Clarín - Deportivo

La dependenci­a más absoluta

- Miguel Angel Bertolotto mbertolott­o@clarin.com

Juega solo. Hace y deshace a su manera, a su antojo, según su zurda y su saber. No encuentra socios adecuados, mucho menos si no participa -como ayer- Nacho Fernández. Patea los tiros libres (Orion le sacó uno bárbaro) y patea con pelota en movimiento porque es consciente de que sus misiles de media y de larga distancia se transforma­n en una fórmula cierta -de las contadas que posee el equipo- para quebrar al arquero rival; a veces se ceba en la vía: tira igual, aunque haya un compañero mejor ubicado o un oponente esté tan encima que no existe forma de que la pelota no rebote en el cuerpo de quien busca evitar el remate. La pide siempre, no se esconde nunca. Grita, ordena, aconseja, da la cara, discute con los adversario­s y se queja con el árbitro.

Ahora que está bien física- mente, ahora que se acomodó otra vez al fútbol argentino, D’Alessandro es el dueño del fútbol de River. No lo es por decisión propia, claro que no. Lo es porque es el único rebelde que tiene el plantel. Lo es por sapiencia, por personalid­ad, por determinac­ión, por coraje. Lo es porque debe ser consciente -aunque jamás lo admita públicamen­te- que si no la agarra él, no la agarra nadie.

La cuestión es que en estos últimos partidos se confirmó con holgura lo que se vislumbrab­a desde el mismo momento en que el zurdo regresó a Núñez: l ad’ al es sand ro de pendencias­e hizo absoluta. Todo pasa por D’Alessandro. Todos se sacan el peso de encima y se la dan a él. Todos ruegan para que les quite presión. Todos confían en que juegue y los haga jugar. Todos quieren que siempre esté en la cancha: ya se vio el jueves, contra Trujillano­s, lo que sucedió cuando Gallardo lo reemplazó...

Eso sí: el Cabezón no es Superman, menos a los 35 años. Si él se apaga o si el contrincan­te lo eclipsa con la marca, la d’ a les sand ro dependenci­a no es una solución. Es un problema.

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