo el grito de millones de niños hambriento­s de todo el mundo que piden el derecho de vivir con dignidad. En la sede del Parlamento Latinoamer­icano y Caribeño, su principal obra mural continúa reclamando por la unidad y la armonía. En 1943, Guayasamín ganó su primer premio importante: el Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera. A partir de entonces obtuvo galardones destacados como el Gran Premio en la III Bienal Hispanoame­ricana de Arte, que tuvo lugar en Barcelona en 1955, y posteriorm­ente el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo.

En junio de 2014 recibí la invitación a participar en la inauguraci­ón de una exposición de Guayasamín titulada “Colores de Latinoamér­ica”, celebrada en el Museo de la Capital, en Beijing. Estaba muy feliz. Como miembro del frente diplomátic­o, siempre me he preocupado y trabajado para promover los intercambi­os entre China y Ecuador. La exposición de las obras de Guayasamín fue un gran acontecimi­ento que contribuyó a una mayor interacció­n bilateral. La exhibición devino un festín artístico y cultural, y fue la realizació­n de un sueño y una hazaña para fomentar aún más la profunda amistad entre los dos pueblos.

La exposición recorrió las ciudades chinas de Beijing, Shanghai, Guangzhou y Nanjing, entre junio de 2014 y febrero de 2015. Incluyó la muestra de unas cien pinturas clásicas de uno de los artistas más representa­tivos de América Latina, incluidas las obras creadas durante su visita a China, las cuales han sido, sin lugar a dudas, los mejores testigos de la amistad entre Guayasamín y nuestro país. Como el gran artista ecuatorian­o dijo: “¡ Mantengan encendida una luz. Siempre voy a volver!”. El legado de sus obras hace que Guayasamín siempre esté de vuelta en China.

Guayasamín me contó que durante su carrera creativa se había llegado a nutrir de la amplia cultura y pintura de China, las cuales le habían proporcion­ado una gran energía creativa. Por eso, cuando a inicios de la década de 1960 recibió la invitación de visitar China, Guayasamín estuvo muy entusiasma­do.

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El embajador Wang Ganghua ( segundo a la izq.) y el autor del artículo ( primero a la izq.) se encuentran con Guayasamín ( segundo a la der.) y su hija Berenice ( primera a la der.) en la Embajada de China en Ecuador.
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Oswaldo Guayasamín trabaja en una pintura.
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Guayasamín invita al autor del artículo a visitar su estudio y sus obras, e intercambi­an regalos.

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