Boca noquea porque está convencido de lo que hace y disfruta con números demoledores
En la victoria ante River, el equipo de Barros Schelotto hizo uso de sus argumentos de siempre: asumir riesgos al pararse ante su rival, pegar en el momento justo y jugar con confianza.
Este Boca de Guillermo Barros Schelotto pega duro, fuerte. Pega directo al mentón. Es noqueador. Ante rivales débiles, medianos o pesados. Ya no sólo a los peso pluma. Este Boca, incluso pese a su metamorfosis en algunas de sus piezas, es siempre el mismo. El que está en la cima del fútbol argentino desde aquel lejano 11 de diciembre de 2016, cuando en el mismo Monumental se subió hasta lo más alto de un torneo que terminó con vuelta olímpica, a siete puntos del River de Gallardo, el mismo que ahora lo mira a 12 de distancia.
Boca es demoledor en sus números: ocho victorias en fila en ocho partidos. Histórico en el profesionalismo, donde le agregó una segunda cifra a su paternidad con River. Suma 21 goles a favor y apenas 2 en contra. Le lleva 9 puntos al segundo en el inicio de una Superliga en la que buscará el bicampeonato y acumula 18 partidos sin perder como visitante, en lo que es la racha en días más extensa de su historia.
Boca es esto, justo en la antesala a lo que será la Copa Libertadores, su gran objetivo en 2018. El Mellizo fue claro: “Yo no necesitaba ganar para que los jugadores me demuestren algo, pero sí el ambiente porque es un clásico”. Si había que dar algún otro golpe fuerte, en un ring incómodo, con fallos arbitrales perjudiciales, lo hizo ayer. En el Monumental, justo ante el último rival que le había hecho besar la lona, allá por mayo, en La Boca. “Vamos a darle el segundo golpe”, había advertido Guillermo y su equipo, a pura rabia, lo dio.
La escena de Boca es toda felicidad porque encima River tampoco tiene vida en la Libertadores de este año. Y, aunque desde el discurso trate de maquillarse, son rivales, enemigos íntimos que se retroalimentan del éxito propio y del fracaso ajeno.
Este 2017 ya se tiñó de azul y amarillo, pese a que en la otra vereda se busque alcanzar el objetivo de la Copa Argentina en la semifinal contra Deportivo Morón. Eso a Boca ya no le genera ni siquiera la incomodidad. A este equipo, constituído a prueba y error hasta alcanzar un pico de rendimiento, la confianza le llenó los poros. Juega convencido de lo que hará y asume los riesgos de pararse de frente a su rival. Y algo más: no le duele lo poco que le pegan.
El ADN goleador falló ayer en Pavón y Benedetto justo en este partido. Pero aparecieron los extranjeros de Selección que tiene este plantel (son 6 los convocados para la doble fecha FIFA amistosa).
Cardona y Nandez, dos eslabones que se sumaron recién ahora a la cadena de un equipo campeón, ya captaron el mensaje. Al colombiano, el DT le había dicho en la previa que debía ser su partido. Hasta la insólita roja de Pitana, lo era. El uruguayo de sangre caliente supo desde un primer instante lo que significaba calzarse la camiseta de Boca. A eso le sumó su gol de ayer,
para empezar a conquistar el “¡ Uruguayo, uruguayo!” que tanto sonó a lo largo de la historia en la Bombonera. Nuevito, se prendió al “suben y bajan,
parecen ascensor” que armaron Pablo Pérez y compañía en el centro del campo de juego para festejar la segunda victoria consecutiva de Boca en Núñez por torneos locales. El séptimo partido sin caídas allí.
La fiesta siguió en el vestuario visitante, con jugadores, cuerpo técnico y dirigentes a puro salto y celebración. A Benedetto, quien se fue de la cancha con puro beso al escudo, sólo le quedó el sinsabor de no haber podido convertir. Pero como los había concientizado el entrenador en la previa, se trataba de un triunfo colectivo y no de un partido para saldar viejas cuentas pendientes. Eso les agradeció Guillermo cuando bajó la intensidad de los gritos.
Y fue Gustavo quien uno por uno se acercó a los que hicieron una tarea silenciosa pero igual de sacrificada, como Paolo Goltz y Lisandro Magallán, una pareja de centrales nueva, que se asentó como el club no había conseguido nunca en el último lustro. Aplausos para Jara y Fabra, utilitarios. Un grito de desahogo para Peruzzi, siempre mirado de reojo, y abrazos eternos con Cardona, el “10” que clavó un gol para la historia, pese a que lo sacaron de la cancha. A lo lejos, desde Italia, Centurión gozó por Instagram. En China, Carlos Tevez se aferró a la TV para observar cómo este puntero récord se llevó una victoria gigante desde Núñez ante el equipo de “Napoleón”. Maduró el equipo. Boca pega duro. Nocaut.