China Today (Spanish)

La democracia no es como la Coca Cola

Ha llegado el momento de mostrar respeto por las aspiracion­es de China de ser un país libre y unido

- Por ADRIANO MÀDARO*

Amis amigos que nunca han estado allá, siempre les digo que uno no va a China, sino que uno vuelve a China. Añado que uno ama o aborrece a China, y que no existe otro sentimient­o. Este antiguo país oriental despierta emociones poderosas, para mí de amistad y comprensió­n, pero la mayoría de las veces de admiración.

Durante mi niñez imaginé a China como una “tierra de maravillas”. De hecho, Le livre des merveilles, llamado en italiano Il Milione, es el título del famoso libro sobre los viajes de Marco Polo. Mientras estaba en la escuela primaria, me sentí inexplicab­lemente atraído por el gran mapa del mundo que colgaba de la pared del aula, imaginando viajes exóticos hacia esa vasta extensión amarilla con un nombre tan corto pero evocador: China.

No puedo explicar la fascinació­n en mi niñez por el legendario imperio celestial. Pero aparte de los cuentos de Marco Polo, el pequeño libro ilustrado que me regalaron mis padres cuando tenía cinco años fue –sin dudas– un factor significat­ivo. Contaba las aventuras de un niño curioso que atravesaba los desiertos de Arabia y las selvas de la India antes de llegar finalmente al imperio del dragón, donde fue re

cibido calurosame­nte por una niña. Su conversaci­ón quedó grabada en mi mente: “Hermosa niña, te pregunto, ¿ qué país es este?”. “Has llegado a China, y si quieres puedes quedarte”. “¡Gracias, hermosa niña china! Estoy feliz de quedarme”.

Fue a partir de ese momento que China, su gente, su historia y su civilizaci­ón se convirtier­on en parte de mi vida –como escolar, como estudiante y como investigad­or académico–, y lo siguió siendo a lo largo de los años. Para otros, mis aventuras pueden parecer extraordin­arias, pero para mí estaban predestina­das, han sido casi una vocación.

Razones de un trastorno geopolític­o

En consecuenc­ia, el tema de mi tesis universita­ria fue China y su papel en el mundo. Fue necesaria una profunda investigac­ión sobre los acontecimi­entos históricos ocurridos entre los siglos IX y XX para saber cómo y por qué se produjo la inequívoca y dolorosa división entre China y Occidente. Mis estudios e investigac­iones, por lo tanto, se dirigieron a comprender este trastorno geopolític­o y las razones detrás de él.

China sufrió guerras, invasiones, pérdidas territoria­les, depredació­n económica, esclavitud al opio debido al tráfico de comerciant­es británicos, atrocidade­s a manos de los invasores japoneses y una explotació­n implacable de su población. ¿Pero qué sabía Occidente sobre los crímenes que había cometido contra China?

Yo crecí y viví en el largo periodo de la posguerra. Debido a los malentendi­dos generados por los informes publicados en los medios estadounid­enses, no pude confiar en los libros ni en los periódicos para obtener informació­n precisa. Para evitar caer en la trampa de los informes sesgados, necesitaba conocer China y, como periodista, tenía que ir a verla por mí mismo.

Así fue que en 1976 obtuve una visa y emprendí el primero de mis 216 viajes a China. Después de 45 años es justo decir que he visto muchas cosas y que soy un testigo fidedigno de todo lo que ha ocurrido, sobre todo de la extraordin­aria transforma­ción de ese gran país, la República Popular China. Habiendo visto cómo “el cielo ha sido traído a la tierra y la tierra al cielo”, escribí sobre mis experienci­as en un libro titulado Comprender a China, publicado por la editorial Giunti en Florencia (Italia). Espero sinceramen­te que pueda ayudar al lector occidental a comprender el país y ofrecer respuestas honestas a sus dudas y temores.

Mientras tanto, después de un período de reformas, agrupación de capital y apertura a una economía de mercado, la hostilidad en Occidente hacia China, sobre todo por parte de Estados Unidos, se ha intensific­ado una vez más. Sin embargo, China ha conseguido una victoria decisiva en la eliminació­n de la pobreza absoluta diez años antes de las estimacion­es de la ONU, un logro que Estados Unidos no puede igualar.

El éxito actual de China, a pesar de la crisis resultante de la pandemia de COVID-19, es evidente para todos. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, propuesta por China bajo la dirección del presidente Xi Jinping, es una amplia prueba de ello. Este año, en el que China celebra el centenario de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh), el país puede sentirse justamente orgulloso. Creo que hoy más que nunca en la historia de la China moderna, existe una profunda relación entre la gente y la política.

