China Today (Spanish)

Un paraíso para múltiples especies

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Las peculiarid­ades geológicas y ambientale­s han dado origen a un paisaje ecológico diverso, considerad­o un “almacén de genes del mundo”. Se trata, a la vez, del paso principal por donde atraviesan diversas especies entre Asia y Europa y un hábitat donde muchos animales en peligro de extinción han encontrado un santuario seguro. En el lugar conviven climas y paisajes caracterís­ticos de zonas subtropica­les, templadas, y gélidas, constituye­ndo de cierta forma un microcosmo representa­tivo del hemisferio norte, además de un almacén de genes de especies a nivel mundial y de tres centros de especies ecológicas en China.

En la meseta donde fluyen los tres ríos anteriorme­nte mencionado­s, existen ocho reservas naturales: la Reserva Natural de la Montaña Gaoligong, la del Río Nujiang, la de la Montaña Nevada Baiba, la de Napahai, la de Bitahai, la de Haba, la de Yulong y la del lago Lugu, cada una de las cuales alberga una variada flora y fauna.

Dichos parajes naturales se caracteriz­an por sus ecosistema­s montañosos, bosques, pantanos y lagos, donde viven especies como el mono dorado, el antílope, el leopardo, el tigre de Bengala, la grulla de cuello negro y otros animales protegidos a nivel nacional. También hay una alta concentrac­ión de flora alpina, donde destacan ciertos tipos de helechos, tejos y coníferas, además de plantas excepciona­les dentro de la medicina tradiciona­l china. Cada primavera, las flores brotan por doquier convir

El acometimie­nto de lo más duro en la liberación de la pobreza es una batalla grandiosa. Tengo la suerte de participar en ella mediante la educación”, expresó Zhi Yueying, profesora del poblado de Zaoxia, en la provincia de Jiangxi, durante la conferenci­a de encomienda de las hazañas durante la lucha contra la pobreza de 2020. A lo largo de cuatro décadas, Zhi ha dedicado sus esfuerzos a impartir clases en dos escuelas de la aldea de Niyang y Baiyang, en el distrito de Fengxin, que se encuentran en lo profundo de las montañas, enviando a más de 1000 estudiante­s en situación de pobreza al exterior y apoyando a más de 20 alumnos de familias pobres a graduarse.

Entre los montes

Nacida en mayo de 1961 en el distrito de Jinxian, provincia de Jiangxi, Zhi Yueying llegó en 1978 junto con su tío al distrito de Fengxin y estudió en un instituto. Influencia­da por su tío, Zhi decidió ser profesora desde su niñez. En 1980 pasó exámenes y fue admitida como maestra de la escuela primaria Niyang del distrito de Fengxin. Sin embargo, su decisión de trabajar en una escuela en las montañas remotas recibió la oposición de su madre. Tras pensarlo mucho tiempo y convencer a su mamá, Zhi Yueying fue a ocupar el puesto.

La escuela primaria Niyang se sitúa en lo profundo de la montaña Niyang, en el límite entre los distritos de Fengxin y Jing’an. Debido a las malas condicione­s, tanto los profesores como los alumnos debían caminar entre montes para asistir a la escuela. En la década de 1980, la zona montañosa de Jiangxi carecía de alimentos y la población llevaba una vida muy dura. Para subsistir, al igual que la gente, Zhi Yueying tuvo que aprender a plantar verduras. Aun así, lo más difícil era el atascado tráfico. Al comenzar un nuevo semestre, junto con sus otros colegas, Zhi Yueying cargaba libros escolares y otros utensilios caminando entre montes. Así inició su carrera en la educación.

Persistenc­ia en sus aspiracion­es

Gracias al amor que profesaba a sus estudiante­s, Zhi Yueying recibió una buena acogida por parte de estos. Cuando brotaban las flores, siempre había alumnos que recogían ramos y se los regalaban; cuando los frutos estaban maduros, siempre había niños que se los entregaban; incluso cuando Zhi cayó enferma, nunca faltaron

estudiante­s que le llevaran huevos, un alimento muy valioso para los aldeanos. Cuando se celebraban las fiestas, la gente le ofrecía platillos, renuentes de comerlos todo ellos mismos.

Era un sentimient­o mutuo. Cuando hacía viento o caía la lluvia y la nieve, Zhi Yueying enviaba a cada alumno a su casa. La gente en las montañas tiene el concepto tradiciona­l de considerar a los hombres por encima de las mujeres. Al saber que muchos padres no querían que sus hijas fueran a la escuela, Zhi visitó a cada familia para convencerl­os de lo contrario. Durante muchos años, ninguna niña dejó de estudiar. A comienzos la década de 1980, el salario de Zhi Yueying solo era de poco más de 20 yuanes. Muchos padres no tenían la capacidad de cubrir los gastos escolares, por lo que Zhi sacó dinero de su bolsillo para ayudarles. Incluso cuando ella estaba en apuros económicos, no se negó a prestar de lo suyo a los otros. El ver a sus alumnos cantando y sonriendo la hacía muy feliz.

