La argentinidad futbolera, diferente y codiciada
En una inolvidable cena transcurrida en Londres, mientras se jugaba la Eurocopa de 1996, Jorge Valdano defendía con ardor la causa argentina ante las chicanas de un periodista español. El ex delantero de la Selección sostenía su tesis sin permitir que la pasión y el enojo se interpusieran entre los sujetos y los predicados. Así peleaba, con oraciones perfectas y convicción insobornable. Entre los testigos privilegiados estaban Marcelo Bielsa, el periodista argentino Carlos Bonelli y quien esto escribe. Sin dudas, Valdano subscribirá aún hoy su teoría, que aseguraba que allí donde esté, un jugador argentino es decisivo en su equipo, ya sea dentro de la cancha o en el vestuario.
Hablaba de genética, de técnica, pero sobre todo de personalidad. En ese momento Mauricio Pochettino (en el Espanyol) y el Cholo Simeone (en el Atlético) eran sus mejores ejemplos. Hoy es tiempo de Messi, Higuaín, pe- ro también de Mascherano y Biglia. De Dybala y Paredes, incluso de Mercado, entre tantos.
Pese a todo lo que falla desde la estructura y los proyectos, pese a que los seleccionados juveniles fueron abandonados durante la última década, el jugador argentino se renueva y sigue siendo codiciado. Hay en su herencia una cultura futbolera que mezcla calidad, picardía y ganas de ser alguien que lo hacen especial. No es la técnica, que puede ser igualada o superada, su valor agregado. El diferencial está en su ambición, en ese hambre que muchas veces llega movilizado por razones socioeconómicas y otras, sencillamente, por un deseo de traspasar fronteras. Es otro tipo de argentinidad, al palo.
También están los técnicos. Los nombrados Pochettino, Simeone, más Bielsa, Berizzo, Pellegrino, Pizzi, Sampaoli, Pekerman, entre muchos otros, empujados por esa argentinidad diferente que muchas veces se expresa mejor en el exterior, lejos de la histeria del fútbol nuestro. Lo mismo que decenas de jugadores, a los que valoramos sólo cuando triunfan afuera. En todos los casos habrá que pensar cómo podríamos aprovecharlos mejor a todos.