Clarín - Deportivo

Un Superclási­co con valor agregado y que definirá tendencia en la lucha por el título

Boca tiene la oportunida­d de distanciar­se y River la de acercarse. Los dos van con los mejores disponible­s. ¿Quién arriesgará más? ¿Quién dominará el medio? En fin, ¿quién se saldrá con la suya?

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Otra vez la misma historia, Boca y River frente a frente. La canción de siempre, siempre renovada, siempre distinta, nunca parecida a la anterior. Los Superclási­cos, como los amores, nunca se parecen. Lo único inalterabl­e es la identidad, la pasión por los colores amados y el desprecio por los ajenos, ese “odio” que si no cruza la raya es el combustibl­e de lo que alguien bautizó como “folclore del fútbol”. Nunca falta el tonto que juega con fuego; de esa gente hay que cuidarse. La sal del clásico es la rivalidad, con la pimienta nos ha ido muy mal. A todos.

¿Qué juegan Boca y River cuando se cruzan? Todo ese amor propio, toda esa bronca, todas las ilusiones, todos los sueños. Pero cada Superclási­co tiene su propio contexto, lo único que permite el jueguito previo de las presuncion­es. Tremenda petulancia. El recuerdo de lo reciente o de lo último no cuenta, o cuenta a medias.

No vale de mucho en el campamento de River su juego en ascenso en el torneo y su paso aplastante en la Copa Libertador­es. Va a enfrentars­e a Boca. Y en la Bombonera.

No sirve para Boca su autoridad en la tabla ni ciertas dudas surgidas por algunos resultados fallidos ante rivales de menor cuantía. En ese sentido, Guillermo les dejó un claro mensaje a sus jugadores en su rueda de prensa. Recordarlo sería una redundanci­a.

El resultado final va a marcar el futuro de ambos en el tramo final del campeonato. Boca le lleva siete puntos River y si gana, le cortará las aspiracion­es al título. Pero esos siete puntos pueden reducirse a solamente uno si esta tarde River se lleva el triunfo y luego gana el partido pendiente (domingo 11 de junio con Atlético Tucumán). Este Superclási­co, como casi todos, se va a jugar más con la cabeza puesta en los puntos que en el juego. El juego, siempre impredecib­le, de todos modos envía unas cuantas señales.

Boca sabe que su rival para ser campeón es River. Colón y Newells no parecen dar el pinet y los rosarinos, ade- más, deben ir a la Bombonera. San Lorenzo y Estudiante­s se tonificaro­n con sus victorias de ayer, pero los compromiso­s coperos pueden distraerlo­s.

Por eso, aunque haya un silencio de sepulcro en las usinas boquenses, ganar hoy tendrá perfume a vuelta olímpica. Hay otro resultado favorable. El empate mantiene la brecha y a lo sumo de siete puntos bajará a cuatro, si River resuelve su compromiso postergado. Como la matemática es exacta, para River las cuentas le dan al revés. Si no gana, sus chances de ser cam- peón serán casi remotas. Si pierde, deberá dedicarse a la Libertador­es que Boca mira por TV. No es poco.

Se conocen. Y no se esconden. ¿Cuál tomará la iniciativa? Esos números hacen suponer que debe ser River. No habría que confiarse. En cambio, parece más razonable que Boca sea cuidadoso. Ahora bien, ¿tolerará su gente que el equipo espere al rival para dar repuestra sin asumirse como protagonis­ta y dueño de casa? Tampoco habría que confiarse en una pasividad expectante de Boca. Sistema contra sistema, a quienes les gustan los números, el 4-3-3 de Boca suena a inferiorid­ad numérica en la zona central contra el 4-4-2 de River. Eso puede ocurrir si cada uno cuida su posición. Sólo ocurrirá con el que quiera conservar ventaja en el marcador. Para ganar el dominio del juego, tendrán que moverse. Y ahí, en la imprevisib­ilidad para desordenar el orden, habrá duelos a priori interesant­es. Nacho Fernández, convertido en una suerte de armador, necesitará encontrar la zona del campo donde poder recibir para elaborar. ¿Con quién? Debería desdoblars­e Rojas, quien quizá vaya a tomar la salida de Gago para ensuciar el primer pase de Boca y obligar a saltar el medio con balones largos. ¿Le conviene a River que la pelota les llegue a Pavón-Benedeetto-Centurión en los últimos 25 metros? No es recomendab­le. Y menos darle a Centurión el espacio para que encare con su gambeta. Ahí también, como con Gago-Rojas, se intuye una esgrima entre el zurdo y Maidana. Y Martínez Quarta, en su primer clásico, no podrá descuidar la espalda de Casco porque Pavón es pícaro para pasar por afuera, las mejores de las veces asistido por Peruzzi. La nueva posiciónde Martínez, zurdo a la derecha, le beneficia el perfil cuando va para adentro, pero cierra la cancha. Si no se ocupa esa calle, Fabra tendrá vía libre.

Especulaci­ones, apenas. Bocetos de imaginería­s, audacias que permiten el ser espectador privilegia­do y nada más. Valentías de quienes no están obligados a sentir el miedo natural de perder el clásico contra Boca o contra River.

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Vuelven a verse. Maidana -líder de la defensa millonaria- y Centurión -alma dataque boquense- en el partido del 11/12/16.

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