Un país en continua evolución

Solo un partido que ha demostrado que puede dirigir a su pueblo a cumplir la salvación, el progreso y la prosperida­d, tiene el derecho legítimo de ejercer el poder. Esto es lo que ha sucedido en China, un país en continua evolución. El PCCh, a pesar de la adversidad y los trastornos dolorosos, no ha perdido de vista su misión: buscar la felicidad para el pueblo chino y el revitaliza­ción de la nación china.

He sido testigo de primera mano de los acontecimi­entos en China. Cuando hice mi primer viaje, el presidente Mao todavía estaba vivo y se podía sentir la prevalecie­nte anticipaci­ón de un cambio inmenso. En 1978, Deng Xiaoping lanzó la política de Reforma y Apertura. El PCCh se enfrentó a un desafío que ningún otro país ha enfrentado, o quizás ni siquiera imaginado.

Siempre he creído que emprender un cambio de tal magnitud, sin dejar de ser fiel a los principios fundamenta­les, requiere líderes de un calibre suficiente para manejar desafíos que podrían tener un impacto profundo en el pueblo chino. Sin embargo, el liderazgo político, desde los gloriosos días de la Larga Marcha (1934-1936), se ha

mantenido firme. Además, la nueva “larga marcha”, de 1978 a 2021, ha llevado a China al umbral de ser una potencia económica mundial.

El COVID-19 ha detenido los intercambi­os culturales entre Italia y China y, en consecuenc­ia, el aplazamien­to de proyectos en los que he estado trabajando con amigos en los principale­s museos chinos. Después de haber montado una serie de exposicion­es arqueológi­cas en Italia entre 2005 y 2015, hemos organizado más eventos en China y esperamos reanudar las actividade­s de intercambi­o en poco tiempo. He dedicado los últimos 15 meses a escribir un libro de 700 páginas sobre Beijing, un proyecto que comenzó hace muchos años.

Aunque no puedo viajar a China, el país sigue figurando en gran medida en mi rutina diaria. Gracias a las comunicaci­ones modernas, estoy en constante contacto con amigos en Beijing, con quienes finalizamo­s los planes para los proyectos culturales en la pospandemi­a. Miramos hacia el futuro con confianza, mientras esperamos que el virus retroceda y que viajar sea seguro una vez más.

Sigo de cerca, con creciente preocupaci­ón, los desarrollo­s negativos derivados del acoso de Estados Unidos a China. Las tensiones con respecto a Hong Kong, Xinjiang, Taiwan y el Mar Meridional de China se han visto exacerbada­s por fabricacio­nes destinadas a provocar una nueva “guerra fría”. La descoloniz­ación y el regreso de Hong Kong, el terrorismo fundamenta­lista islámico en Xinjiang y la cuestión de Taiwan son todos problemas internos de China en los que las entidades extranjera­s no deben inmiscuirs­e.

Hoy vemos lo que parece ser una continuaci­ón de lo que comenzó en 1839: el ataque a China que inició la primera Guerra del Opio y que se prolongó durante más de un siglo con el saqueo, la colonizaci­ón y el empobrecim­iento del país. Ha llegado el momento de mostrar respeto por las aspiracion­es de China de ser un país libre y unido, próspero, moderno y capaz de aprovechar su experienci­a histórica para promover la paz y la prosperida­d mundiales.

Sin embargo, Occidente amenaza y ejerce presión sobre China insistiend­o persistent­emente, por no decir hipócritam­ente, en las cuestiones de los derechos humanos y la democracia. China es un país socialista forjado a través de una gran revolución histórica. Después de haber superado las contradicc­iones, los errores y el sufrimient­o del pasado, el país ha encontrado su camino correcto, basándose en su experienci­a, sus tradicione­s antiguas y su filosofía. El canciller chino, Wang Yi, lo resumió perfectame­nte cuando declaró: “La democracia no es como la Coca Cola, que promete el mismo sabor en todas partes del mundo. Nuestra democracia tiene un sabor chino”.

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Edificios de la Plaza Oriental en la avenida Chang’an, en Beijing, en el año 2000.
 ??  ?? Pasajeros hacen cola para comprar comida en una parada de la vía ferroviari­a Beijing-Chengde en 1977.
Pasajeros hacen cola para comprar comida en una parada de la vía ferroviari­a Beijing-Chengde en 1977.
 ?? Fotos cortesía de Adriano Màdaro ?? El paisaje de la capital china visto desde una ventana del Beijing Minzu Hotel en 1979.
Fotos cortesía de Adriano Màdaro El paisaje de la capital china visto desde una ventana del Beijing Minzu Hotel en 1979.

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