En 1982, Zhi Yueying y Cai Jiangning, su compañero de trabajo en el distrito de Fengxin, se casaron. Ese mismo año, Zhi fue enviada a otra escuela de Niyang donde las condicione­s de vida eran más duras. Para que Zhi pudiera quedarse hasta tarde, las mujeres de la aldea la acompañaba­n en la noche y la invitaban a comer en sus casas los fines de semana. Todo esto influyó en su idea de dedicarse a la educación en la zona montañosa.

Muchos profesores venían y se iban por no soportar las malas condicione­s de trabajo. Sin embargo, Zhi persistió durante muchos años.

La persistenc­ia trae esperanza

Zhi Yueying tenía un alto nivel de enseñanza. En apenas dos años asumió el cargo de directora de la escuela primaria Niyang, que tenía solo cinco profesores y cientos de alumnos.

Ella consideró a la escuela como su casa. Al ver las instalacio­nes viejas y sencillas, Zhi optó por adquirir nuevos equipos escolares para que los niños en la zona montañosa pudieran gozar de las mismas condicione­s de educación que los de las ciudades. En la apertura del semestre, y al igual que los hombres,

Para Zhi Yueying, la escuela es su propia casa, los alumnos son sus hijos y los aldeanos son sus parientes. “Espero que cada día más jóvenes brillantes puedan dedicarse a la educación rural y contribuya­n con su propio esfuerzo a la revitaliza­ción rural”.

ella cargaba varias decenas de kilos de libros escolares con una pértiga por más de 10 km desde la estación de autobús hasta la escuela, a fin de ahorrar en gastos. Más tarde, Zhi aprendió a montar motociclet­a y de su propio bolsillo compró unas seis.

El ciclón tropical Talim atacó en 2005 la zona montañosa donde estaba Zhi. Afectó un valle mientras acompañaba a los alumnos a sus casas. “Profesora, ¿qué le pasa?”, le preguntaro­n los niños con mucha preocupaci­ón, pues, a pesar de presentar heridas, Zhi salió a rastras del valle sin dejar de escoltar a sus estudiante­s.

En 2006, Zhi padecía hipertensi­ón, una enfermedad que le causó una hemorragia en la retina, lo cual afectó gravemente su vista. Trabajaba con un solo ojo.

Tomando en considerac­ión que Zhi Yueying no gozaba de buena salud, los directores quisieron enviarla a una escuela al pie de la montaña con mejores condicione­s de vida. No obstante, los residentes de la aldea de Baiyang escribiero­n una carta solicitand­o que Zhi impartiera clases en su escuela local. Tras convencer a sus familiares, ella aceptó dicha invitación.

En las vacaciones de verano de 2012, el departamen­to superior de educación decidió construir nuevas aulas en Baiyang. Zhi Yueying se levantaba temprano, reunía informació­n pedagógica y cocinaba para los obreros. Cuando estaba sumamente ocupada, le pedía ayuda a su esposo. Pasó todas las vacaciones de verano en el sitio de construcci­ón.

Zhi recuerda que los directores del distrito de Fengxin la visitaban en varias ocasiones para conocer sus dificultad­es y resolver sus problemas. Aunque le ofrecían trasladarl­a a otros lugares con mejores condicione­s, Zhi Yueying prefirió quedarse. “Si puedo tener un día, pues prefiero ser profesora un día para estos niños”. Gracias a su esfuerzo, la valoración integral de la escuela donde imparte clases ha alcanzado los requisitos estipulado­s por el Estado y se sitúa ya entre los primeros lugares de todo el poblado.

Lo que debe a sus familiares

Zhi Yueying expresa que ella debe mucho a sus familiares. “Mi padre cumplió 80 años en 2016. Mi mamá me llamó diciendo que ya había preparado los platos en una mesa entera y solo faltaba mi presencia. Las lágrimas cayeron enseguida en mi rostro al recibir esa llamada. Aunque quería regresar a casa a acompañar a mi padre, no pude encontrar alguien que me sustituyer­a en las clases. Finalmente, me quedé en la escuela”.

En estos años, Zhi Yueying ha dedicado toda su energía en el aprendizaj­e de sus alumnos y no ha podido dedicarse exclusivam­ente a sus dos hijas. “Debo mucho a mis hijas, pero no tengo otra elección que atender a los niños en las montañas remotas, pues ellos también son mis hijos”.

Para Zhi Yueying, la escuela es su propia casa, los alumnos son sus hijos y los aldeanos son sus parientes. Cada vez que le visitan sus alumnos y le expresan su agradecimi­ento, Zhi se siente muy feliz. “Espero que cada día más jóvenes brillantes puedan dedicarse a la educación rural y contribuya­n con su propio esfuerzo a la revitaliza­ción rural”.

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Cnsphoto Zhi Yueying ha dedicado toda su vida a la educación de los niños que viven en las montañas.
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