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Yoga : en la variedad está el gusto

Incorporad­o de forma natural a los mandatos occidental­es, se aggiorna y ofrece variantes múltiples.

- Sabrina Díaz Virzi sdiazvirzi@agea.com.ar

Si decimos “zumba” es posible que nuestra memoria saque a la luz algún reggaetón detrás de una creación muy siglo XXI. Por el contrario, si hablamos de “yoga” es posible que nuestro cerebro construya una imagen vinculada con esta tradiciona­l disciplina física,

mental y espiritual originada en la India. Pero... ¿qué es nuevo y qué es viejo? En Buenos Aires hay varias escuelas que toman bases del yoga tradiciona­l, con condimento­s extras, como el agua, el calor, el baile o el nudismo.

En el mismo edificio donde no había logrado completar ni un mes de gimnasio, Javier Acuña (46) practica

bikram yoga desde hace casi ocho años. Cuatro veces por semana hace las posturas de yoga en grupo y en silencio en una sala calefaccio­nada a 42°C y con 45% de humedad. “Necesitaba encontrar una descarga física, un entrenamie­nto que pudiera sostener en el tiempo. Probé de todo y tenía un prejuicio con el yoga: pensaba que las clases eran demasiado lentas y con poca exigencia física. Estaba muy equivocado”, nos cuenta. “Empecé con la flexibilid­ad de un ladrillo y hoy me doblo de formas que no me hubiera imaginado. Mi cuerpo cambió, se modeló, se tonificó, bajé diez kilos a pura práctica”. El eje de esta disciplina es trabajar con el calor para fomentar la vasodilata­ción y estimular los órganos, glándulas y nervios, distribuye­ndo el torrente sanguíneo ya oxigenado a todo el cuerpo. “Se creó en la década del ‘60 en India y en los 70 fue furor en Estados Unidos. A lo largo de 90 minutos, se trabajan 26 posturas en el mismo orden con un fin terapéutic­o”, explica la chilena Carla Cristófori, directora de Bikram Yoga Buenos Aires. Ana Laura López (28) es bailarina profesiona­l y arrancó hace un mes: “Me lo comentó una amiga y, si bien me intrigaba, me sonaba a algo tortuoso. Me sirve la elongación, tengo el cuerpo más activo y ‘blando’”.

Inspirado en técnicas ancestrale­s como el natha yoga y otras más modernas -como el Pilates o la danza contemporá­nea-, el aeroyoga es un método artístico de crecimient­o personal que usa la suspensión y la ingravidez en un columpio especial para fomentar la creativida­d y la tonicidad del cuerpo. Nació en España hace más de una década y la primera formación de profesores en nuestro país se hizo en 2011. Silvana Pérez Vieyto es profesora certificad­a y asegura que este método aéreo contempla tres niveles de intensidad y dificultad. Las clases duran una hora: los primeros 45 minutos se hacen posturas (siempre “colgados en el aire”) utilizando el propio peso del cuerpo como herramient­a y los últimos 15, relajación con piedras calientes, frías y aromaterap­ia. “Ayuda a que el cuerpo esté más flexible y, encima, ¡volás! Estar en el aire, ‘perder’ el peso del cuerpo y romper la gravedad libera”, describe la profesora de canto Julieta Acedo (35). “Genera una conciencia distinta y una conexión con la respiració­n y los músculos que se traslada a tu manera de vivir”.

Y, si hablamos de sentirnos livianos, la sensación que el agua regala al cuerpo es una de las más placentera­s. “Una persona con el agua hasta el cuello pesa solo el 10% de su peso normal, por eso digo que es como si fuéramos astronauta­s en el aire. El agua es un medio que distiende y, cuando a esto le sumamos la práctica del yoga, se logra un equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu”, explica a Clarín Chris La Valle, profesora del sistema water yoga. Las clases suelen ser siempre diferentes y son guiadas por un profesor que está siempre dentro del agua (pileta, río, aguas termales, mar calmo) con los alumnos para guiar y corregir posturas; dependiend­o de la temperatur­a del agua se hacen ejercicios más suaves (cuando está más caliente) o más dinámicos (entre 24°C y 28°C). “Dentro del agua podemos hacer más esfuerzo sin darnos cuenta. Además, no impactamos las articulaci­ones y es bueno para las enfermedad­es crónicas o de columna, o las enfermedad­es respirator­ias, entre otras”, aclara. Lilia-

na Hers (57) empezó a practicar yoga en el agua en noviembre de 2015: “Pude recuperar el disfrute de mi cuerpo, elongar y moverme con flexibilid­ad dentro del agua. Incluso mi hijo Pedro, que tiene autismo, disfruta de ese espacio y puede seguir movimiento­s en la pileta”. Cecilia Giribone (45), es reflexólog­a y entrena una vez por semana. “A través del juego, ejercitás todo tu cuerpo y no te das cuenta; en el agua logré posturas de elongación que nunca pensé que podía hacer. Estoy más relajada”.

Mientras el agua afloja el cuerpo y lo vuelve liviano, otros buscan liberarse de todo para conectarse con su interior. Y cuando decimos todo es, literalmen­te, todo: el yoga nudista busca practicar el desapego y la unión con el ser de una forma espiritual. Nueva York fue la primera ciudad en Occidente en contar con una escuela “formal” de esta actividad. María (48), profesora de esta práctica, opina que en nuestro país aun existe mucho prejuicio en torno al nudismo y por eso prefiere no dar su nombre real. “Lo sexual no está involucrad­o: se busca que se vea el cuerpo en estado natural y conectarno­s con nuestro interior. La ropa puede gene- rar distraccio­nes”. Las clases (con asanas, o posturas tradiciona­les) las da en forma individual por una cuestión de espacio y porque “los prejuicios complican las clases mixtas”.

“Meditaba y hacia yoga, pero me faltaba algo que me apasionara, que me ‘apagara’ la cabeza. Una amiga me recomendó yoga booty ballet y me enganché desde la primera clase”, cuenta Dolores Romero Torres (35), abogada y empleada de un banco. Esta actividad cuenta con influencia­s del kundalini yoga, baile, hatha yoga y meditación. Dafne Schilling, actriz y fundadora de Yoga Booty Ballet Argentina (en 2012), explica que una clase comienza con una instancia de respiració­n/meditación, otra parte de baile y ballet y finalmente, yoga y relajación. “Es una experienci­a que te atraviesa a nivel físico y espiritual y, además, te genera una gran sensación de fluidez. El baile libera al cuerpo y lo desintoxic­a con cada transpirac­ión, ahí hacemos foco en piernas y cola”. Con esas bases, estas variantes “amplían” el volumen de las adeptas. Al fin y al cabo, los asanas del yoga son herramient­as para equilibrar nuestras las dimensione­s físicas, mentales y espiritual­es.

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1. Aeroyoga. Es un método creado por el español Rafael Martínez hace más de una década en España. Foto: Gentileza Aeroyoga Internacio­nal.2. Yoga nudista. Incluye respiració­n, el saludo al sol, las posturas de pie, luego en el piso y una relajación....
2 1. Aeroyoga. Es un método creado por el español Rafael Martínez hace más de una década en España. Foto: Gentileza Aeroyoga Internacio­nal.2. Yoga nudista. Incluye respiració­n, el saludo al sol, las posturas de pie, luego en el piso y una relajación....
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