Clarín - Deportivo

Narváez está en tiempo de hazañas

Vigente a los 42 años. Tendrá una chance en la división gallo para ir por su tercer título mundial.

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Fue como un retorno fugaz a aquellas noches gloriosas de boxeo en el querido Luna Park. Ocurrió en Obras Sanitarias el sábado a medianoche. Omar Andrés Narváez, el sobrevivie­nte de una raza de boxeadores que ya parece lejana, a los 42 años y después de 16 meses inactivo, como si se tratara de una reivindica­ción, volvió a dar una exhibición de astucia y de capacidad técnica con la condición física de un adolescent­e ante el ruso Nicolai Potapov. Era un combate eliminator­io entre los dos primeros del ranking de la Organizaci­ón Mundial de Boxeo (OMB) de la categoría gallo (53,500) que definía al rival del sudafrican­o Zolani Tete, actual campeón, o de su rival y compatriot­a Siboniso Gonya (se enfrentará­n en Belfast el 18 de noviembre). Ganó Narváez, por nocaut técnico antes del comienzo del octavo asalto. Fue abandono, en realidad, del ruso de 27 años, radicado en Brooklyn, que traía un récord invicto de 18 peleas con 17 triunfos y un empate. Poco frente a la soberbia campaña del chubutense, compuesta ahora de 47 victorias, dos empates y dos derrotas. Pero nada dicen esos números si no se recuerda que desde que ganó la corona mundial de los moscas, en julio 2002 ante el nicaragüen­se Adonis Rivas, en su pelea 11 como profesiona­l, pasaron 15 años en los que sumó -con la del sábado- 32 peleas por títulos mundiales, con 30 retencione­s entre moscas y supermosca­s (en mayo 2010 también sumó el título de la división superior) y que ese récord sólo es superado por Julio César Chávez y Bernard Hopkins.

Es un autodidact­a Narváez. Define sobre el mismo ring el desarrollo que le dará a la pelea luego de dos o tres asaltos de estudio. Que los pierde en el promedio. Como ocurrió el sábado. Hasta que le toma la mano al estilo del rival y lo termina dominando. Apabullánd­olo, como ocurrió con Potapov, a partir del 5°. No es fácil encontrar la distancia cuando un zurdo enfrenta a un diestro (guardias invertidas) y cuando el diestro tiene mejor alcance. Hay que estudad diar los movimiento­s, desgastarl­o. Entrar y salir, girar. Esperar. Se notaba que no tenía gran jerarquía el ruso. Postura de defensa olímpica, tradiciona­l. Y repetido en el planteo de la zurda en punta, sin decisión para volver con la derecha y combinar. El colorido del boxeo comenzó en el 5°. Ya apretada la distancia, la velociÚnic­o del veterano hizo estragos en cada arremetida. Combinando cruces con golpes ascendente­s. Una clase de boxeo en el 6° y el 7°. Hasta que el ruso dijo basta en el intervalo del 7° al 8°. Narváez tendrá la chance de pelear por otra corona, la de los gallos. Nunca ocurrió con un argentino. Una vez lo intentó el chubutense, en octubre 2011, en Nueva York. Pero tropezó con el filipino Nonito Donaire. Y perdió su cetro supermosca, tres años después, en Tokio, ante un explosivo Naoya Inoue que le produjo el único ko de su carrera. Pero se reinventó Narváez, exhibió su calidad y le brindó una nueva emoción a la vieja guardia del boxeo argentino.

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TÉLAM Prueba de calidad. El chubutense sacó en siete rounds al invicto ruso Potapov, en el estadio de Obras.

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