Banfield supo cómo jugarle a Lanús y su sueño de Copa crece
En silencio, el equipo de Falcioni está cuarto y da pelea para entrar en la Libertadores. Los dos terminaron con diez.
Pura emoción transmite ese grupo de jugadores de camiseta naranja abrazados, cantando, saltando y desparramando alegría dentro de la cancha. El sentimiento se expande a esa tribuna donde flamean con orgullo las banderas de La Banda del Sur y los cantos conducen a la disfonía. Ese festejo compartido entre jugadores - los gladiadores del Emperador Falcioni en esta tarde inolvidable para Ban- field- e hinchas al final del partido ratifica el significado de este clásico entre dos rivales con historia, tradición y fuerte identificación.
Del otro lado, cabezas bajas apuntando al piso y desazón en los futbolistas de Lanús, que se iban al vestuario sin el premio del reconocimiento a su esfuerzo y voluntad -más allá de la ausencia de su reconocido juego elaborado- de sus hinchas debido a esa absurda decisión que prohíbe la presencia de público visitante en vez de castigar como corresponde a los irracionales. Una vez más, al Clásico del Sur le faltó ese clima folclórico tan particular que aporta el ida y vuelta de una cabecera a la otra.
Banfield lo ganó porque interpretó mejor cómo jugarlo. Y quizás hasta se quedó corto en el resultado. Concentrado al máximo, supo cortarle el circuito a Lanús desde el inicio. Con presión alta le tapó la salida y no le permitió encender el recorrido creativo. Controló a los jugadores clave. En consecuencia Lanús, uno de los equipos más desequilibrantes y con mejor manejo y precisión, se sintió incomódo y sin chances de desarrollarse.
Se jugó como se juegan los clásicos. Metiendo, corriendo, luchando. A veces, si aparecía la posibilidad, salía alguna gambeta, a cargo de Brian Sarmiento o de Lautaro Acosta, pero si la situación ameritaba pegarle de punta para arriba nadie se avergonzaba de hacerlo.
No sólo le impedía a Lanús desplegar su estilo, sino que además Banfield inquietaba en el arco ajeno. Y cuando acababa el primer tiempo Andrada desvió, abajo cerca de su poste izquierdo, un complicado tiro libre ejecutado por Sarmiento. De ese tiro de esquna, pateado por Sperduti, nació el grito feliz de Banfield: Nicolás Bertolo, con los faros encendidos y las luces altas, cabeceó dentro del área chica para poner el 1 a 0.
El ingreso de Román Martinez (reapareciendo tras el desgarro), agregado al resultado en contra, le otorgó a Lanús algo más de tenencia de pelota. Sin embargo no consiguió sacarle provecho porque Banfield se mostró ordenado y sólido atrás; lo trabajó mucho y se cuidó. Y ante cada oportunidad de salir rápido en contrataque disparó una amenaza concreta.
Las dos expulsiones -equivocada la de Alejandro Silva (segunda amarilla por una mano en mitad de cancha) y acertada la de Matheu (violenta entrada a Gómez)- encendieron la pasión del clásico. Pero no tuvieron mayor injerencia.
Y terminó en fiesta para Banfield. Mantiendo el saldo a favor en las estadísticas (8 arriba) y afirmándose en la pelea rumbo a la Copa.