Mucha tecnología para tan pocos enchufes
En la ciudad de Buenos Aires solo hay dos puntos de recarga públicos y recién se están sumando 11 más que los instalará la marca japonesa. Confort y bajo costo por kilómetro para un vehículo que por ahora tiene el precio de un auto de lujo.
El usuario común argentino hoy se encuentra a una gran distancia respecto de los autos eléctricos. Y la explicación es lógica: la oferta es diminuta comparada con otros mercados y la infraestructura, casi inexistente.
Nos pusimos detrás del volante de un auto eléctrico para usarlo por la ciudad de Buenos Aires y comprobar cuáles son sus ventajas y cuáles los inconvenientes que todavía presenta el uso de una tecnología que dominará la movilidad el futuro.
El elegido fue el Nissan Leaf, el auto eléctrico más vendido en el mundo hasta ahora, con más de 400 mil unidades comercializadas en todo el mundo, desde su lanzamiento en 2010. En Argentina se vendieron 9.
Es un mediano con un conjunto de elementos (motor eléctrico, caja reductora, controlador e inversor, entre otros) que se encarga de generar la energía que mueve las ruedas.
La otra parte vital del sistema es un paquete de baterías de iones de litio que acumulan la energía. La única manera de recargar esas baterías es enchufándolas a una red eléctrica. Pero es la primera limitación, ya que su proceso de “repostaje” no es tan veloz como parar en una estación de servicio y cargar nafta o gasoil.
Ya en el puesto de conducción solo basta con presionar un botón para poner en funcionamiento todo el sistema y una luz testigo de color verde en el tablero indica que ya estamos en condiciones de ponernos en marcha. No hay ningún sonido ni vibración que se perciba desde el interior.
Para empezar a moverse la operación es sencilla. En el mismo sitio en donde normalmente está la palanca de cambios, tiene una especie de mouse de computadora que puede moverse en dos secuencias: hacia la izquierda y hacia abajo (para avanzar), y hacia la izquierda y hacia arriba (para conectar la marcha atrás).
A partir de ese momento, todo funciona como si estuviéramos manejando un vehículo con caja automática. Es decir, solo vamos a tener que ocuparnos del volante y los pedales.
Al acelerar hay que hacerlo con suavidad. Olvídese de esa idea de que por ser ecológico un auto eléctrico no tenga poder de aceleración. A diferencia de los motores térmicos, uno eléctrico cuenta con su mayor fuerza (torque) desde cero, por eso tienen una gran respuesta desde “abajo”.
A medida que va ganado velocidad, esa capacidad de respuesta se va reduciendo. Pero le sobra para moverse en la ciudad y un mucho más, ya que su velocidad máxima está limitada a 145 km/h. Y está limitado para conservar una buena autonomía.
Según lo declarado, el rango máximo con una carga completa es de 389 kilómetros, según el protocolo de homologación WLTP. Pero lo cierto es que resulta imposible lograr ese número con un uso normal. Es más creíble el que declara para un uso com